En las semanas previas al balotaje, las encuestas marcaban que había un porcentaje muy importante de ciudadanos que no querían dar a conocer su voto para la elección y que se ubicaban en el rango entre "indecisos" y "voto en blanco". Este último, especialmente, parecía ser más alto de lo que tradicionalmente suele ser en la Argentina y parecía expresar la tensión de muchos votantes —sobre todo de Juntos por el Cambio— que se debatían entre el miedo o la incertidumbre que les provocaba la figura de Javier Milei y su deseo de cambio, de que no continuara gobernando el peronismo.
Lo cierto es que quizás muchos de ellos ya lo tenían decidido de antemano y, en los últimos días antes de la elección, se empezó a notar un desplazamiento de votantes del "blanco" o "indeciso" hacia la opción por La Libertad Avanza. Con los resultados puestos es evidente entonces que la voluntad de cambio terminó imponiéndose y estoy convencido de que la velocidad del acuerdo entre Javier Milei y Mauricio Macri, el llamado "pacto de Acassuso", fue determinante para entender ese flujo casi total de los votantes de Juntos por el Cambio hacia los libertarios.
La reacción de los candidatos en la noche de ayer fue dentro de lo esperable para una elección de este tipo. Sergio Massa rápidamente aceptó la derrota y eso a priori siempre es algo que favorece la salud del sistema. Pero de su discurso surgen también dos interrogantes: por un lado, su supuesto retiro o abandono de la actividad política.
No está claro el significado de esa expresión si tenemos en cuenta que Massa es un político joven aunque de larga trayectoria, que quizás esté cansado del trajín de la política, pero a quien cuesta imaginar demasiado alejado de ella. Por el otro, los dichos de Massa acerca de que a partir de hoy todo está depositado en la responsabilidad del presidente electo sumado a las versiones que desde anoche sugerían su intención de pedir licencia de su cargo en el Ministerio de Economía, esos son puntos negativos para remarcar.
Por el lado de Javier Milei, escuchamos un discurso clásico de un candidato ganador: hubo una convocatoria a ampliar su coalición política y a nuevos dirigentes con la intención de ampliar su base de sustentación y de recrear expectativas favorables. Y también algo frecuente en los políticos argentinos, que suelen imaginar su gobierno o su llegada al poder como el comienzo de una etapa fundacional o un cambio de época.
En todo caso, más allá de esto hay que ver cómo consigue Milei reforzar concretamente su coalición, cómo converge su mirada con la de Mauricio Macri en la afirmación taxativa de que el cambio debe ser drástico y no gradualista. La idea de que la Argentina necesita reformas urgentes y que tienen que ser realizadas ahora es uno de los temas centrales de la agenda del nuevo gobierno y por dónde van a surgir las tensiones o resistencias más importantes en los primeros meses.
Es de suponer entonces que este nuevo gobierno del presidente Milei arrancará con una agenda de cambio muy profundo, de transformaciones muy radicales, que sin dudas necesitará un plan de ajuste y de estabilización de la economía, lo cual generará algún tipo de conflictividad social de la cual todavía no tenemos dimensión. En este sentido, serán fundamentales dos aspectos: qué forma le dará Milei a su gobierno a partir de su coalición electoral y cómo construye mayorías parlamentarias para llevar adelante su agenda.
Otras cuestiones importantes serán los soportes institucionales de su gobierno, su relación con los medios de comunicación, con el mundo empresarial y con el mundo del trabajo. Cuando todo eso esté más definido, tendremos una idea más clara de cuál va a ser la forma en que Javier Milei administrará su presidencia y su relación con esta sociedad a la que deberá pedirle grandes sacrificios.
Finalmente, otra cuestión importante a analizar será la relación de Milei con Juntos por el Cambio, una fuerza política que como coalición seguramente no existe más, pero con una cantidad importante de dirigentes que podrían sumarse al gobierno. Veremos entonces cómo administra Milei su relación con el ex presidente Macri: sabemos que en la Argentina no hay espacio para bicefalismo, para dos presidentes en un cogobierno. La autoridad presidencial nunca puede ser puesta en duda en nuestro país.
Desde luego, si el gobierno funciona bien seguramente no veamos ningún cuestionamiento al respecto. Pero si la nueva administración no da sus primeros pasos con firmeza, se muestra dubitativa o trastabilla, seguramente ahí empezaremos a ver cómo afloran inevitablemente las tensiones. Será algo para observar entonces más en el mediano o largo plazo.
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