Ilustradores for export

La profesión del ilustrador y el historietista en Uruguay es tan vieja como la prensa escrita. Ha ido evolucionando hasta romper las fronteras físicas gracias a internet, con nuevos códigos y las responsabilidades de siempre, que permiten que un puñado de uruguayos trabajen para el extranjero sin depender de la prensa

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25 de julio de 2018 a las 05:00

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[Por Matías Castro]
Sin ostentaciones sostienen sus lápices, que a veces son digitales. Sin glamour, trazan sus líneas y les dan vida a sus personajes. Sin fama, salvo la virtual para algunos de ellos, trabajan con constancia, a veces cómodos y a veces los siete días de la semana encerrados en sus estudios. De este modo, un puñado de dibujantes uruguayos entre los que se encuentran Lumaga, Christian Duce, Richard Ortiz, Matías Bergara, Mariana Mintegui, Martín Ansín y Daniel González, convirtieron aquello de ser el dibujante de la clase en un oficio y profesión a tiempo completo o casi.

Carreras inesperadas

Daniel González tiene 55 años y desde hace más de seis se dedica a las historietas con continuidad profesional, aunque las dibujó desde los tiempos de la revista escolar Patatín y Patatán, a comienzos de los ochenta. Casi toda su carrera, en realidad, pasó por el mundo de la publicidad en Uruguay y España. "Nunca me sentí publicista", dice. En estos años ha alternado sus trabajos de historieta entre la exigente editorial francesa Paquet y sellos estadounidenses, como Image, Marvel y Wildstorm. "Ni siquiera de niño soñé con esto", cuenta González, que vive ahora en Durazno. Desde hace algunos años viene dibujando la serie Double Deux, con el guionista Pascal Davoz, para la editorial Paquet, de Francia. Se trata de un trabajo de reconstrucción histórica que exige gran fidelidad, ya que la trama transcurre a lo largo de varias décadas y apunta a lectores exigentes y detallistas. González, además, trabaja para esto con los plazos que permite parte de la industria editorial francesa, es decir, a su propio ritmo y con poco apremio para cerrar y publicar.

Por eso mismo, en el ínterin, ha colaborado con Christian Duce en varios cómics para Estados Unidos, cuya industria editorial exige entregas mensuales y un ritmo de producción intenso. "La serie Cyber Force fue la primera que hice en Estados Unidos y me resultó un trabajo un poco complejo porque me exigía seguir el estilo gráfico de Duce. Pero como el suyo es similar al mío me divertí porque me sentí libre, ya que en comparación con el trabajo para Francia no necesitaba documentación", cuenta.

Double Deux requiere que esté constantemente buscando referencias sobre los detalles más pequeños de vehículos, vestimenta o arquitectura de cada época. "Por ejemplo, el último capítulo que me llegó se desarrollaba durante la competencia de las 24 Horas de Le Mans, con motos GP. Lo que me tocó fue un trabajo más de diseño que de dibujo". Esa abundancia de información que tuvo que manejar, cuenta, ha ido en contra de la fluidez de su trabajo. "Con personajes como Batman y Red Robin fue distinto. Me abrió la cabeza pasar a hacerlos. Y, por otra parte, el hecho de trabajarlos en blanco y negro (el coloreado lo hace otro artista) te da otro respiro. Fue como recuperar la satisfacción perdida por el blanco y negro".

Christian Duce, quien le pasó a Daniel algunos de esos trabajos en Estados Unidos, tiene 37 años y casi toda su carrera profesional se ha desarrollado en ese mercado, dibujando solamente historietas. Su más reciente asignación es hacerse cargo de la serie de Flash. "Me sentía más cómodo con el estilo oscuro y gótico que usaba para Batman. Flash ha sido un reto, porque me exige dibujar el dinamismo, la velocidad o rellenar espacios sin utilizar sombras. De hecho, el guion me pide muchas veces que la ambientación sea luminosa. A decir verdad, estoy siempre en una búsqueda y siempre veo bueno el trabajo de los demás pero no el mío, porque es difícil abstraerse y ver lo de uno como si fuera ajeno. Me parece que cuando uno pierde ese motor de la disconformidad, encontró su techo. Estoy contento de no estar conforme", dice.

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Lumaga, seudónimo de Lucía Martínez, es protagonista de una historia algo distinta a la de estos dibujantes, ya que comenzó en el mundo de los videojuegos y hace un año saltó a trabajar en historietas que solo se publican online. De hecho, dentro de poco esa será su ocupación a tiempo completo, ya que acaba de firmar un contrato de exclusividad con el sitio Webtoons, quien quiere republicar su cómic Four Leaf.

Four Leaf es una historia de fantasía dibujada en un hermoso estilo manga, que trata sobre una chica que se considera rara y que busca su lugar en el mundo junto a su amiga Lina, la otra recién llegada a la escuela. Los primeros apuntes para esta historieta aparecieron cuando Lumaga cursaba la Escuela Nacional de Bellas Artes, en 2010. Cuatro años más tarde la empezó a publicar en su propio sitio web a su ritmo. Hoy ya tiene 140 páginas, que en parte deberá rehacer para la publicación en Webtoons.

"Empecé como autodidacta porque siempre me gustó dibujar", cuenta Lumaga, "Y así empezaron a aparecer trabajos cuando tenía 14 años y publicaba mis dibujos en internet". A los 18 años comenzó a trabajar para el programa La mano que mira, animando cortometrajes con el equipo de Tunda Prada. Lo constante para ella es que fue aprendiendo con la práctica, a medida que se le presentaban nuevos desafíos.

Después de esos años en La mano, fue contratada por un desarrollador de videojuegos en Estados Unidos, para el que hacía ilustraciones y, sobre todo, lo que se llama clean up, que es el proceso de limpieza de los dibujos que luego se animarán. Su siguiente parada fue con una empresa de videojuegos de Singapur, para la que estuvo trabajando hasta hace algo más de un año. Por la diferencia de los husos horarios, el trabajo con Singapur le exigió emplearse a contramano de los horarios uruguayos, así que podía tener teleconferencias y discutir sobre sus ilustraciones y diseños conceptuales a la medianoche.

A la par de eso, continuó publicando las páginas de Four Leaf al ritmo que podía. En cierto punto, la editorial online Golden Plume vio esas historietas y la contactó. Así, un año atrás, la contrataron para dibujar el cómic My My Tenshi Life, escrito por un guionista llamado T. R. Racki.

Viajes y exigencias

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Lumaga no viajó para entrevistarse con los editores que la contrataron ni con el guionista con el que colabora en My My Tenshi Life. Aunque su trabajo ha sido totalmente publicado en línea, tiene en común con el de Christian y el de Richard Ortiz —cuyos trabajos son publicados en papel— que la distancia física no es impedimento de nada.

En tiempos del dibujante Eduardo Barreto (1954-2011), en los años ochenta y noventa, viajar cada tanto era importante. Barreto, que trabajó para Marvel y DC Comics, y que fue durante muchos años el único uruguayo que vivía de hacer historietas a tiempo completo, debía participar de convenciones, visitar editores en sus oficinas y encontrarse con colegas periódicamente para gestionar nuevos proyectos. Al igual que sucedió con muchas otras tareas, internet cambió todo y la continuidad en el medio ya no depende de tener el dinero para viajar.

Daniel González vivió las dos etapas, ya que empezó en la era preinternet. "Lo de la publicidad era una salida laboral y la historieta estaba como una cuestión de hobby. Vivir de las historietas era una fantasía y yo no tenía plata para viajar a Estados Unidos a probar suerte". Sin embargo, el cambio de reglas que trajo internet le ha permitido dedicarse de lleno a las historietas sin moverse de su país.

"La continuidad tiene que ver con la responsabilidad, con cumplir con los plazos de entrega", dice Duce, sobre su experiencia personal. Para él es un trabajo que puede hacer desde su casa y por eso no viaja ni se involucra demasiado en el medio. "Creo que la calidad tiene mucho que ver. Pongo mucho trabajo por página y eso da buenos resultados. No termino un capítulo cuando los editores ya me hacen otro encargo. Eso me demuestra que la calidad tiene mucho que ver, pero sobre todo, el hecho de llegar a las fechas de entrega. Es fundamental que cuenten con que vas a cumplir, porque ese es uno de los grandes problemas del medio".

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Para Richard Ortiz, quien este año se dedica a ilustrar portadas de cómics de editoriales independientes de Estados Unidos, el mantenerse en la industria con continuidad no es solo cuestión de calidad gráfica. "Cumplir con las fechas de entrega es fundamental, así como también mantener una comunicación fluida con los editores", cuenta. En todos los años que lleva como dibujante profesional de historietas, entre Francia y Estados Unidos, nunca visitó convenciones ni tuvo entrevistas personales en editoriales.

En Francia publicó dos tomos de las aventuras del Capitán Nemo, con guiones de Pascal Davoz, para la editorial Clair de Lune. Con ellos trabajó a un ritmo más tranquilo, ya que los editores franceses suelen dar largos plazos para que los artistas entreguen sus álbumes dibujados. A diferencia de ellos, los editores estadounidenses exigen una producción mensual que lleva a que dibujantes, como su colega Duce, dibujen una página por día para poder cumplir. En Estados Unidos, Richard trabajó también para la DC Comics, ajustándose a esos plazos aunque por períodos más cortos, y ha alternado sus trabajos con distintos editores y personajes.

"El tema sería la permanencia –agrega Richard–. Si sos brillante o altamente competente, me imagino que la distancia no llegaría a jugarte en contra. Pero si sos un dibujante de un estilo fácilmente reemplazable, creo que sí sería importante el trato cara a cara con editores y guionistas para fortalecer los vínculos y tratar de compensar las carencias graficas por ese lado".

Aparte de esas exigencias, Christian Duce cuenta sobre otras: "No podés revelar nada de lo que vas haciendo hasta que los editores lo autoricen. Porque cualquier cosa que uno muestre puede ser visto como un avance de algo y puede provocar cosas que después se vean en la prensa. Incluso a veces te ofrecen asesoramiento y hasta defensa en casos de que haya hostigamiento por parte de fanboys a través de las redes sociales".

Artes y oficios

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"Consideraba que este trabajo era más bien una cosa de oficio hasta que fui a Bellas Artes –dice Lumaga–. Pasar por ahí me dio otra mirada con respecto a la comunicación usando el arte. Ahora creo que implica un poco de las dos cosas, de oficio y de arte. Es cómo llegar al otro y qué transmitirle. Cuando trabajo en cómic, siento que en lo que hago hay un porcentaje mayor de oficio que cuando hago ilustración".

La distinción entre arte, oficio y artesanía puede ser un poco borrosa en el mundo de la historieta e ilustración. Los egos y la fama pueden jugar algunas malas pasadas o desatar confusiones y hacer pasar por artistas a grandes profesionales del dibujo. De hecho, normalmente las revistas de cómics de Estados Unidos acreditan al dibujante como artista. También la industria, con sus plazos y producción seriada que lleva a que las piezas de la maquinaria sean reemplazables, puede menospreciar como simples dibujantes a creadores, que son artistas a su modo. "No encuentro que este trabajo sea artístico", dice Richard. "Lo considero un trabajo creativo, eso sí, pero que está bastante lejos del arte".

"Uno interpreta y pone la ambientación de lo que otros escriben y por eso tiene una parte importantísima en el cómo se cuenta la historia", dice Duce, quien ha tenido la posibilidad de trabajar con una gran cantidad de editores en distintas series y personajes. Insospechadamente, hace pocos meses recibió mensajes de lectores que le decían que habían llorado con una secuencia que dibujó para la serie de Flash.

"Pero ahí está el editor –agrega–, Opinando sobre las viñetas o comentando sobre la importancia de una imagen frente a otra de las que uno hace. No podría decir que lo que hago es arte, porque carece de lo que yo considero que es arte. Pero tampoco es solo oficio, porque implica cosas que tienen cierto valor artístico. El producto final es artístico, pero fruto de mucha gente y no de uno solo".

Otros pequeños mundos

Mariana Mintegui, más conocida como Maya Mint, es ilustradora freelance y analista en marketing y trabaja en ocasiones ilustrando videojuegos independientes. Martín Ansín empezó a fines de los años noventa como dibujante de historietas pero, con los años, se dedicó a ilustrar para prensa y también a crear afiches para coleccionistas que vende la empresa Mondo. Matías Bergara, por su lado, ha logrado cierto éxito con algunas de sus ilustraciones que se venden online, pero desarrolló su carrera como dibujante de historietas y acaba de lanzar en Estados Unidos una serie de fantasía llamada Coda.
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