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Pizza y hamburguesas reemplazan a las cenas caras en Washington

La crisis del crédito, el creciente desempleo y la caída de las acciones obligaron a los restaurantes caros de Washington a reducir sus pretensiones
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11 de abril de 2011 a las 19:05

El chef Michael Harr trató de reducir US$ 5 el costo de US$ 39 del filete en Butterfield 9, un restaurante a pasos del edificio del Tesoro de los Estados Unidos en Washington, cuando los buenos tiempos llegaron a su fin.

Los grupos que antes gastaban US$ 8.000 en una noche bajaron ahora a US$ 5.000. Las cuentas de gastos se limitaron. Para julio, la caída de las ventas obligó al restaurante a cerrar sus puertas después de ocho años.

“Hubo una marcada merma de clientes este último año, y se debió a la situación económica”, dijo Harr.

El cierre de Butterfield 9 ilustra lo que es “sin duda la situación más difícil para el sector de restaurantes desde 1991”, dijo Hudson Riehle, vicepresidente de investigación de la National Restaurant Association, que tiene sede en Washington.

La crisis del crédito, el creciente desempleo y la caída de las acciones obligaron a los restaurantes caros de Washington a reducir sus pretensiones. Algunos de los más exclusivos ahora incorporaron comidas accesibles como pizza, hamburguesas y sándwiches a su oferta tradicional de medallones de langosta y caviar ruso.

Si bien en muchos restaurantes se redujeron las multitudes que cenaban los días de semana, los bares siguen teniendo mucho trabajo debido a que grupos de personas se reúnen para ver las noticias sobre la crisis financiera por televisión, dijo Michael DeGano, gerente general de restaurantes de Washington para el Kimpton Hotel & Restaurant Group.

“Los bares siguieron llenos incluso cuando todo era una locura”, dijo DeGano. La gente se iba temprano del trabajo y llegaba a los bares a tiempo de ver cómo se desplomaban sus acciones, agregó.

El fin de las salidas

Debido a la situación económica, “la gente sale dos o tres veces por mes en lugar de una vez por semana”, dijo DeGano. La compañía se concentra ahora en ofrecer comidas de bajo costo en sus restaurantes y en alentar a los clientes de los bares a comer.

Los restaurantes elegantes de Washington siguen abiertos, en parte como consecuencia del flujo de dólares federales que hace de la región una de las más ricas del país, donde se encuentran cinco de los 10 distritos más prósperos de los Estados Unidos. De todos modos, hasta los restaurantes más caros ahora tienen en cuenta el plano económico.

Wolfgang Puck, dueño de un restaurante al que acuden personajes famosos, abrió The Source en Washington el año pasado y dice que el establecimiento, que tiene capacidad para 200 personas, no hizo más que cubrir los gastos este verano (boreal) a pesar de que los críticos le dieron una calificación muy alta. La mitad de sus ingresos procedió del servicio de comidas que brinda al Newseum adyacente, un museo interactivo sobre el sector de noticias.

El restaurante formal, que está ubicado en la planta superior, tiene un menú que cuesta US$ 175 con vino incluido. La planta inferior ofrece pizzas a US$ 12 y hamburguesas a US$ 16 “para que alguien pueda gastar US$ 25 y decir que fue a un lugar excelente”, dijo Puck. “No fue a un T.G.I. Friday's”.

Cena en el bar

En Adour, del chef Alain Ducasse, que abrió sus puertas el mes pasado en el St. Regis Hotel de la Calle K, el caviar cuesta US$ 370 y la entrada de langosta está a US$ 44. Esas exquisiteces se equilibran con opciones de cena menos caras y con pasteles a US$ 7 para el desayuno y sándwiches a US$ 15 a la hora del almuerzo, dijo la directora del restaurante Marianna Alfa.

“Dedicamos mucho tiempo a pensar cómo conformar un menú que se adaptara a todos los presupuestos”, agregó.

Al mismo tiempo, en Washington hay un creciente número de personas que “no quieren sentirse decepcionadas y desean probar cosas nuevas independientemente de los precios”, dijo Alfa.

El chef y emprendedor Michael Mina dice que apuntará al sector de “almuerzos caros” cuando abra su restaurante, Bourbon Steak, en el Four Seasons Hotel el mes próximo. Sin embargo, también alienta la “cena en el bar” en todos sus restaurantes como una “ forma accesible de cenar fuera de casa”.

En Bobby Van's Grill, el comensal Robert Cusick, director de la Oficina de Ética del Gobierno de los Estados Unidos, dijo que en los últimos tiempos sale menos por las noches. Su mayor preocupación es el precio de la gasolina, dijo Cusick, que tiene 64 años y conduce un vehículo deportivo.

Entradas compartidas

“Ahora planeo las salidas con mucho cuidado”, dijo mientras almorzaba un “Philly cheesteak” (sándwich de carne con queso, una especialidad de Filadelfia) con bourbon de Kentucky.

Gloria Whitaker, una organizadora de congresos, solía tomar unas copas con sus compañeros de trabajo tres veces por semana. Ahora se queda en casa, dijo, mientras compartía un plato de ostras con un colega en Bobby Van's. Whitaker, que tiene 47 años, es propietaria de un apartamento y “paga apenas lo suficiente para evitar recibir una carta de la administración”.

Art Smith, que hace poco abrió Art and Soul en el hotel Liaison Capitol Hill de Washington, dice que le complace que los clientes compartan entradas u ordenen menos si eso les permite ir.

“La gente se siente mal porque no tiene dinero”, dijo. “¿Por qué hacer que se sienta peor no ofreciéndole cosas que pueda pagar?”.

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