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El número de la crueldad: 1.000 feminicidios en España

Desde 2003 hasta el 14 de junio se contabilizaron oficialmente 1.000 feminicidios, aunque la sociedad civil estima que la cifra es mayor
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23 de junio de 2019 a las 05:00

Por María García Arenales

A veces es necesaria una cifra redonda para comprender la magnitud de un drama. En el caso de los feminicidios en España, que se registran de manera oficial desde 2003, ese número alcanzó la semana pasada los cuatro dígitos: 1.000. Un millar. Una figura que oculta muchas más cosas: mil mujeres muertas porque otros mil hombres decidieron terminar con sus vidas por el hecho, precisamente, de que eran mujeres. Ese uno y tres ceros simbolizan en toda su crueldad la violencia machista que azota la sociedad española.

La primera mujer que entró en ese recuento de víctimas de violencia de género fue Diana Yanet Vargas, colombiana de 28 años, a la que su pareja arrojó al vacío desde un balcón. Era el año 2003 y una España que todavía relacionaba la violencia machista con el ámbito doméstico y aún no era consciente de lo que ocurría detrás de la puerta de muchas casas.

El último feminicidio, que hace el millar de esta serie, se produjo el 14 de junio, cuando Salvador Ramírez mató a Ana Lucía da Silva, brasileña de 49 años, cuyo cadáver presentaba heridas de arma blanca. Ramírez, quien se encontraba en libertad condicional, había sido condenado en 2004 por matar a su anterior pareja. Esta vez, sin embargo, no pasará por la cárcel porque decidió suicidarse tras el crimen.

El gran cambio con respecto a cómo se percibe la violencia machista en España es que, a día de hoy, el país ha entendido que no se trata de un problema privado, sino de una lacra pública que, por lo tanto, afecta toda la sociedad;  sin embargo, queda un largo camino por recorrer.

A finales de 2004, España aprobó la Ley de Protección Integral contra la Violencia de Género. Fue un hito histórico, que se reforzó cuando  en 2017 el Congreso dio luz verde a un pacto de Estado para combatirla, pero estas medidas no han sido todo lo efectivas que debieran, ya que aún faltan por implantar más de la mitad de las 214 medidas que entonces acordaron los grupos parlamentarios de la Cámara baja. 

Muchas más de 1.000

Por terrible que parezca la cifra de 1.000 víctimas, la triste realidad es que la estadística de la violencia de género en España supera con creces ese millar de casos, pues el registro que elabora el gobierno solo contabiliza como víctimas oficiales a las mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas sentimentales, a diferencia por ejemplo de Uruguay, que no lo limita a ese ámbito.

Un ejemplo que evidencia esa situación fue el reciente caso de la joven Laura Luelmo, una profesora que fue asesinada en diciembre de 2018 por un hombre al que no conocía. Luelmo se había trasladado a vivir un pueblo de Huelva (sur) para comenzar a dar clases y, cuando apenas había transcurrido un mes, su vecino, Bernardo Montoya, con quien no mantenía relación alguna, la mató. Al no haber tenido una relación de pareja, esta mujer no entró en el registro oficial de mujeres víctimas mortales por violencia de género.

“En realidad son muchas más (víctimas) porque hay mujeres asesinadas por familiares, por desconocidos, por sus clientes en el caso de mujeres que ejercen la prostitución, y ellas también deberían entrar dentro de esas estadísticas porque las asesinan por ser mujeres”, explica a El Observador la psicóloga española Marisol Rojas, especializada en violencia de género.

Se trata de una situación que difícilmente se solucionará “si no se va a la raíz del problema, que es el sistema patriarcal que nos educa de una manera machista y crea una desigualdad en la sociedad”, añadió Rojas, quien trabaja en un servicio municipal atendiendo a mujeres que sufren violencia machista. 

Mucho antes que Diana Yanet Vargas, Laura Luelmo o Ana Lucía da Silva, miles de mujeres han sido asesinadas en el país. Y si hay un caso que marcó un antes y un después en cuanto a la visibilización de la violencia machista en España, es el de Ana Orantes, una mujer que sufrió malos tratos por parte de su marido durante más de 40 años y contó su situación en un programa de televisión.

Era 1997 y Ana Orantes se había separado de su marido, aunque se vio obligada por un juez a residir en la misma casa que su agresor, que estaba dividida en dos partes.

Trece días después de que relatara su experiencia en televisión, su exmarido la asesinó quemándola viva en el patio de la casa.

Los medios de comunicación no tuvieron más remedio que hablar de esta problemática tan escondida como extensa. La presión de organizaciones de mujeres hizo, además, que se creara un  plan de acción contra la violencia doméstica y que se modificara el Código Penal.

Cifras que no coinciden

Según las estadísticas que elabora la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, en 2017 fueron asesinadas 51 mujeres y en 2018 hubo 47 feminicidios, mientras que en este primer semestre se contabilizaron 25.

Sin embargo, organizaciones como feminicidio.net, que se autodefine como un observatorio de la sociedad civil organizada que documenta y visibiliza esta problemática, registran cifras más elevadas. Esto se debe a que aplican criterios diferentes y consideran feminicidios, por ejemplo,  los casos de mujeres asesinadas por familiares y otros que están siendo investigados. Según los datos de esta plataforma, hasta el pasado 14 de junio, los crímenes machistas ascienden a 41.

Estos números han provocado una verdadera alarma social, reforzada por el auge del movimiento feminista, que en España ha tenido expresiones de protesta contundentes como las huelgas del 8 de marzo. Para atajar la situación todas las partes implicadas admiten la necesidad de implementar nuevas estrategias. La pregunta a responder es cuáles serían.
En ese sentido, Rojas señala que algunas de ellas  tienen mucho que ver con la educación.

“La educación en igualdad en las escuelas es fundamental, empezando por utilizar un lenguaje inclusivo y por revisar los libros para poder dar visibilidad a las mujeres. En cuanto a la sexualidad, también se debería promover una educación emocional y afectivo-sexual”, indica.

La abogada también apunta a la formación en violencia de género de jueces, juezas y cuerpos de seguridad del Estado para que no solo tengan en cuenta la violencia física y la psicológica, que son la más habituales pero no las únicas. 

Sin embargo parece claro que el fin de las violencias machistas está íntimamente ligado a un cambio hacia una sociedad más feminista, donde tanto hombres como mujeres sean socializados superando los parámetros que históricamente ha impuesto el patriarcado. Esto despierta el rechazo de amplios sectores conservadores, que han reaccionado a la toma de conciencia generalizada con agresivas campañas de comunicación. La máxima expresión de este rechazo se pudo ver en la irrupción del partido ultraderechista Vox en las últimas elecciones españolas, con un programa que contiene medidas claramente machistas.

Mientras tanto, las mujeres siguen siendo asesinadas en una espiral de violencia que parece inatajable. 

El drama de la región
En América Latina se encuentran 14 de los 25 países con mayor número de feminicidios del mundo.
Un estudio de la Cepal mostró que al menos 2.795 mujeres fueron asesinadas en 2017 (último dato disponible sobre el conjunto de la región) por razones de género en 23 países de América Latina y el Caribe. Si se compara la tasa por cada 100 mil mujeres, el país de la región donde más mujeres son asesinadas por el simple hecho de serlo es El Salvador: 10,2 feminicidios por cada 100 mil. En términos absolutos, Brasil figura en la lista como el país con más homicidios de mujeres (1.133), seguido de México (760).
En Uruguay, en tanto, la tasa de feminicidios es de 1,3 asesinatos por cada 100 mil mujeres, mayor a la de Argentina (1,1), Brasil (1,1) y México (1,2). En 2018, en el país hubo 39 feminicidios, según datos de la Coordinadora de Feminismos. 

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