Charles es una rata de abazones gigante, una especie de África subsahariana utilizada como parte de un programa de identificación de tuberculosis en Morogoro, Tanzania. Según los datos disponibles, un cuarto de los nueve millones de casos nuevos de tuberculosis por año se encuentran en África, que además tiene el mayor índice de mortalidad por tuberculosis del mundo. Los antibióticos pueden curar la tuberculosis pero es fatal si no es tratada, especialmente porque los testeos anticuados que se realizan en Tanzania solo identifican el 60% de los casos.
En este panorama, Charles y las demás ratas que forman parte del programa son encargadas de oler muestras de saliva de potenciales pacientes de tuberculosis. Aunque las ratas no son infalibles, logran detectar el 70% de los casos que luego son sometidos a chequeos secundarios.
Según Fidelis John, el entrenador, las ratas de abazones gigantes no han sido históricamente criadas para colaborar con el ser humano, pero pueden ser entrenadas, al igual que otros animales, como los perros, que son utilizados de forma experimental para analizar personas e identificar enfermedades. No obstante, las ratas de Tanzania son el único programa regular de este estilo. En el caso de la tuberculosis, las ratas encuentran olores distintivos generados por los compuestos del patógeno bacteriano de la tuberculosis, señala el investigador Bart Weetjens.
El programa, que comenzó en 2007 en cuatro clínicas, ahora se extendió a 21. En 2015, las ratas olfatearon unas 40.000 muestras, y, en total, desde el inicio del programa, han estudiado unas 342.341, ayudando a identificar a casi 10 mil pacientes que no tenían tuberculosis según los análisis clínicos.
En un principio, la actividad investigativa de Weetjens comenzó con una de sus mayores preocupaciones: las minas terrestres. Un programa inicial había utilizado cucarachas para identificar el TNT de las minas, pero Weetjens prefirió utilizar ratas. La elección de las ratas subsaharianas se inspiró en cualidades como la esperanza de vida, el olfato agudo y en la baja susceptibilidad a las enfermedades.
El programa de las minas, que opera en la Universidad de Agricultura de Sokoine, ha logrado grandes éxitos: con un peso promedio de un kilogramo, las ratas son demasiado ligeras como para activar las minas, y son lo suficientemente veloces para buscar más rápido que un humano con un detector de metales.
Luego de ser entrenados con un sistema de recompensas, en los campos, las ratas detectan los lugares con minas y sus descubrimientos luego son corroboradas por detectores de metal. Las ratas del equipo Apopo de Weetjens han trabajado en Angola, Mozambique, Camboya, Tailandia, Vietnam y Laos, encontrando no solo minas sino también granadas, morteros y munición vieja. El equipo de Mozambique, por ejemplo, ha destruido 13.294 minas terrestres y devuelto 11 millones de metros cuadrados de tierra a las comunidades, con un rol determinante para que el país se declarara libre de minas en 2015.
Según John, la primera etapa del entrenamiento de las ratas, sea que identifiquen minas o tuberculosis, es la socialización. Las ratas bebés son alejadas de sus madres a las cinco semanas de edad y pasan a acompañar a los entrenadores en el día a día. El siguiente paso es condicionarlas con un sistema de ruidos y recompensas que luego evoluciona a olores y recompensas. Toma unos nueve meses entrenar una rata, que luego es sometida a una prueba para poder graduarse.
Según Helen McShane, profesora de la Universidad de Oxford y especialista en tuberculosis en África, son necesarias mejores técnicas para detectar la tuberculosis en el continente, pero los nuevos métodos de diagnóstico deben ser tan sensibles como específicos.
GeneXpert, una técnica basada en ADN, funciona según ambas variables, pero sus procedimientos son caros y lentos: entrenar una rata cuesta US$ 6.500, y ésta puede analizar 100 muestras en 20 minutos; un dispositivo de GeneXpert, de US$ 17.000, tarda dos horas en analizar una sola muestra. Asimismo, los dispositivos necesitan electricidad y temperaturas controladas; las ratas, solo comida, agua y jaulas.
Christophe Cox, CEO de Apopo, señala que no es posible lograr tanto alta sensibilidad como alta especificidad de las ratas, pero está convencido de su rol crucial en el diagnóstico, especialmente en los países en desarrollo.
En el caso de los perros, indica la doctora Claire Guest, su olfato se enfoca en la detección del cáncer.Estudios y equipos de investigación han determinado que los perros pueden oler el cáncer de vejiga, el colorrectal, el de ovario y el de próstata, y una de las nuevas investigaciones de Guest buscará determinar si los perros pueden lograr mejores resultados que el test que actualmente se usa para detectar el cáncer de próstata, y si sus resultados pueden ser más tempranos.
Aunque nadie sabe específicamente qué huelen los perros, hay estudios que demuestran que los cambios metabólicos desencadenados por el cáncer alteran el patrón de "químicos orgánicos volátiles", posible indicio de qué rastrean los perros. Para Guest, esta incertidumbre continúa motivando escepticismo en la comunidad médica, pero los estudios han logrado que el concepto vaya más allá de lo meramente anecdótico.Inicio de sesión
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