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Daniela Bouret: detrás de un segundo

El arte y la historia son las formas que encontró la directora del teatro Solís, Daniela Bouret, para entender y moverse en el mundo
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26 de enero de 2016 a las 05:00

Por Andrea Sallé Onetto

@andreasalle

Es raro entrar al Teatro Solís por la puerta de atrás de la calle Reconquista. La magia del hall, de los caminitos hacia la sala, de los palcos, del techo pintado y del gran telón quedan escondidos tras los pasillos de oficinas. Pero es en este tras bambalinas de escritorios donde se trabaja para que sea posible lo que sucede en el escenario principal y en sus otras dos salas todos los días. Desde mayo de 2014, la historiadora Daniela Bouret es quien lleva la batuta de esta gran orquesta cultural que es el teatro más emblemático del país y en Seisgrados quisimos conocer un poco más de la historia de la historiadora.

Todos los caminos conducen al Solís

La primera vez que Daniela pisó el Solís tenía solo 4 años. Su tío, que era vestuarista de teatro independiente y se movía en el ambiente, la llevó a conocer la gran sala, sin sospechar siquiera que años más tarde su sobrina se convertiría en la primera mujer en asumir la dirección del teatro.

Aunque de niña estudió siete años de piano, fue a clases de cine y de ballet, confiesa que nunca pensó en dedicarse a las artes y que no viene de una familia de artistas. "Mi mamá estudió abogacía y mi papá es arquitecto. Él trabajó 52 años en la Intendencia, por lo que hay un tema de orgullo del trabajo en lo público y su incidencia que es una matriz muy importante en mi vida". Como sus padres trabajaban todo el día optaron por enviarla a un colegio con más carga horaria, por lo que fue al Erwy School. A los 12 años empezó a ir al Movimiento Juvenil Cristiano, en la parroquia Santa Elena, en donde comenzó a vincularse con el trabajo social. "Ahí me di cuenta de que mi colegio no tenía mucho que ver con lo que yo estaba pensando y de que había algo que no funcionaba. Había algo que me estaba comiendo, que me faltaba y ahí recapacité que había una dictadura, y me cambié de liceo". Del Erwy se pasó al liceo Zorrilla y empezó a militar. Sus padres no estaban muy de acuerdo con la decisión y la amenaza era que si le iba mal volvía al Erwy. El Zorrilla también le dejó uno de los pilares más importantes de su vida: sus amigas Ángela y Verónica. Las tres siguieron caminos profesionales distintos, pero no pasan más de 15 días sin que se vuelvan a juntar.

En 1985 entró a la universidad. "En realidad iba a entrar al IPA (Instituto de Profesores Artigas), pero todavía estaba intervenido, entonces dije: 'Bueno, hago historia pero en Humanidades'. Y al final me encantó". En la facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación hizo la licenciatura y la maestría, y descubrió que lo que le gustaba era la investigación.

Al anunciar que iba a ser historiadora surgió como respuesta la famosa frase "¿De qué vas a vivir?", hizo un secretariado y empezó a trabajar, primero de telefonista y después de secretaria. "Trabajé en agencia de viajes, en agencia de publicidad y ocho años en Adria como secretaria". Y siguió estudiando. Cursó gerencia en RRPP y marketing en AURP y cursos de gestión y liderazgo en ORT.

Los primeros proyectos

Recién recibida y junto a un grupo de estudiantes presentaron en el Museo Blanes la idea de armar una exposición sobre las mujeres uruguayas del 900.

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El director del museo, Gabriel Peluffo Linari, en principio les otorgó una sala y cuando fue trabajando junto a ellas y conociéndola más, les dio todo el museo menos la sala Blanes. "Generamos una movida cultural mayor porque trajimos a docentes de la facultad a hacer un ciclo de debates, Cinemateca hizo un ciclo de cine en diálogo con lo que estaba pasando en el museo y pusimos un barcito que atendían mujeres vestidas de época haciendo comidas del 1900". Les fue tan bien que hasta había cola para entrar al museo. Su siguiente proyecto también fue en el Blanes: un monólogo de la actriz Elisa Contreras sobre Clara García de Zúñiga. Ese monólogo se terminó convirtiendo en una obra de teatro, La incapaz, y en la primera producción teatral de Daniela. La obra se presentó en el Teatro Stella d'Italia y obtuvo el Florencio a Mejor espectáculo.

Aprender a gestionar

El espacio cultural El Sótano del Carrasco Lawn Tennis se contactó con ella para que presentaran en su sala La incapaz. Luego de la función, el gerente del Lawn le propuso que dirigiera la sala. "Armé un proyecto por tres meses a ver qué le parecía y seguí cinco años. Yo no sabía dirigir una sala, aunque tenía algunas herramientas teóricas", así que empezó a capacitarse en el tema de gestión, de comunicación teatral y liderazgo. Esos cinco años los recuerda como una experiencia de vida maravillosa y de mucho aprendizaje. Mientras estaba dirigiendo El Sótano fue que la conoció Gerardo Grieco. La llamó y le planteó que se iba a reinaugurar el Teatro Solís y que la administración estaba buscando generar un equipo de dirección. "El director general era Grieco y me convocó para ser directora de Desarrollo Institucional", área en la que trabajó sobre la historia del teatro y en la que permaneció del 2004 hasta el 2011.

"En ese entonces creamos el Centro de Investigación, Documentación y Difusión de las Artes Escénicas (Ciddae), porque nos encontramos con un montón de cajas llenas de humedad y de hongos con toda la historia del teatro. Así empezamos un trabajo interdisciplinario con varias facultades que nos ayudaron a trabajar con el acervo, como Bellas Artes, Música y Humanidades. También creamos el departamento de Educación y el de Atención al público". En 2011 abandonó el cargo y asumió como asesora del director de Turismo de la Intendencia de Montevideo y como vicepresidenta del Conglomerado de Turismo de Montevideo. En 2013 se abrió el llamado a concurso para director general del Solís y Daniela se presentó. Luego de seis meses de concurso, en mayo de 2014 retornó al enorme palacio de las artes, esta vez con una responsabilidad aún mayor.

Todo en equilibrio

Entre tanto trabajo y estudio Daniela también pudo hacerse tiempo para su vida privada y, aunque admite no hablar mucho de ella en las entrevistas, entre risas nerviosas se animó a contar que es madre de dos hijos: Adrián (23) y Mauro (17) y que actualmente está en pareja con un licenciado en Artes. En su poco tiempo libre le gusta leer y jugar a las cartas con sus padres, con quienes tiene una cita obligada todos los domingos.

¿Cómo hiciste para hacer tanta cosa y nunca dejar de estudiar? "Yo qué sé. Lo que pasa es que lo del estudio me encanta, pero también lo hacía como una necesidad para tener más herramientas, porque me parecía que la responsabilidad de un espacio público requería tener más conocimientos. Necesito tener ese lugar de pienso, de poder ver un panorama un poco más grande. Si no uno se queda viéndose el ombligo y pierde el foco de cómo poder transformar una realidad. No hay una carrera para ser director de un teatro; uno la va haciendo con sus herramientas".

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Parte de la formación para desempeñar su rol también pasa por asistir a espectáculos y presentaciones culturales, cosa que le encanta y que le hace perder el límite entre qué es trabajo y qué no, "porque uno es uno indivisible". Muchas veces en reuniones informales o extraoficiales surge una idea o un apoyo para un proyecto que después se formaliza y concreta en el teatro. "En este tipo de trabajos todo te influye y todo te ayuda a ver. Es difícil determinar dónde termina la zona de trabajo". Es amante del teatro, sin distinción, y cuando tiene tiempo trata de ir a ver lo que se hace en otras salas. "A veces no me da la vida, pero trato de ir. Entre las 11 y las 19 horas es cuando el teatro funciona al máximo y trabajamos con el equipo; después de noche empiezan las funciones, y de mañana es cuando puedo trabajar sola, tranquila. Y acá no hay horas extras para nadie. En realidad los días son largos". A pesar de eso muchas veces se queda a ver las funciones: "Son 160 años del teatro, acá hay un montón de emociones concentradas, de cosas que pasaron: lindas, tragedias, amores, desamores. Fijate que un actor puede estar repitiendo por muchas noches un asesinato, se va a estar enamorando de alguien, va a ser un rey, va a morir o va a ver morir a un familiar, entonces, hay una cantidad de emociones condensadas que quedan en las paredes".

La isla conectada

El Solís parece ser un poco distinto en su funcionamiento al resto de las instituciones públicas, tiene otro dinamismo que recuerda al de una empresa privada, ¿por qué te parece que sucede eso? "Cuando el teatro reabrió, luego de estar cerrado durante seis años —por la intervención edilicia más importante que tuvo en toda su historia—, se empezó de cero, se contrató nuevo personal. El que había en esos años se redestribuyó, con sus aciertos y sus errores, y luego se hizo concurso para cada una de las áreas y se mapeó desde otro lugar. Somos una empresa municipal, nuestros sueldos y nuestro funcionamiento está sostenido 100 % por el gobierno departamental". Recuerda que al mes de reabierto el teatro, la encargada de atención al público le pidió un día libre, porque durante el mes entero no habían parado. "Estábamos en una vorágine tal que habíamos venido a trabajar sábados y domingos visto como normal y nadie nos pagaba de más". Y aunque la vorágine ya pasó, el trabajo sigue siendo mucho y bien planificado. "En el Solís lo que tenemos es que decimos 'podemos hacerlo'. Siempre tratamos de decir que sí y después vemos cómo lo arreglamos. Tenemos un sí fácil. Hay una cosa en eso que nos hace parecer menos burocráticos". Sin embargo, también se rigen por muchos protocolos de funcionamiento, que les han valido la certificación en calidad ISO 9000 en el área de Mantenimiento y para este año esperan conseguir la de Atención al público.

¿Cuánto cuesta mantener un teatro así? "Cuesta un montón, pero esos datos no te los puedo dar". ¿Se llega a recuperar algo? "Algún porcentaje sí, lo que pasa es que estos teatros no son rentables, por eso el teatro público tiene que hacer lo que el teatro independiente o comercial no puede. El gran valor que tenemos son los elencos estables, que están subvencionados: la Comedia Nacional, la Orquesta Filarmónica y la Banda Municipal. Mantener los cuerpos estables es caro, pero es caro si no llega al público".

Depende del ángulo

El éxito de un teatro se puede medir por las entradas vendidas, por las críticas, por la prensa conseguida, por los talleres y por una infinidad de factores más.

En el Solís lo que se busca es generar espacios y actividades que potencien y sean consecuencia del hecho artístico. Esto se logra, por ejemplo, generando talleres cuando viene un director, coreógrafo o compañía extranjera, brindando charlas previas a la temporada de ópera, editando material audiovisual de los espectáculos o hasta generando una exposición de vestuarios. "Medir el éxito o el fracaso a veces tiene que ver con qué objetivos te planteaste. Una cosa fracasa o es cara cuando no la ve la gente, cuando no es de buena calidad, por eso tratamos de generar ese tipo de acciones pensadas para maximizar lo que hacemos".

¿Qué significa el arte en tu vida? "Yo no me imagino no cantando cuando me baño, no viendo una película, un recital, una obra de teatro o una exposición. Son parte de esa canasta básica. Las artes me ayudan a pensar, a visualizar, entonces no me imagino sin ellas y eso que no soy buena artísticamente. Me encanta ver lo que otros hacen y poder relacionarlo con lo que me pasa a mí o con lo que quiero que me pase. Hay artistas que son capaces de tomar la temperatura de lo que está pasando, de las preocupaciones que están en boga en su tiempo y producen arte. El arte sirve para eso, no me lo imagino fuera de mi vida".

Y la expresión de sus ojos adopta un brillo especial y se transforma cuando pasa a describir el siguiente momento: "Me encanta cuando el público ya está en la sala, cuando sabés que ya está todo listo, se apaga la luz y empieza la función. Ese momento... Es un segundo, casi inasible. Estás sentado y estás predispuesto a aceptar el juego de que lo que va a pasar en el escenario es real; te puede gustar o no, pero lo aceptás. Ese segundo es maravilloso, porque después ya está. Nosotros brindamos las condiciones de comodidad y seguridad para que la recepción sea la mejor. Trabajamos para que el margen de incertidumbre sea más pequeño y uno se arriesgue a disponer de su tiempo y su dinero para venir a instalarse a ver lo que le vamos a ofrecer. Ahí es, ese segundo". Y ese segundo del que habla Daniela es la condensación de su trabajo y el de su equipo, de la preparación de años de los artistas, de los meses de ensayo y de las horas de nerviosismo previo. Se apagan los celulares, se contiene la respiración y se abre el telón, porque el espectáculo está por comenzar.

Quiero arte

"Hay una teoría de consumos culturales que habla de una demanda inelástica. Si vos comés mucho dulce de leche te empalagás y no querés más. Pero si vos ves espectáculos en vivo, vas especializando más el ojo, querés verlos y ver qué te aportan".

¿Y qué pasa con la gente a la que no le interesa ir al teatro? ¿Hay forma de atraerla? "Vos podés subvencionar la oferta —los elencos estables— o la demanda, que tiene que ver por ejemplo con la tarjeta Montevideo Libre o con los Fondos Concursables para la Cultura. Lo fundamental de lo que pasa ahí es la mediación. Yo puedo decir que en 11 años pasaron casi 3 millones de personas por el Solís y es cierto (y es un buen número), pero sospecho que esos números no son de personas distintas. ¿Cómo llegar a los otros? Hay un link muy necesario entre las artes y la educación, ese vínculo tiene que estar y no solo por bachilleratos artísticos, tiene que estar antes y tiene que formarse".

"Mi generación aprendió a estudiar sentado, derecho, en escritorio, escribiendo y mirando, hoy por ejemplo, mi hijo, que pasó con 9 de 5to de liceo, estudia tirado en la cama, con la tele y la computadora prendida, chateando con el celular. Estudia y le va bien, y hace un bachillerato internacional. Están acostumbrados a trabajar desde ese lugar y a esos chiquilines les decís que vengan al teatro, que se sienten y que dejen por fuera todo su comportamiento habitual para ver lo que pasa en el escenario, que es lo maravilloso, y es muy difícil".

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