Eduardo Espina

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Trenes a ninguna parte

La Estación Central sigue a la espera algún día ser majestuosa y activa otra vez
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28 de agosto de 2018 a las 05:00
En agosto de 2004, un matrimonio de arquitectos extranjeros estuvo en Montevideo. Quedaron deslumbrados por algunos lugares, y sorprendidos por el abandono de otros. El primer comentario que hicieron en nuestra capital tuvo que ver con la suciedad de las fachadas de los edificios céntricos. "Esta ciudad debería estar mejor estéticamente de lo que está". Pasaron 14 años y nada ha cambiado. Continúan gobernando la ciudad los mismos, por lo que la capital mantiene en algunas zonas su aspecto fantasmático, el cual resalta aún más en los aborrecibles meses invernales. Bela Lugosi se perdió un gran escenario urbano para hacer una de sus películas de terror en la Transilvania del Sur.

En aquel agosto, los llevé también a la Estación Central General Artigas, en donde se estaba realizando un evento multicultural, en el que había conciertos y exposiciones (una notable de Ricardo Yates). La noche antes de ver en vivo a Divididos, recorrieron las instalaciones del lugar, se sintieron fascinados por lo que vieron, y sorprendidos que ante la pregunta, "¿dónde están los trenes?", les respondiera: "aquí no hay ninguno; los trenes están extintos". Tanta belleza arquitectónica, ubicada además en un punto estratégico de la ciudad, para nada: un gran desperdicio salvado interinamente por un festival cultural que no tuvo continuidad.

Por lo tanto, el abandono y la ruina se instalaron donde en otra época del país entraban y salían trenes. Ha pasado mucho tiempo desde entonces, por lo tanto, cabe suponer que la pauperización y el abandono del magnífico edificio –conviene subrayar el adjetivo- se ha radicalizado. En todo ese tiempo transcurrido poco y nada se habló de algún intento por lograr la resurrección del edificio y poner a los trenes, así sea de corto alcance, a funcionar de nuevo. Tan instalada está la desidia como parte de la vida uruguaya actual, que son muchos los que se acostumbraron a la idea de vivir en un país donde no pasa nada. Ahora, después de una clausura que aún no termina, la Estación Central vuelve a estar en el menú noticioso, y en la lista de espera: como el país, espera algún día ser majestuosa y activa otra vez. Pero antes que eso ocurra, puede terminar de caerse a pedazos.

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