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Horrores y delicias de las noches en vela

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14 de abril de 2019 a las 05:00

Fueron las canciones las que me despertaron este insomnio que ahora no me deja dormir. De niño, me quedaba en la cama hasta cerca del mediodía, luego me iba a la escuela, al regreso me esperaba la pelota y la escondida y, de nochecita, eran prioritarias las historietas y la tele. ¿Cuándo se supone entonces que iba a escuchar las canciones, esas maravillas de tres minutos y medio que me emocionaban más que cualquier aventura de Batman? En la alta noche encendía una radio, ya por entonces antigua, para escuchar música, mientras crujían las ramas del árbol del patio y, alguna noche de viento propicio, llegaba el sonido metálico de un tren que corría a decenas de kilómetros de mi casa. Y, a falta de un reloj que en la oscuridad me alertara del paso del tiempo, me dormía vaya a saber a qué hora.

Muchos años después, aquella costumbre me persigue. Trato de convencerme de que se trata de una elección, de tiempo ganado para la lectura y la música. Pero el insomnio es, antes que nada, una fatalidad. Porque uno puede elegir hacer de ese desvelo algo habitable, pero no puede impedirlo.

El insomnio es un estado en el que no se está dormido pero tampoco existe seguridad de estar del todo despierto, y las grandes ideas que nacen a la madrugada suelen convertirse en un ingenio ridículo a la luz del día.

Es conveniente no creerles demasiado a quienes dicen que esas horas que separan la noche del alba pueden ser fuente de inspiración; más bien se prestan para repasar algunos de los pormenores y los grandes interrogantes de una vida a la que ni siquiera los más grandes filósofos le han encontrado el sentido. Y, entre esos asuntos que crecen en la oscuridad o en la semipenumbra, están la literatura y las canciones amigas, pero también acecha la certeza de que aquellas personas queridas que se han ido ya no volverán, de que tarde o temprano nos vamos a morir irremediablemente.

Por eso, antes de arriesgarse en los submundos del insomnio, conviene reparar en el horror y la belleza de aquellos versos memorables.

“¿Qué es el insomnio? Es ensayar con magia inútil una respiración regular,/ es saberse culpable de velar cuando los otros duermen,/ es querer hundirse en el sueño y no poder hundirse en el sueño,/ es el horror de ser y de seguir siendo,/ es el alba dudosa.” Palabra de Borges*

*Como muestra de la insolvencia que aqueja a los insomnes, esta columna fue escrita a las tres y media de la madrugada.

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