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Dijon, la aldea navideña que se resiste a los "chalecos amarillos" franceses

Para la gastronomía de esta ciudad conocida por su espíritu navideño, la irrupción de los “chalecos amarillos” es una noticia agridulce
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23 de diciembre de 2018 a las 05:03

Mirea Rom - EFE

Los empresarios de la ciudad francesa de Dijon, en la que el comercio minorista representa el 40%, son uno de los pocos colectivos del país que se atrevieron a alzar la voz contra los denominados “chalecos amarillos”, y les piden que no los empujen a la precariedad con la que pretenden acabar. 

“El movimiento ha podido ver más o menos satisfechas sus demandas, pero llegó el momento de parar porque la gente tiene que trabajar”, aseguró el presidente de la Cámara de Comercio e Industria de la Côte-d’Or (este de Francia), Xavier Mirepoix.  

Según la organización, las movilizaciones han ocasionado una pérdida del 40,3 % del volumen de negocio en los comercios de la periferia y del 37,6 % en los del centro, cifra que la Federación de comerciantes y artesanos del centro de la ciudad eleva a un 55 %.

“El balance es catastrófico. Aunque el pasado sábado los manifestantes fueron menos numerosos y más pacíficos, los consumidores no salieron por miedo”, señaló el presidente de esta asociación, Denis Favier.

Algunos pequeños empresarios, añadió, se plantean cerrar o recurrir al paro técnico si no logran recuperarse pasadas las fiestas.

Luego de los dos primeros sábados de protestas -que comenzaron hace un mes-, cuando el apoyo ciudadano a los “chalecos amarillos” llegaba hasta el 75 %, estas dos organizaciones alertaron públicamente del grave impacto de las manifestaciones, sobre todo para los pequeños comerciantes.

Entre los más perjudicados están quienes regentan una caseta en los mercados de Navidad, que alquilan confiando en obtener alrededor de un 40 % de sus beneficios anuales.

Es el caso de Philip Moreau, instalado en la calle de la Libertad, muy cerca de la sede de la Prefectura donde algunos “chalecos amarillos” quemaron coches y contenedores el pasado 1 de diciembre. Moreau, según relató, se desplaza dos veces al año a París para adquirir sus objetos de decoración, pero en enero rebajará notablemente la inversión porque todavía le queda gran parte del stock.  

En la plaza de la República, Léa Ravera tuvo que dejar de servir vino caliente, uno de los productos por los que es conocida la región, cuando la policía lanzó gases lacrimógenos contra los manifestantes que quemaban árboles de Navidad decorativos.

Aunque muchos comerciantes y artesanos de Dijon aseguran entender e incluso compartir las reivindicaciones de los “chalecos amarillos”, reclaman que las protestas pasen de largo de sus establecimientos y ocupen el terreno político.

Si en algo coinciden todos es en que será prácticamente imposible recuperar unas pérdidas que en todo el país ascienden a 2 mil millones de euros, según el Consejo nacional de centros comerciales.

Asimismo, los cinco últimos sábados el tranvía y los autobuses de la ciudad desviaron su ruta para evitar parar en el centro, con lo cual “la gente no se podía desplazar libremente”, señaló Ousmane Balde, que vende productos típicos de la gastronomía de Borgoña.

Para intentar paliar esta crisis comercial, el ministro de Economía y Finanzas, Bruno Le Maire, anunció diversas medidas como una mayor flexibilidad para las empresas en el pago de impuestos y en la concesión de créditos a corto plazo.

Una “rara avis” en esta disminución de la actividad es Vincent Hubert, propietario de un bar de cervezas unas calles más al sur, que vio cómo su caja engordaba hasta un 15 % más las jornadas de protesta. Sabiéndose “un caso aparte”, lo atribuye al hecho de que los “chalecos amarillos” no ocuparon esta parte de la ciudad y que sus manifestaciones terminaron aproximadamente a la misma hora que él levanta la persiana. 

En cualquier caso, el efecto disuasorio de las protestas, junto con el atentado en Estrasburgo del pasado 11 de diciembre, han enrarecido el espíritu navideño de esta ciudad que, conocida como la de los cien campanarios, se esfuerza por contagiar con luces y decoración. 

“Los ‘chalecos amarillos’ perjudican el comercio local y luego compran a multinacionales que no pagan impuestos en Francia. Es un disparo al pie”, se quejó Guy Carbilled, fundador de una de las pastelerías más antiguas de esta ciudad de 150 mil habitantes. Sus dos establecimientos, uno en el centro y otro junto a una rotonda ocupada por los “chalecos amarillos”, fueron sorprendidos en el corazón de las protestas. Otros manifestantes arrancaron y quemaron la puerta de su antiguo local, situado en la calle de la Prefectura. 

A pocos días de Navidad, comerciantes y artesanos confían en el fin de las movilizaciones y en las compras de última hora, pero reconocen que este año la cuesta de enero va a ser especialmente dura.

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