Me asombré de lo grande que eran las huellas. Cada hendidura era ancha y profunda, pero era la marca de los cinco dedos las que delataban la especie. Cuanto más avanzaba por el camino lodoso, más huellas se dibujaban en la tierra, pero ahora eran medianas y pequeñas. La excitación aumentaba con cada una y la idea se hacía más clara: los ayoreos, la tribu indígena que jamás ha salido del bosque, los humanos que nunca han sido vistos por otros humanos –los "blancos"—habían estado allí. Incluso, tal vez, nos habían visto adentrarnos en su casa, su tierra ancestral en el Chaco paraguayo, de donde se resisten a salir. Una tierra que quizás tengan que abandonar pronto.

Los Ayoreos son la última tribu fuera de la Amazonia brasileña que no ha hecho contacto con la "civilización". Habitan la zona del Chaco, un bosque tropical seco al norte de Paraguay que es parte del Gran Chaco, un área que abarca también parte de Bolivia, Argentina y Brasil. El bosque, que ha sido declarado Reserva de la Biosfera por las Naciones Unidas, es uno de los principales frentes de deforestación del mundo. Cuenta con la tasa de deforestación más alta, según un reporte de la Universidad de Maryland publicado en 2014.

Los ayoreos, la tribu indígena que jamás ha salido del bosque, los humanos que nunca han sido vistos por otros humanos –los "blancos"—habían estado allí.

El parque es un reservorio de especies salvajes como el amenazado jaguar o yaguareté, uno de los felinos más grandes, y es también un acuífero natural que nace durante la larga temporada de lluvias y que provee a las comunidades cercanas.

Pero aunque el Defensores del Chaco parece impenetrable, no es intocable. A pesar de ser un área protegida, el parque sufre el embate del desarrollo económico paraguayo. El Chaco es el corazón de una industria ganadera que crece de la mano de inversores extranjeros, principalmente uruguayos y argentinos; también estadounidenses y europeos. A la industria de la carne y la leche, el sustento de la economía paraguaya, se suma la inminencia de la soja, que por el momento solo está allí para alimentar el ganado pero que pronto podría instalarse a competir por la tierra. En el norte paraguayo, las pasturas se están comiendo el bosque.

Con la producción han llegado las demandas por mejor infraestructura en el Chaco. La tierra arcillosa que compone sus caminos es uno de los principales problemas para acceder al norte paraguayo, que por falta de mejores rutas se vuelve accesible solo para unos pocos. El parque está a unos 700 kilómetros de la capital.

El viaje de ida es una odisea de más de doce horas, en la que la lluvia torrencial se turna con la llovizna para hacer estragos en el camino. El fango impedía aumentar la velocidad y el vehículo, una camioneta 4x4 con la que miembros del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) suelen viajar al Chaco –esta vez para acompañarme- resbalaba cada pocos metros. En una ocasión, apenas 10 kilómetros antes de llegar a la base del parque Defensores del Chaco, salimos de la banquina y solo con cuerdas para tirar de la camioneta y palas para despejar el lodo debajo de las ruedas, logramos salir justo antes del atardecer.

El Chaco es el corazón de una industria ganadera que crece de la mano de inversores extranjeros, principalmente uruguayos y argentinos; también estadounidenses y europeos.

La escena es conocida en el Chaco y también en la capital, donde el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC) ve la necesidad de pavimentar los caminos. En ese plan ha fijado la vista sobre el Defensores del Chaco, donde el Viceministerio de Minas y Energías cree se encuentra el material pétreo de mejor calidad. En noviembre de 2014, el ministerio presentó un proyecto de prospección geológica en la zona de Cerro León, de donde pretende sacar muestras de piedra para analizar. El proyecto podría abrir las puertas a la posibilidad de abrir una cantera en el parque.

La institución encargada de aprobar este tipo de proyectos es la Secretaría del Ambiente (Seam), la autoridad propietaria del parque; cuando comenzó a analizar este plan en particular, el Instituto del Indígena (Indi) de Paraguay envió un recordatorio: las poblaciones indígenas tienen que ser consultadas acerca de cualquier proyecto que las pueda afectar directamente.

Así se disparó una movilización que abarcó a medios locales, ONGs conservacionistas, como WWF, así como otras organizaciones defensoras de los derechos humanos e indígenas, todas en contra del proyecto del MOPC y de la Seam. El desacuerdo se trasladó a los tribunales de la mano de dos abogados de distintas ONGs, quienes presentaron primero un recurso de amparo y luego uno de inconstitucionalidad. La propuesta todavía aguarda sobre algún escritorio de la Suprema Corte de Justicia. En tanto, la Seam detuvo el proceso de decisión.

La sociedad paraguaya y los Ayoreos sedentarizados, quienes viven asentados en comunidades fuera del parque, esperan que el fallo final detenga toda posibilidad de tocar el Cerro León. Sin embargo, la lucha por conservar las tierras ancestrales dio un nuevo giro cuando el MOPC otorgó una licencia a una empresa peruana para entrar al Defensores del Chaco en busca de algo más que piedras: petróleo.

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Apenas detuvimos la camioneta al lado del cartel que rezaba "2 de Enero", una joven descalza se acercó casi corriendo. Fue ella quien nos condujo hacia una de las pequeñas casas de bloques, con techo pero sin ventanas. En la primera, mujeres sentadas en el suelo trabajaban con la planta caraguatá, que abunda en esa zona, y con la que fabrican artesanías para vender. Niños descalzos de cara sucia también se acercaban curiosos.

Muy cerca, una mujer en sus treinta picaba en pequeños cubos lo que parecía fruta y la volcaba a una olla negra en el suelo rodeada por troncos encendidos. El contenido humeaba y el aroma dulce se mezclaba con olor a tizne. Un celular monofónico colgaba de un alambre en el techo; una radio vieja yacía apagada debajo de una silla de plástico. Luego de su bienvenida expliqué qué nos traía por allí. De inmediato la ronda se amplió.

La lucha por conservar las tierras ancestrales dio un nuevo giro cuando el MOPC otorgó una licencia a una empresa peruana para entrar al Defensores del Chaco en busca de algo más que piedras: petróleo.

"No se toca el Cerro León, por favor. Allí están nuestros hermanos", dijo José Iquebi, sentado descalzo en la precaria casa. La mayoría de los ayoreos viven en comunidades como esta, la "2 de Enero", a unos 200 kilómetros de Defensores del Chaco. Otros 15 Ayoreos rodeaban a Iquebi mientras hablaba en un castellano imperfecto, idioma que domina menos que el guaraní –la principal lengua en Paraguay- y que su propio idioma, el ayoreo, una variación del zambuco.

Iquebi no sabe bien qué edad tiene, aunque cree que ronda los 80; recuerda que tenía apenas 12 años cuando fue forzado a "salir del monte". Tampoco se acuerda de qué pasó exactamente, pero sabe que "los paraguayos" lo capturaron y así terminó la vida nómada que vivía junto a su familia. Lo mismo pasaron miles de Ayoreos, quienes en la década del 50 y 60 fueron atrapados por quienes ellos llaman "los blancos". Los conquistadores modernos.

Iquebi me contó cómo en el monte, en el Chaco –no solo del lado paraguayo sino también boliviano—los de su tribu vivían "muy tranquilos"; buscaban miel y fruta y cazaban animales para comer. "Para mí no es tranquilo ahora, porque hay enfermedades, y si uno no tiene dinero no come", explicó.

Ángel Chequenoy no está de acuerdo con su hermano. Al contrario de Iquebi, el menor de los hermanos casi no recuerda la vida en el bosque. Chequenoy, que es líder de la comunidad "2 de enero", dijo que "no tiene problema" con que se explote el Cerro León si eso significa obtener algo a cambio. Explicó que en el monte "hay pocos totobiegosode, más o menos unas cinco o seis familias" y que por eso él no se opone al proyecto del Ministerio.

El subgrupo de Ayoreos totobiegosode son los llamados "silvícolas", quienes siguen sin contactarse. Otro grupo de vive asilado por voluntad propia, una decisión que tomaron luego de hacer contacto. La ley paraguaya protege esta decisión, al menos en la letra.

"Yo también tengo mi opinión", dijo Myriam Posiño, nieta de Chequenoy, en un español menos titubeante. La actitud segura y mirada firme de esta mujer de 20 año inspiró el respeto de los que la rodeaban, incluyendo el líder. "Como dice mi abuelo, mejor es si ellos tocan", dijo, porque "mejor es ayudar a nuestra comunidad".

Iquebi no sabe bien qué edad tiene, aunque cree que ronda los 80; recuerda que tenía apenas 12 años cuando fue forzado a "salir del monte". Tampoco se acuerda de qué pasó exactamente, pero sabe que "los paraguayos" lo capturaron y así terminó la vida nómada que vivía junto a su familia. Lo mismo pasaron miles de Ayoreos, quienes en la década del 50 y 60 fueron atrapados por quienes ellos llaman "los blancos". Los conquistadores modernos.

Posiño camina cerca de nueve kilómetros para ir al internado Arcoíris. Por eso quiere un ómnibus, y su abuelo, una camioneta. Es en Arcoíris donde Posiño aprendió el español, idioma que sumó a su lengua materna, ayoreo. También forma parte de una de las últimas generaciones que sabrán el lenguaje de sus ancestros, cree. Y aunque ella sabe hablar su idioma ancestral, jamás conoció la vida de "antes", cuando sus parientes mantenían los rituales de su cultura. "Ya no hay más ancianos", explicó. "Ahora todo cambió".

El antropólogo italiano, cura y docente de la Universidad Católica de Paraguay, convivió cinco años con una tribu de ayoreos en el bosque, en la década del 70. Zanardini describió al Ayoreo -que lo adoptó como propio por medio de un ritual, y le concedió un nombre, "que es secreto"- como un pueblo "muy austero, muy duro y a la vez, cariñoso con sus criaturas".

Contó que los ayoreos son un pueblo que ha "intentado resistir en la selva hasta que ha podido"; y por eso "huyen y se defienden de los mismos ayoreos ya asentados en aldeas".

Según el último censo, en Paraguay hay unos 2.500 ayoreos, que se suman a otros 3.000 en Bolivia. En las últimas dos décadas han salido del monte, como ellos mismos le llaman, y han adoptado "un estilo de vida mixto, con una economía mixta", explicó Zanardini. Por un lado, dijo, los ayoreos sedentarizados siguen cazando y recolectando lo que pueden, pero también trabajan haciendo "changas", como limpiar el campo, alambrar e instalar postes.

Y de ahí la importancia de la ruta. Si bien Zanardini no está de acuerdo con que se "toque" el Defensores, opinó que "a la ruta no se puede renunciar", porque es la que conecta a los indígenas con las fuentes de trabajo en la ciudad.

Antes de irnos de 2 de Enero, apenas antes del atardecer, le mostré a José Iquebi mi celular. Junto con los demás, pudo ver las huellas que había encontrado al pie del Cerro León, el día anterior. Apenas supo que había visto esas marcas sonrió, revelando un único diente. Cuando las vio comenzó a hablar en ayoreo con sus pares, señalando la pequeña pantalla. "Totobiegosode", fue la única palabra que entendí. "¿Son?", le pregunté a Posiño.

"Sí, son".

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Antes de poder recuperar el aliento, luego de haber escalado cerca de 600 metros hacia uno de los miradores de Cerro León, Rodrigo Arias sacó el marcador. Con precisión escribió en la palma de su mano izquierda" "Cerro León no se toca". La bandera que desplegó decía lo mismo, pero incluía un numeral o etiqueta: #CerroLeonNoSeToca.

Fue Arias, quien pronto se recibirá de ingeniero forestal en la Universidad Nacional de Asunción, quien inició la campaña en las redes sociales, Facebook y Twitter. Sobre todo durante febrero el hashtag reunió en una misma conversación online a todos aquellos en contra del proyecto presentado por el Ministerio de Obras Públicas. Ahora, Arias, estaba generando nuevo material para esa campaña, desde el lugar en cuestión.

Cuando Arias se enteró del proyecto de prospección en el Defensores fue a ver si era cierto lo que se comentaba en la ciudad: que los trabajos ya habían empezado, que ya se estaban abriendo picadas con maquinaria pesada. "Cuando llegamos, fue grata la sorpresa de ver que no había ningún movimiento de suelo", dijo. Sintió que estaban a tiempo. Pero también corroboró que el parque, "más que un área protegida, es un área desprotegida".

El jaguar y el puma, dos especies catalogadas como "casi amenazadas" por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), son dos habitantes icónicos del parque. El Chaco también es hogar del oso hormiguero, del tapir, así como de las cotorras, halcones y loros habladores, y de los venados y el tatú, entre otras especies. Para Arias, pavimentar los caminos del Chaco es construir un puente entre esta biodiversidad y los cazadores, además de los turistas que "dejan su basura esparcida". Por eso se opone a la idea de "pavimentar, con las piedras de Cerro León" o sin ellas.

"Estamos en la frontera de deforestación del Gran Chaco americano", dijo Federico Montedomecq, gerente de Ecología de Paisajes de WWF Paraguay y encargado de coordinar nuestro viaje al parque. De hecho, un reporte de WWF publicado en abril identifica al Gran Chaco, junto con el Bosque Atlántico en Paraguay, como uno de los principales frentes de deforestación del mundo hacia 2030. Pero el paisaje del Chaco ya está cambiando. Cada día se pierden más de 1,000 hectáreas de bosque por día, según la ONG conservacionista Asociación Guyra Paraguay.

"El Chaco es el futuro de la conservación, pero también el futuro del desarrollo y el futuro de la producción" de Paraguay, dijo Luca Eufemia, de WWF Paraguay. Eufemia, que es italiano y vive en el país desde hace tres años, agregó que los productores "están demandando más infraestructura".

En el Chaco, la carne es la estrella. La ganadería es la "espina dorsal" de Paraguay, donde viven cerca de 7 millones de habitantes y pastan 14 millones de cabezas de ganado. En otras palabras, "cada ciudadano puede tener dos vacas", resumió Eufemia. La ganadería es "muy tradicional", extensiva, y "la forma en que se está expandiendo está afectando muchísimo la conservación de los montes", explicó.

Un reporte de WWF publicado en abril identifica al Gran Chaco, junto con el Bosque Atlántico en Paraguay, como uno de los principales frentes de deforestación del mundo hacia 2030.

Por el momento, la soja no ha llegado al norte paraguayo, donde el clima es demasiado árido para el cultivo rey de nuestro tiempo. Sin embargo, la soja ya se utiliza para alimentar al ganado y pronto la genética podría vencer este desafío, generando semillas resistentes que cambiarían el escenario. "La soja suele venir después de la ganadería", dijo Eufemia, y agregó: "Nosotros [WWF] queremos promover mejores prácticas para la posible expansión de la soja en esta región". Porque mayor desarrollo no necesariamente equivale a pérdida de diversidad o recursos naturales, explicó.

Por eso, formar parte de una organización conservacionista no significa estar en contra de desarrollar infraestructura. Lucy Aquino, presidenta de WWF Paraguay, lo aclaró: "La pavimentación debe ocurrir", pero sería "mucho más barato para el Paraguay traer piedras de cualquier parte del mundo" que usar las piedras de este "refugio" del Gran Chaco Sudamericano.

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Para Daniel González, director de gestión socioambiental del Ministerio de Obras Públicas, lo que está pasando "es una tergiversación de información relacionada con un proyecto" y enfatizó: "Un proyecto, no una ejecución de una actividad". Para el funcionario, el debate en torno al proyecto fue manipulado por la prensa local, la cual no consultó al ministerio sino hasta "casi dos meses después" y donde incluso "hubo una confusión" entre serranía de Cerro León y el Cerro León propiamente dicho.

Es que, según aclaró el funcionario desde las oficinas en Asunción, las muestras de piedra que el ministerio pretende tomar están una a 54 kilómetros de la zona conocida como Cerro León, que tiene un mirador específico, y a 35 kilómetros la otra. Por eso, el documento que resume el impacto ambiental del proyecto habla de "zona de influencia" del Cerro León. "Esto es un proyecto de prospección geológica, no un proyecto de explotación que pueda servir para una infraestructura vial", agregó González.

La intención era ingresar y tomar muestras de dos lugares "alejados" del conjunto de cerros que conforman Cerro León; las perforaciones serían de seis metros de profundidad y una pulgada de diámetro. "Si alguna vez se quisiera explotar ahí algún material pétreo, ocuparía el 0,003 por ciento del área de la serranía, y el 0,0002 por ciento del área total del parque" Defensores del Chaco, dijo Da Silva. "Es un punto en la nada", dijo. La cantera sería de unas dos hectáreas.

El funcionario del MOPC dijo que "desde el punto de vista de los recursos minerales", en algún momento se podría tomar material de esa zona. Sin embargo, se van a "agotar todas las posibilidades" antes de proceder a una explotación en el parque nacional, como importar piedras desde Bolivia, dijo Da Silva.

Cuando la prensa local se enteró de los planes del ministerio, publicó fotos en la que se veía una máquina topadora, supuestamente, trabajando dentro del parque. Pero "jamás fue nuestra intención entrar siquiera con máquinas", dijo Da Silva. En el documento presentado por el ministerio a la Secretaría del Ambiente, el Relatorio de Impacto Ambiental, publicada en el sitio web de la Secretaría, el ministerio incluye no solo topadoras sino el uso de explosivos. González aclaró que "el plan de gestión ambiental establece las metodologías a ser utilizadas, no precisamente las metodologías a utilizar".

Da Silva también sostuvo que para realizar tareas de prospección o exploración "no hace falta desplazar absolutamente a nadie", en referencia a los indígenas Ayoreos que habitan el parque Defensores del Chaco.

Pero los Ayoreos o no han sido contactados, o se hallan en aislamiento voluntario.

El funcionario del MOPC dijo que los ayoreos –los que están sedentarizados- están divididos en dos: quienes se oponen al proyecto de prospección en el parque, y quienes se oponen. Como Ángel Chequenenoy y su hermano José Iquebi, de la comunidad 2 de Enero, la población de Ayoreos tiene diferentes opiniones al respecto.

Eso fue, en gran parte, lo que enfureció a Maximiliano Mendieta, abogado de la ONG de derechos humanos de los indígenas Tierraviva.

Cuando en diciembre se enteró del proyecto de prospección geológica en el Defensores del Chaco, Mendieta comenzó a preparar el documento. Junto a su colega José Escauriza, coordinador legal de la ONG Sobrevivencia –también de derechos de los indígenas en Paraguay-, Mendieta redactó un recurso de amparo para prevenir cualquier acción en el parque. Esta fue una "acción urgente" frente a la "evidente, profunda y flagrante violación de derechos socioambientales y derechos humanos", dijo Mendieta. Sobre todo, las autoridades ignoraron el derecho a la vida y a la supervivencia de los grupos ayoreos que viven en aislamiento voluntario dentro del parque, dijo Mendieta.

En el recurso de amparo, que pedía proteger a estas comunidades y prevenir cualquier acción dentro del Defensores del Chaco, los abogados también destacaron la violación de otro derecho: el de consulta previa, libre e informada a las poblaciones indígenas que se verían afectadas por la prospección geológica.

En una primera instancia el juez de turo aceptó el recurso de amparo presentado por Mendieta. Pero la Secretaría del Ambiente apeló esta decisión, y ganó. Si bien Mendieta presentó luego un recurso de inconstitucionalidad ante la Suprema Corte de Justicia, este aún no ha sido admitido.

El otro frente de batalla está en el Parlamento, donde los legisladores debaten acerca de la ley 5392, que delimita los límites y dimensiones del Defensores del Chaco y permite su explotación. A fines de abril, el Senado votó la modificación de la ley pero la iniciativa no se ha hecho realidad.

En tanto, el abogado Mendieta ha estado trabajando en una alianza con Amnistía Internacional para iniciar una campaña de concientización en Paraguay, acerca de las posibles consecuencias de este proyecto.

Pero además de piedra, el Defensores del Chaco podría haber petróleo.

Otra arista se agregó a la situación cuando a mediados de abril la Secretaría de Ambiente llamó a una audiencia pública para hablar de un nuevo proyecto, esta vez de prospección de hidrocarburos. El MOPC otorgó en noviembre de 2014 el permiso al empresario peruano Juan Enrique Werner Rassmuss Echecopar, vicepresidente de Metalúrgica Peruana SA. El proyecto abarca más de dos millones de hectáreas y afectaría no solo al Defensores del Chaco sino también a otro parque nacional, el Médanos del Chaco.

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Para Sergio Vargas, quien ha sido guardaparques del Defensores del Chaco desde 2011, "tocar" el Cerro León significa "violar la ley". Durante la vistita al parque, Vargas se estaba recuperando de un derrame parcial que le afectó la mitad del cuerpo y lo obligó a permanecer internado durante semanas. El derrame ocurrió cuando el guardaparques iba en moto desde una base más alejada del parque hacia la base principal, donde a fines de marzo se recuperaba. El accidente tuvo lugar de noche, pero solo al otro día alguien lo encontró. La falta de comunicación es uno de los riesgos que él y sus colegas corren en una zona tan aislada, donde no hay cobertura celular y donde solo existe un contacto con la ciudad por radio, cada día a las siete de la mañana. De hecho, el grupo de WWF viaja con al Chaco con un teléfono satelital que, al menos durante nuestra estadía en marzo, no funcionó.

En el parque "no hay nada de destrucción todavía", dijo Vargas, y agregó: "Y la verdad es que yo quiero que siga así".

Así, como un bosque tropical seco que permanece casi inexplorado por "los paraguayos". Un bosque protegido por ley. Un lugar donde las huellas de decenas de especies de animales y las marcas de los indígenas ayoreos conviven, todavía, sin las huellas de ninguna topadora que compita por sus recursos naturales, de los que dependen desde tiempos ancestrales.