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El desafío de conservar joyas audiovisuales

El Archivo Nacional de la Imagen y la Palabra del Sodre tiene más de 100.000 negativos fotográficos, 5.000 rollos de películas, 2.000 videos en DVD, U-Matic y VHS, y cientos de grabaciones de voces
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13 de septiembre de 2013 a las 20:00

Sergio Leone tenía una cuenta pendiente. Por el año 1985, el director italiano ya ostentaba el título de rey de las spaghetti western y era un aclamado cineasta. Sin embargo, tenía una espina audiovisual que lo aquejaba. Su padre, Vincenzo Leone, más conocido como Roberto Roberti, había sido realizador en la época del cine mudo italiano, y su hijo Sergio tenía en el debe ver su obra más importante, La condesa Sara (1919).

Durante un festival que incluyó un homenaje a Roberti, Leone confesó jamás haber visto la película de su padre, cuyos rollos originales estaban perdidos. En ese momento, un señor argentino, que recién había asumido como subdirector del Archivo Nacional de la Imagen en Uruguay, pidió para hablar: “Nosotros en Montevideo tenemos una copia”.

Al año siguiente, La condesa Sara se proyectó en el festival italiano con Sergio Leone como principal espectador. La anécdota la cuenta con orgullo Juan José Mugni (64), actual director del Archivo Nacional de la Imagen y la Palabra, y es una de las grandes satisfacciones que ha experimentado este funcionario en sus más de 30 años de trabajo en esta dependencia del Sodre, encargada de la conservación, preservación y acceso de sus colecciones audiovisuales.

La historia del Archivo comienza con Cine Arte del Sodre el 16 de diciembre de 1943. Este emprendimiento que inició como cineteca cumplirá 70 años en 2013. “Es la institución pionera a nivel latinoamericano de difusión de cine cultural. Fue la primera institución de Uruguay dedicada a eso”, destaca Mugni en referencia al valor histórico del centro.

Cine Arte se encargó de coordinar importantes muestras y festivales internacionales de cine documental y experimental, que se hicieron principalmente entre la década de 1950 y 1970. Luego del incendio del Estudio Auditorio en 1971, la actividad declinó.

La voluntad por archivar material gráfico en Uruguay había surgido en 1912 con la creación de una sección de fotografía dentro del Ministerio de Industria, que fue lo que dio comienzo a una colección de fotografías de las obras del Estado uruguayo. Este archivo pasó a depender del Ministerio de Relaciones Exteriores con el nombre División Foto-Cinematográfica, fue transferida al Ministerio de Instrucción Pública en 1935, para ser finalmente incorporada al Sodre en 1960.

En su trayectoria, la Foto-Cinematográfica llegó a reunir unas 100.000 placas fotográficas de gran valor histórico. La mayoría de ellas son negativos en vidrio. En el año 1985, por una resolución del Consejo Directivo del Sodre, la División Foto-Cinematográfica se integró con el Departamento Cine Arte, que pasó a llamarse Archivo Nacional de la Imagen, dado que al material fílmico se agregó el fotográfico.

A comienzos de 2013 el Sodre reunió todos los acervos audiovisuales bajo una sola dependencia y anexó al Archivo de la Imagen el Museo de la Palabra.

El Archivo tiene hoy en su colección más de 100.000 negativos de fotografías, 5.000 rollos de películas extranjeras y nacionales, 2.000 videos en formato DVD, U-Matic y VHS, y 2.000 grabaciones de voces en formato digital. Estas últimas conforman una colección de voces de diferentes personalidades de la cultura uruguaya, desde políticos y presidentes hasta artistas.

Todos los materiales están a disposición para consulta del público, incluso para reproducción personal o comercial si así se desea, y para eso existe una tabla con precios relativamente accesibles.

A lo largo de su historia, el Sodre fue produciendo y adquiriendo de diferentes formas sus materiales. La colección más significativa fue la obtenida del poeta Fernando Pereda, un filántropo y un coleccionista de filmes. Él hizo un gran archivo del cine mudo europeo en particular, con copias originales. “Muchas de las restauraciones de los filmes que se pueden conservar, en parte, se deben a esa voluntad de él de conservar esas películas, cuyos originales tenemos y compartimos obviamente con la comunidad internacional”, explica Mugni.

El valor que recibió el Sodre con la donación de Pereda “llevó a hacer convenios con otras cinetecas que podían hacerse cargo no solo de la conservación física, sino más bien de la restauración de las películas”, cuenta Mugni. Uno de estos convenios fue con la Cineteca de Bologna, una gran referencia del cine en Europa. Así fue que por ejemplo el Archivo contribuyó a completar la película Tres páginas de un diario (1929), del cineasta alemán Georg Wilhelm Pabst, uno de los realizadores más importantes del cine mudo alemán.

Mugni sabía que en Montevideo había fragmentos de esa película que no coincidían con lo que decía el guión original. “Había un desfase, un rollo entero que no estaba en la copia que decían era la definitiva”. Según relata Mugni, no le creían que lo que contaba fuese así. Pero efectivamente era parte de la película, solo que no figuraba en el guión definitivo en Alemania porque la censura no había permitido esas escenas, que sí llegaron a Uruguay.

“Me invitaron a Bologna a hacer la presentación de la película restaurada. Se hizo todo un programa de homenaje a Pereda”, recuerda Mugni.

El Archivo también tiene materiales uruguayos muy antiguos. El director destaca la colección de Carlos Alonso, un realizador de los años de 1920 y 1930 que “hizo la película más destacada del cine mudo uruguayo: El pequeño héroe del Arroyo de Oro, un filme basado en la mítica historia del niño Dionisio Díaz.

La hija de Alonso donó todo el acervo fílmico al Sodre. Allí hay colecciones de películas del interior de Uruguay a fines de los años de 1920, “lo cual da una idea muy clara de lo que es la vida en esa época”, dice Mugni.

Además de los archivos audiovisuales, el Sodre cuenta con un sector de documentación con una biblioteca especializada en cine. A su vez, hay una colección de aparatos que muestra la evolución de los proyectores y las cámaras desde el inicio del cine.

Visibilidad y conservación

El Archivo Nacional del Sodre tiene en su misión, además de conservar y preservar, difundir la producción audiovisual nacional y extranjera. En esta línea, organiza ciclos y encuentros para que el público pueda acceder al cine.

“La labor nuestra de difusión tiene que ver con darle visibilidad y que la gente conozca más el archivo y que por ende pueda hacer uso de sus riquezas y colecciones”, dice Mugni, quien sostiene que todavía sus usuarios siguen siendo bastante especializados.

La tarea de difusión del trabajo del Archivo es “muy gradual” ya que “debe ser acompañada por la digitalización”, opina el director. Este es el gran desafío de la conservación actual. La digitalización ya se emprendió en la colección fotográfica. Se están escaneando los negativos que se consideran tienen mayor demanda o corren algún tipo de riesgo. “Es una labor un poco lenta, porque son volúmenes muy grandes”, afirma Mugni, a lo que se suma la necesidad de contar con más personal para realizar estas tareas. “Los negativos en vidrio tienen una excelente resolución. Es muy importante conservar en la máxima calidad posible”, apunta el funcionario.

El Sodre no dispone actualmente de un servicio de digitalización de películas. Hay distintos planes que se están haciendo a nivel colectivo desde el Instituto del Cine y Audiovisual del Uruguay (ICAU), la Comisión del Patrimonio, entre otras. La clave, para Mugni, es establecer un plan de digitalización de los materiales fílmicos, dado que “es un problema común a los demás archivos fílmicos que existen en Uruguay”. Y pone el ejemplo de Cinemateca Uruguaya, que tiene el volumen más grande de títulos y también debe lidiar con eso.

La digitalización fílmica no se ha concretado porque tiene costos muy elevados y porque a nivel nacional es realmente difícil conseguir la tecnología necesaria para esa tarea. Este problema significa un dolor de cabeza, no solo para los archivos uruguayos, porque el avance de la tecnología es tan rápido que cuando uno se compromete con un sistema de digitalización, un soporte o un formato, puede mutar a un ritmo que se hace muy difícil acompasar.

“La idea de hacer un plan nacional sobre estos temas es lo más sensato, porque es unir todos aquellos que tengan esa problemática”, dice. De hecho, los principales interesados en digitalizar archivos fílmicos se están reuniendo para proponer un camino viable y efectivo.

“Los que tomaron la iniciativa en material nacional fue el ICAU. Concretamente estamos trabajando en las primeras películas que se van a digitalizar este año”, dice Mugni. Los títulos seleccionados son José Cúneo, trayectoria de un pintor, de Eugenio Hintz, y La ciudad en la playa, de Ferruccio Musitelli.

La conservación digital plantea un gran desafío ya sea para convertir películas a ese formato o para archivar la producción actual.

“Hay controversia. No hay un criterio unificado”, sostiene Mugni, quien cuenta que el Archivo del Sodre pertenece a la Federación Internacional del Archivos de Films (FIAF) desde 1963 y a la Coordinadora Latinoamericana de Archivos de Imágenes en Movimiento (CLAIM), y todos comparten las mismas inquietudes.

Lo único que se sabe que los formatos digitales, archivados en discos duros o similares, deben ser migrados cada dos años.

Esto plantea el interrogante sobre qué va a suceder con los materiales creados en la era digital. Ya se sabe que los rollos han durado 100 años, ¿pero cuánto puede durar un DVD o un disco duro?, se cuestionan Mugni y los expertos del mundo entero. Por ahora, las productoras más conscientes conservan sus trabajos en digital y en el formato poliéster de 35 mm. Más allá de lo que suceda con la copia digital, saber que se tienen los negativos es hoy en día la mayor garantía de conservación.

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