En el liceo 6 de Rivera hay un taller de robótica que funciona desde hace siete años. Allí, el profesor de ese taller, Marcelo Núñez, invitó a los alumnos a crear productos de prevención ante el covid-19. Así fue que crearon un dispensador de alcohol en gel automático y un tapabocas inteligente.
En general, todos los años los alumnos tienen como objetivo llegar con un proyecto para competir en las Olimpíadas de Robótica. Para que no se desanimen, Núñez les dijo: "Vamos a crear algo que ayude para la vuelta a clases. Si existe tienen que mejorarlo y, si no existe, mejor".
Uno de los grupos, llamado Stringl6, inventó el dispensador. A principios de julio, los estudiantes Bruno Oliva (17), Ahilén Mazondo (15), Anaclara Huberty (15) y Rocío Gómez (14), que están entre 3° y 5° año, fueron al liceo para recoger algunos kit de Lego que les da el Plan Ceibal para llevar adelante proyectos robóticos.
Si bien vieron alguno en internet, decidieron crear el suyo propio. "Tiene sensores de ultrasonido. Ve que hay un objeto adelante por lo que, al poner las manos a unos pocos centímetros, te tira alcohol", comentó en diálogo con Cromo. Los dispensadores fueron colocados en varios puntos del liceo como la cantina, el patio y en las puertas de ingreso al centro educativo.
Para llegar al resultado final, hay un proceso de programación y de ensamblaje que no les llevó más de 15 días. "Trabajamos a distancia cada uno con diferentes kits para mantener el distanciamiento social. Hacíamos reuniones a través de videollamadas para llegar al resultado final", comentó Oliva.
Este aparato utiliza un chip microbit, un pequeño rectángulo de cuatro centímetros cuadrados. Se trata de una tecnología muy utilizada en el mundo de la robótica educativa. La tecnología, que es programable, tiene incluida varios sensores: giroscopio, sensor de luz, de temperatura, transmisor de radio y bluetooth. Dependiendo del proyecto que se trate, los estudiantes eligen aprovechar alguno de ellos.
Eligieron aprovechar el sensor de temperatura para saber si alguno tiene más 38 grados. El trabajo, realizado por Camilo Cal, Juan Macedo y Bruno Leal, que les llevó un mes de desarrollo, alerta al usuario cuando supera ese umbral con una luz LED y el número exacto.
En el medio del procedimiento se enfrentaron a algunas dificultades. Una fue que el microbit, al ponerlo adentro del tapaboca, pierde un poco de aire. Se vieron obligados a reprogramarlo. La fórmula que encontraron fue tomarse la temperatura en el brazo, con un termómetro convencional, con el objetivo de corroborar si estaba tomando la temperatura correcta. En general, daba tres grados menos. Por ello, acudieron a la programación para que se compensen esos tres grados.
El aparato, llamado Taphelp, tiene la capacidad de enviar una señal de radio a unos 100 metros a la redonda a quienes tienen el mismo tapaboca. "Si hay alguien que lo tiene le va a encender una luz LED que dirá que hay alguien cerca que tiene fiebre", comentó Núñez.
La temperatura se toma sola y de manera permanente y tiene una autonomía de 30 días. Según el profesor encargado del proyecto, lleva dos pilas triple A.
Hasta ahora, crearon cuatro tapabocas.
El proyecto no termina ahí. Ahora, los estudiantes están trabajando con la Universidad Tecnológica (UTEC) para que les impriman en 3D un pequeño contenedor que pueda almacenar esa pequeña placa. Eso permitirá hacerla desmontable y que pueda utilizarse en cualquier tapaboca.
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