Rosalía en la gira internacional de su último disco, Motomami

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Rosalía, una foto en "topless" y la amenaza sobre los cuerpos en el ámbito digital

Imágenes de la cantante catalana fueron alteradas por un rapero para que pareciera desnuda y así promocionar su propia música
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03 de junio de 2023 a las 05:41

Rosalía masca un chicle en la punta del escenario de un estadio desbordado mientras suena la introducción de Bizcochito, una base de reggaeton clásico con influencias japonesas, la séptima canción de su último (y viral) disco: Motomami"Yo no soy ni voy a ser tu bizcochito".

La referencia de la cantante catalana es Saoco, la colaboración entre Daddy Yankee y Wisin de principios de los 2000, en que uno de los cantantes pregunta “¿quién tu eres?" y una voz femenina le responde "tu bizcochito”. Una línea vinculada al lugar que ocupó la mujer en la música urbana durante los comienzos del género urbano: el objeto del deseo y el placer masculino. "Si a mi me hubieran preguntado, yo habría respondido diferente", explicó Rosalía en una entrevista sobre el origen de su canción. 

"Yo no soy ni voy a ser tu bizcochito".

Rosalía es una de las artistas hispanas más relevantes de la actualidad. Ganadora de dos Grammy, 11 Grammy Latino y dos Billboard, acumula más de 41 millones de oyentes mensuales. Y con su último disco introdujo el término "motomami" entre sus en el diccionario de sus seguidores para referirse a las mujeres "fuertes".

Pero por más motomami que sea, no está por fuera de los círculos de sexualización y violencia. En los últimos días un rapero sevillano llamado JC Reyes manipuló una foto tomada de la cuenta de Instagram de la cantante para verla sin ropa. Digitalmente removió la blusa verde lima que vestía Rosalía en una fotografía de su perfil y la parte superior de un traje de baño.

“Lo mejor que verás hoy”, escribió él en la historia de Instagram en la que publicó la foto "en topless" de Rosalía ante sus 255.000 seguidores, una publicación en la que además daba a entender que los dos habían mantenido algún tipo de relación y la propia artista le había enviado esa fotografía íntima.

La tecnología se utilizó en este caso para intentar apropiarse de los cuerpos de las mujeres. Porque ahora no es necesario estar presente en cuerpo y alma para que te saquen la ropa sin tu consentimiento. La desnudaron –literalmente– sin conocerla.

Pero si bien lo que se aparecía en la historias del rapero sevillano se veía como el cuerpo de Rosalía estrictamente no lo era. Era la materialización de la fantasía sexual de un hombre y la prueba de que podría hacer con una de las artistas más virales del momento lo que le diera la gana.

¿Qué pasa cuando alguien se encuentra desnuda en internet sin su consentimiento? ¿Y cuando ni siquiera es una imagen verídica? Sexualizada, convertida en campaña de marketing, exhibida como un premio de cama en una narrativa inventada por un señor que ejerce una violencia simbólica sobre ella, pero también lanza una advertencia para las demás. Una sensación de que “a cualquiera le puede pasar” que recorre el cuerpo de las que se ven empatizando con una estrella de la música mientras deslizan el dedo por la pantalla del teléfono.

“Ir a buscar clout [influencia] faltando el respeto y sexualizando a alguien es un tipo de violencia y da asco pero hacerlo por cuatro plays de más lo que da es pena”, escribió La Rosalía en su cuenta de Twitter. 

“El cuerpo de una mujer no es propiedad pública, no es una mercancía para tu estrategia de marketing. Esas fotos estaban editadas y creaste una falsa narrativa alrededor cuando ni te conozco. Existe algo llamado consentimiento y todos a los que os pareció gracioso o plausible espero de corazón que un día aprendáis que venís de una mujer, que las mujeres somos sagradas y que se nos ha de respetar bye”, dijo en una segunda publicación. Y –al menos por ahora– dio por terminado el tema allí. Porque para ser claros, lo que hizo el señor es un delito.

¿Por qué Rosalía habla de una "estrategia de marketing"? Porque el rapero utilizó la foto para anunciar su última canción: Rosa Lío, con una intro similar a una de las canciones de la catalana y un video que podría ser una secuencia de colas moviéndose al unísono con la misma tipografía que el último disco de la artista.

El caso de Rosalía fue una llamada de atención que tuvo repercusiones en el ámbito de la música y la política. Y disparó algunas preguntas entre los usuarios de las redes sociales. ¿Cuáles son los límites de la intimidad en el ámbito virtual? ¿Cualquier imagen puede ser manipulada? ¿Qué es lo "real" en el mundo digital?

“No puedo estar subiendo fotos de la chavala que me manda a mí, eso sería de sinvergüenza”, dijo el rapero en una transmisión en vivo después de publicar las imágenes alteradas, y se refirió a las personas que señalaron su actitud: “No era para que os alterarais de esa manera (sic)”.

Rosalía en la gira internacional de su último disco, Motomami

El desarrollo de las tecnologías de Inteligencia Artificial (IA) nos permite hacerle preguntas simpáticas al ChatGPT, pedirle que nos incluya entre Las meninas de Velázquez, que escriba un poema sobre el último partido de Peñarol con el estilo de Idea Vilariño o que haga que Homero Simpson cante Lo malo de se bueno de El Cuarteto de Nos. Nos hace cuestionar sus consecuencias en el futuro del trabajo, sus derivas en el quehacer de los académicos y los artistas. Pero también una herramienta para trasladar dinámicas que vivimos en el mundo offline. La tecnología no es buena o mala, no hay sesgos éticos en el código, pero somos los humanos los que le damos uso y sentido, por lo que las violencias del espacio virtual no son ajenas a la violencia basada en género de las sociedades.

En la segunda encuesta nacional de prevalencia de violencia basada en género y generaciones, realizada en 2019 por el Observatorio sobre Violencia basada en Género hacia las Mujeres y el Instituto Nacional de Estadística, el 2,5% de las mujeres mayores de 15 años reportaron haber vivido alguna situación de violencia sexual a través de medios digitales.

Hace unos años la difusión de fotos y videos con contenido sexual de ricos y famosos empezó a ser un fenómeno en Internet. Se analizaba, se comentaba y se compartía con el morbo del consumo del cuerpo y de la intimidad de los demás. Con los años se llegó a cierto entendimiento social de que es la difusión de contenido sexual sin el consentimiento de las partes es una forma de perpetuar la violencia. Y que, además, es un delito.

Pero si no era suficiente pensar en que después de una separación o un hackeo pueden emerger imágenes que eran privadas en el ámbito público, que existen la porno venganza y las filtraciones, ahora ya no es necesario ni siquiera que sea verdad.

En los últimos años la tecnología para generar deepfakes, fotos o videos alterados digitalmente avanzó hasta un punto en que puede pasar desapercibida a simple vista. Vimos al papa Francisco con una campera de Balenciaga, a Donald Trump siendo arrestado por la policía de Nueva York y a Jim Carrey interpretando a Jack Torrence en The Shining. Y si bien hasta ahora era posible detectar pequeñas marcas que advirtieran que ese contenido podría estar alterado, las señales son cada vez más engañosas.

De todas formas, ¿importa que esa que está recostada con los pechos descubiertos no sea efectivamente Rosalía para la persona que la quiere consumir? ¿O basta con que parezca real y la ilusión sea satisfactoria para cumplir una fantasía a costa de la explotación ajena?

No solo se trata de la verosimilitud, sino que la tecnología de los deepfakes pueden consumirse como un servicio. Es decir, cualquier persona interesada en crear un video falso lo puede hacer fácilmente on line. Es una herramienta a la mano de cualquier mortal que no sea un ingeniero ni un guionista de Black Mirror.

En un momento en el que se pueden crear amigos, amantes y parejas virtuales. El límite entre la realidad y la virtualidad puede parecer cada vez más difuso. Algo que la industria pornográfica usó a su favor con la creación del "fake porn"

De hecho, si se ingresa el título en la búsqueda de Google los primeros resultados son efectivamente una serie de sitios que prometen “los mejores videos de celebridades desnudas y pornografía deepfake”. Sólo después aparecen las advertencias, las denuncias y las notas de prensa. Y las historias de las personas "anónimas" que fueron víctimas de este tipo de violencia sexual.

El informe The State of Deepfakes: landscape, threats and impact publicado en 2019 por Deeptrace Labs ya advertía que la pornografía deepfake se había convertido en un fenómeno peligroso. “La pornografía deepfake es el tipo de deepfake que más se crea y circula en la actualidad. Los efectos nocivos de la pornografía deepfake ya han afectado a un número significativo de mujeres, incluidas celebridades y particulares”, dice en el documento.

Según la investigación, ocho de las diez principales páginas web de pornografía analizadas incluyen contenidos hechos por medio del deepfake.

Es el caso, por ejemplo, de la actriz Scarlett Johansson; que pesar de que el responsable de la filtración de sus fotos privadas en 2011 fue condenado a 10 años de cárcel por la divulgación de imágenes de contenido íntimo sin su consentimiento, no vio que el problema despareciera. Al contrario: su imagen fue utilizada en un video pornográfico. "Nada puede evitar que alguien corte y pegue mi cara, o la de alguien más, en un cuerpo diferente", aseguró la actriz a The Washington Post.

El caso de La Rosalía es un exponente de la manipulación que permiten el ámbito virtual. Y la comprobación de que todavía existe el deseo de reducir a la motomami de la industria en un objeto en el que depositar sus fantasías. 

"Yo no soy ni voy a ser tu bizcochito".

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