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Ningún cuento de hadas: detalles de la guerra entre la realeza y los tabloides

A semanas de su boda, el príncipe Harry y Meghan Markle les dan la espalda a los medios británicos que no han sido benevolentes con la actriz
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06 de mayo de 2018 a las 05:00
ELLEN BARRY
The New York Times News Service


Arthur Edwards, fotógrafo del periódico The Sun, ha pasado cuatro décadas siguiendo los pasos de distintos miembros de la familia real británica. Adorna sus conversaciones con anécdotas sobre distintas ocasiones en que ha sido objeto de atenciones a lo largo de los años: el príncipe Charles le envió un telegrama gracioso en 1981 y la princesa Eugenie tuvo el detalle de llamar por teléfono a su nieta en 2013, por ejemplo.

Sin embargo, cuando el tema de conversación cambia al príncipe Harry, cuya boda con la actriz estadounidense Meghan Markle el 19 de mayo será el acontecimiento del año para la mayoría de los medios británicos, la expresión del rostro de Edwards adquiere un tono sombrío. "No es ningún secreto que se ha vuelto, de verdad, muy poco sociable. Ya no nos da los buenos días", comentó Edwards. "Está molesto con el gremio en general".

Si Edwards todavía guardaba alguna esperanza de percibir una actitud más clemente de Harry al aproximarse la boda, esta se esfumó en cuanto se anunciaron las condiciones de entrada de los medios a la ceremonia: en esencia, casi no tendrán acceso.

Se permitirá a un periodista entrar en la capilla de San Jorge durante la boda, según informó un vocero, puesto que el espacio es muy reducido y no se trata de una ceremonia oficial formal. Se asignarán cuatro codiciadas posiciones a los fotógrafos fuera de la capilla. Muchos más se ubicarán a lo largo de la ruta que seguirá el carruaje y en los jardines del castillo.

"Ahora los miembros de la familia real tienen todo el poder, como sucede con muchas celebridades", aseveró Abell, autor del libro How Britain Really Works: Understanding the Ideas and Institutions of a Nation. No obstante, añadió, la conexión con los lectores de los tabloides también es valiosa para la familia real.
Edwards, de 77 años, quien ha asistido a siete bodas reales, dijo que suponía que la decisión era de Harry. "No creo que el funcionario encargado de la prensa haya hecho esa recomendación al príncipe", explicó Edwards. "Tanto él como Meghan han visto todo lo que se ha escrito y decidieron que quieren dejar a todos fuera de la boda. El mensaje es claro, desde luego", afirmó.

Markle, una estadounidense birracial, actriz de televisión y divorciada, no es en absoluto una esposa tradicional según los estándares reales. Los tabloides británicos no la han tratado con ninguna consideración; publicaron una serie de entrevistas nada halagadoras con parientes que la actriz ni siquiera invitó a la boda. Sin embargo, la relación entre la familia real y los tabloides, dos pilares de la Inglaterra conservadora, ya era muy tensa mucho tiempo antes de que Markle apareciera en escena.
Desde hace décadas, cuando no hay bodas ni nacimientos reales en los cuales abocar su entusiasmo, los tabloides se han dedicado a criticar a la realeza alegando que sus miembros son perezosos, desaliñados, disipados o autocomplacientes. Así que los miembros de la familia real han hecho todo lo posible para evitar que tengan acceso a su vida personal.

Ambos bandos están conscientes de su dependencia mutua, pues los periódicos necesitan el acceso y a la familia real le sirve la publicidad. Stig Abell, exdirector de la Comisión de Quejas de la Prensa, un organismo regulador británico, describió la relación como "un abrazo que siempre corre el riesgo de convertirse en una embestida".

A Harry y su hermano, el príncipe William, no les agrada en absoluto el interés de los medios. Tenían 12 y 15 años respectivamente cuando su madre, la princesa Diana, murió en un accidente automovilístico debido a que su chofer, para eludir a algunos paparazzi que los seguían en motocicletas, aceleró en un túnel de París. Harry, en particular, no ha ocultado su desprecio hacia esos fotógrafos, pues, como dijo en una entrevista el año pasado, "en vez de ayudar, siguieron tomando fotografías mientras ella moría en el asiento trasero".
La boda de Harry parece estar destinada a marcar un momento crucial, el punto en el que la generación más joven, que siente una profunda desconfianza de los medios noticiosos, comienza a ser el centro de la atención.

A Harry y su hermano, el príncipe William, no les agrada en absoluto el interés de los medios. Tenían 12 y 15 años respectivamente cuando su madre, la princesa Diana, murió en un accidente automovilístico debido a que su chofer, para eludir a algunos paparazzi que los seguían en motocicletas, aceleró en un túnel de París. Harry, en particular, no ha ocultado su desprecio hacia esos fotógrafos, pues, como dijo en una entrevista el año pasado, "en vez de ayudar, siguieron tomando fotografías mientras ella moría en el asiento trasero".

Intentar entrevistar a editores y veteranos de palacio para averiguar más acerca de la batalla que se libra por tener acceso a la realeza hace patentes de inmediato las tensiones. Para empezar, prácticamente nadie quiere que quede algún registro de sus declaraciones.

"En realidad detestan a la prensa británica. En pocas palabras, es así", comentó un periodista de larga trayectoria acerca de los príncipes. Este periodista, que habló del tema con la condición de permanecer en el anonimato, cree que la cobertura negativa no se debe a que haya menos acceso, aunque sí reconoció que "hay una falta de deferencia a la que quizá no estén acostumbrados, porque se ofenden con mucha mayor facilidad que otros miembros de la familia real".

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"Princesa agresiva" o "desaire a los tíos" son algunos de los titulares de los tabloides sobre la actriz
Las críticas punzantes sobre Markle no se hicieron esperar en el Daily Mail. El amplio público lector del tabloide tiende a ser femenino y de mayor edad. Esto significa que se dirige al núcleo de los partidarios más fervientes y más conservadores de la monarquía.

Tan solo una edición del periódico, que circuló un sábado hace poco, incluía una revista interior con el titular "¿Por qué se derrumbó el matrimonio de Meghan?" y en ella se hacía un recuento, con escalofriantes detalles personales, del rompimiento de Markle con su primer esposo. La revista también contenía un reportaje de tono irónico sobre los problemas de su padre para bajar de peso, una columna con una entrevista en la que su medio hermano y su media hermana, de los cuales se encuentra distanciada, se quejaban porque no los invitaron a la boda, así como una ofensiva sinopsis de dos páginas sobre su carrera como actriz.

Markle, una estadounidense birracial, actriz de televisión y divorciada, no es en absoluto una esposa tradicional según los estándares reales. Los tabloides británicos no la han tratado con ninguna consideración; publicaron una serie de entrevistas nada halagadoras con parientes que la actriz ni siquiera invitó a la boda. Sin embargo, la relación entre la familia real y los tabloides, dos pilares de la Inglaterra conservadora, ya era muy tensa mucho tiempo antes de que Markle apareciera en escena.
La edición del Mail on Sunday, publicada al día siguiente, incluía una entrevista en primera plana con el tío de Markle, quien también expresó su disgusto por no haber recibido una invitación.
Este tipo de trato no es ninguna novedad, sino una tradición de años. Cuando Kate Middleton era novia de William, los tabloides citaron algunos comentarios burlones de varios aristócratas, a quienes no identificaron, acerca de la madre de la novia. Describían a Carole, quien trabajó como sobrecargo, como una trepadora de clase media.

Harry, a quien evidentemente le preocupaba cómo afectaría esta situación a Markle, tomó una medida inusual a finales de 2016. Apenas habían hecho pública su relación y ya se habían generado titulares como "La novia de Harry (casi) proviene de un barrio peligroso" (Daily Mail) y "La novia de Harry en Porn Hub" (The Sun, que más adelante publicó una disculpa).

En contra de la tradición de palacio, el príncipe divulgó una carta en la que expresó su indignación y denunció "una ola de abusos y acoso" por parte de algunos miembros de la prensa, así como el "trasfondo racial de algunos artículos" y el "franco sexismo y racismo de los trolls de las redes sociales y algunos comentarios en artículos de la web". Abell, quien fungió brevemente como director editorial de The Sun, señaló que el palacio había identificado, con gran atino, que la influencia de la prensa escrita comenzaba a debilitarse.

"Ahora los miembros de la familia real tienen todo el poder, como sucede con muchas celebridades", aseveró Abell, autor del libro How Britain Really Works: Understanding the Ideas and Institutions of a Nation. No obstante, añadió, la conexión con los lectores de los tabloides también es valiosa para la familia real.

"No hay nada más tradicional que los tabloides británicos de talla mediana", dijo Abell. "Poco a poco, las comunicaciones digitales van desplazándolos, así que pueden servir como metáfora para cierto tipo de ideas acerca de la realeza: si le quitas la tradición a la familia real, no queda nada". l

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