El mundo recordó este jueves el 70 aniversario la explosión de la primera bomba atómica de la historia, en Hiroshima. El bombardeo destruyó todo lo que había a su alrededor, pero sus consecuencias se mantuvieron por efecto de la irradiación, y de los recuerdos. La historia de Japón quedó marcada por el bombardeo.
En la ceremonia en el Parque de la Paz de Hiroshima, a la que asistieron alrededor de 55 mil personas, el primer ministro japonés, Shinzo Abe: "Nosotros, los japoneses, somos las únicas personas que experimentamos el horror de la devastación nuclear, tenemos la misión de crear un mundo sin armas nucleares". Los líderes políticos de las ciudades reconstruidas de Hiroshima y Nagasaki han hecho campaña por un mundo sin armas nucleares. Abe, se comprometió a actuar en su contra, para ello, Japón presentará este año en la Asamblea General de la ONU una nueva resolución destinada a abolir estas armas.
El 6 de agosto de 1945, la fuerzas armadas estadounidenses lanzaron una bomba sobre la ciudad de Hiroshima. La cifra de muertos se estima en 140.000 personas. Tres días después el ejército volvió a bombardear en Japón, esta vez en Nagasaki, lo que produjo otras 75.000 víctimas. Fueron dos bombas decisivas para que Japón se rindiera ante la Segunda Guerra Mundial, el 15 de agosto de 1945.
"Fue un destello blanco plateado", recuerda Sunao Tsuboi, sobreviviente del bombardeo de 90 años.
Los edificios de piedra sobrevivieron a las altas temperaturas, pero llevaban impresos, como un negativo fotográfico, las sombras de las cosas y las personas carbonizadas frente a sus muros.
La onda de choque inicial generó ráfagas de 1,5 kilómetros por segundo que arrastraron con fuerza escombros y desgarraron a su paso miembros y órganos humanos, antes de volver a la zona cero. Entonces, un hongo nuclear empezó a elevarse por encima de la ciudad hasta alcanzar los 16 kilómetros de altura.
Tsuboi, entonces un estudiante universitario, se encontraba a unos 1,2 kilómetros del epicentro, cuando la explosión se lo llevó por delante. Al reincorporarse, su camisa, pantalones y piel colgaban de su cuerpo, donde las heridas abiertas dejaban los vasos sanguíneos al aire, mientras que parte de sus orejas habían desaparecido. Estaba cubierto de sangre y quemaduras.
"Nunca debieron lanzar la bomba, nunca debió de haber existido", es el mensaje que quiere enviar a todo el mundo, Leiko Ogura, sobreviviente de la explosión en Hiroshima. Todas las víctimas fueron honradas en la ceremonia con un minuto de silencio, que culminó con la liberación de gran cantidad de palomas blancas.
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