Las intolerancias alimentarias están presentes cada vez más en la población. Estas se derivan generalmente de alteraciones o limitaciones digestivas, enzimáticas o inmunitarias de la propia persona, del tipo de dieta, de la forma de comer, del estrés, o del consumo de alimentos con métodos de cultivo o elaboración poco amigables con los procesos digestivos, fisiológicos y bioquímicos normales del organismo.
Algunos alimentos o nutrientes pueden provocar reacciones adversas, manifestándose de distintas formas, como alergias o intolerancias.
Las alergias son consecuencia de la presencia de un alergeno (generalmente una proteína específica de un alimento) capaz de desencadenar una reacción, al activar de forma inmediata el sistema inmunológico a través de la generación de anticuerpos del tipo inmunoglobulinas E (IgE), lo cual sería una alergia alimentaria clásica. En otros casos, se generan anticuerpos mediante las inmunoglobulinas G (IgG), con una manifestación sintomatológica y menos rápida que las que producen los anticuerpos IgE de las alergias alimentarias. Esto constituye una sensibilidad o intolerancia alimentaria en la que también interviene el sistema inmunológico.
Sin embargo, existen otros tipos de intolerancias alimentarias en las que el sistema inmunológico no participa. Ejemplos de ello son: una mala masticación, el exceso o falta de ácidos gástricos, falta de enzimas digestivas, combinaciones excesivas de alimentos, exceso de medicamentos, la ingesta de productos tóxicos o poco saludables, las alteraciones en la flora o el aumento de permeabilidad intestinal.
Para prevenir o mejorar la sintomatología puede ser útil detectar aquellos alimentos responsables de la intolerancia, que no son bien metabolizados y eliminarlos de la dieta.
Esta restricción también puede ser beneficiosa en casos de sobrepeso, retención de líquidos y obesidad. En algunos casos, puede suceder que el sistema inmune forma inmunocomplejos que retienen agua y grasa, envolviendo restos de los alimentos responsables de la intolerancia. Esto hace que en ciertos casos de sobrepeso u obesidad no haya una respuesta favorable a tratamientos de descenso de peso, lo cual también podría solucionarse eliminando el o los alimentos en cuestión.
Por todo ello, resulta conveniente conocer las posibles intolerancias alimentarias para iniciar y mantener un régimen alimentario personalizado, que responda a las necesidades individuales y asegure un mayor bienestar.
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