Por David Castells - Quintana
Este domingo se cerró la visita del papa Francisco a Colombia. El papa visitó Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena, pero durante los cinco días que duró su visita paralizó al país entero, no solo a los miles de fieles que fueron a escucharlo o verlo pasar, sino a la prensa nacional y a todo el sistema político.
El papa eligió visitar Colombia en un momento crítico de la historia del país cuando se intenta dejar atrás más de medio siglo de conflicto armado con la guerrilla de las FARC (Fuerza Armadas Revolucionarias de Colombia). Tras varios años de negociaciones, enmarcado en el proceso de paz liderado por el presidente Santos, las FARC dejaron oficialmente las armas el pasado 27 de junio, y tomaron el largo y difícil camino de la reinserción a la sociedad civil. Días antes de la llegada del papa, las FARC decidieron en un congreso mantener sus siglas, pero ahora como partido político (Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común). Como partido, ahora las FARC harán parte de desarrollo político e institucional de Colombia.
Este proceso no ha sido fácil. El 2 de octubre del año pasado, con la victoria de los opositores en el plebiscito nacional convocado por el gobierno de Santos, quedó en evidencia la dificultad del proceso de paz con las FARC. Hoy, a millones de colombianos todavía les cuesta aceptarlo, y no están dispuestos a perdonar ni a ver a los antiguos guerrilleros en la escena política. Éxitos o fracasos aparte, el proceso con la FARC ha dividido a la sociedad colombiana. Tanto es así, que el nuevo reto del país es el de la reconciliación de todos los colombianos. Y ahí es donde precisamente la figura del papa, y su visita, se antojan como clave.
Colombia es aún un país fuertemente católico. La Iglesia sigue teniendo un papel fundamental en la política y la religión es utilizada constantemente por las diferentes fuerzas políticas como instrumento para ganar apoyos. En relación al proceso con las FARC, se da una situación que no deja de ser algo peculiar. El plebiscito mostró una relación entre los opositores al proceso con la ya ex guerrilla de origen comunista, y los partidos más conservadores con salientes católicas evidentes, como es el caso del partido del expresidente Uribe. Pero a lo largo de estos cinco días, los millones de fervientes religiosos, defensores del no a las negociaciones, han tenido que escuchar repetidamente por parte de su líder religioso una petición de reflexión, de perdón, de reconciliación, y de aceptación del proceso de paz.
Pasará algún tiempo antes de que pueda evaluarse con propiedad el impacto de la visita del papa. Pero por el momento, se puede asegurar que el Pontífice mostró a Colombia, y sobre todo a su Iglesia conservadora, un tipo de cristianismo muy diferente del que se difunde en las iglesias del país. La Iglesia católica tiene acostumbrado a los colombianos a dedicar sus intervenciones públicas a su lucha contra la educación sexual, la planificación familiar, el aborto, el matrimonio gay, la adopción de niños por parejas homosexuales o la eutanasia. Y auque el papa Francisco no se refirió directamente a los temas de moralidad que tanto obsesionan a la Iglesia de Colombia, centro su discurso en la paz, el perdón y la reconciliación, un tema igualmente incómodo para la institución.
Tras la visita del papa, el país ha de seguir por el camino que supone el post-conflicto, abordando también los grandes retos que aún persisten en cuanto a violencia, pobreza y desigualdad. Sin éxito en todos estos frentes, la paz difícilmente se instalará en Colombia de forma duradera. La duda en estos días es cuanto habrá calado las misivas del pontífice. ¿Se olvidarán rápidamente sus palabras, o perdurará el mensaje de perdón y reconciliación de Francisco?
David Castells-Quintana es un economista colombiano, profesor en economía de la Universidad Autónoma de Barcelona, especializado en economía internacional, economía urbana y desarrollo económico.
www.facebook.com/Latinoamerica21
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