Nacional > Perfil de Enrique Antía

Un hijo de la militancia de Punta Carretas

Se crió en una familia donde la política era una forma de vida, fue de edil a legislador; es intendente de Maldonado y ahora se lanza como precandidato
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02 de septiembre de 2018 a las 05:04

"Tengo el honor y la emoción de proponer a un viejo amigo, a Enrique Antía. Así que Koki, atrás tuyo vamos”. Con esas palabras, el intendente de Tacuarembó, Eber da Rosa, concretó el anuncio de la precandidatura del grupo de intendentes del Partido Nacional, la nueva agrupación que competirá en las internas de junio de 2019 e intentará llevar al jefe comunal de Maldonado a la Presidencia de la República. El anuncio tiene pocos días y se realizó en el marco de una convención del grupo con cientos de personas que militan por el partido. Antía dio su primer discurso como precandidato casi sin voz, un poco producto del frío del día anterior, otro tanto de la emoción, y rodeado de familiares y amigos blancos de años. Pero de todos los que lo acompañaron y que hicieron fuerza para que fuera él quien se pusiera al frente como posible candidato, hubo dos personas que, aunque hace ya algunos años que no están, resonaron ese día en la mente de varios de los dirigentes nacionalistas, en especial en la del ahora precandidato.

Consuelo Behrens y Enrique Antía no solo eran los padres del intendente de Maldonado y siete hermanos más. Fueron los principales impulsores de una familia militante, en la que la pasión por la política los llevó a desafiar –como a muchos– la falta de libertad del último gobierno de facto. 

Para Antía es imposible pensar por qué dedicó gran parte de su vida a la política sin incluir en la respuesta a sus padres. “Mi padre y mi madre fueron militantes de a pie del Partido Nacional. Yo mamé eso de chiquito en una familia muy comprometida con las gestiones del país”, cuenta a El Observador un día después de confirmar que será precandidato. 

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Su padre era arquitecto y trabajó años para Conaprole. Su madre, en tanto, era policía y llegó a ser la directora del Servicio Social policial. Cuando a Consuelo le llegó el turno de jubilarse, los policías de menor rango organizaron un acto en el Club Policial y unos 1.500 efectivos llevaron consigo un clavel blanco “porque sabían que la vieja era blancaza”, cuenta su hijo. Allí le entregaron una placa con una inscripción que homenajeaba “a la madre espiritual de la policía” y que Antía ve todos los días en su escritorio. “Eso es la pura vocación de servicio y lo que a mí me generó seguir ese camino. La política es un espacio de servicio”, dice. 

El compromiso de la familia Antía-Behrens con el mundo político se materializaba en el apoyo a la lista 400 y con reuniones con amigos como Washington Beltrán, José Claudio Williman y Wilson Ferreira Aldunate. El intendente de Maldonado era todavía un niño cuando esos personajes se paseaban por su casa del barrio Punta Carretas y tocaba de oído las conversaciones de adultos sobre los deseos de nuevas candidaturas o dirigentes blancos. Antía los define como “una camada militante muy fuerte” empoderada por la figura de Wilson. 

Esos encuentros en su casa fueron el punto de partida del Antía político, nacionalista y wilsonista. En épocas electorales predictadura era común que hiciera engrudos con sus amigos y pegara pancartas en la calle. No pasaba mucho tiempo hasta que esas pancartas eran tapadas por las de otros partidos y ahí volvía la barra preadolescente blanca a dar batalla en los mismos muros. 
Con la llegada de la dictadura, la militancia no fue tan pública, pero la familia Antía-Behrens se plantó firme para que siguiera tan viva como antes. Durante los años del gobierno de facto, su casa de Punta Carretas pasó de ser un hogar a un “recinto de resistencia” en el que decenas de jóvenes armaron tertulias, discusiones y hasta una imprenta clandestina. Enrique es el mayor de ocho hermanos, tres varones y cinco mujeres, y a ellos se les sumaban conocidos que llegaban a ser 20 o 30 por día, varios con cargos políticos actualmente. 

“La casa de Antía era un lugar de referencia, un comité. Ahí pasaba de todo, era muy abierta”, recuerda el diputado Jorge Gandini, que llegó a dirigir una murga que se formó en 1982, cuando el retorno a la democracia estaba un poco más cerca. El Antía que tiene más presente esa murga es Alfredo, conocido, más que por su nombre, como “Pape”, el séptimo de los hermanos.

La casa de los Antía fue vendida en 2010 y modificada por sus actuales dueños. 

Tanto él como Gandini se acuerdan de que por esa época hubo un grupo del Partido Nacional alineado con los militares a los que les molestaban los jóvenes pro democracia. Una de sus integrantes solía aparecer con una banda en la cabeza que decía “mamá” y llamaba a esos jóvenes rebeldes “los insuflados”. Y fue con esos dos elementos que la murga tuvo nombre propio: “Los insuflados de mamá”. 

El intendente de Maldonado recuerda a la murga aunque por ese entonces ya hacía 10 años que se había mudado a Maldonado para trabajar como ingeniero agrónomo en Aiguá, donde actualmente tiene un tambo. También recuerda cuando en 1970, mientras todavía vivía en la casona de Punta Carretas, vio durante un mes entrar y salir a Wilson todos los días de su casa.

Llegaba entrada la tardecita y se quedaba algunas horas. No tuvo que pasar mucho tiempo para enterarse de que esas visitas del líder nacionalista no eran para otra cosa que para preparar la famosa interpelación al ministro del Interior, Pedro Cersósimo, y al jefe de Policía de Montevideo de la época. 

La unión de su familia con Wilson fue tal que viajaron varias veces durante su exilio a visitarlo, una de ellas con el actual diputado e integrante del grupo de intendentes, Pablo Iturralde, otro de los jóvenes que solían visitar el reducto militante blanco de Punta Carretas. 

El ingeniero agrónomo político

Pasaron pocos años de comenzada la década de 1970 y Antía se radicó con Liliana Bernárdez, con quien lleva 42 años casado, en Maldonado. El motivo del traslado fue su postulación a un puesto en Conaprole, que inició una planta lechera en el departamento y necesitaba a un ingeniero agrónomo al frente. En su familia la vinculación con el campo era común, pero pasaba más por la chacra que por el tambo. “Me acuerdo que cuando Conaprole se fue a instalar yo fui a caballo y luego trabajé más de 20 años ahí promoviendo la lechería en el este del país”. 

Habían pasado unos años desde su llegada a Maldonado cuando de la militancia clandestina pasó a la pública y como principal orador. Entre 80 y 100 personas se juntaron en Aiguá por un acto contra el plebiscito de 1980 para reformar la Constitución y Antía fue el encargado de abrir el discurso. “No todos se animaban a dar la cara, pero no tenía miedo. Nos queríamos sacar la dictadura de arriba”, dice. 

Con la restauración de la democracia, Antía peleó para que los blancos ganaran la intendencia, sin éxito. Sin embargo, logró un hito en su vida política: fue electo por primera vez edil por la agrupación wilsonista. En el período siguiente, el nacionalista Domingo Burgueño obtuvo esa comuna y aunque Antía no apoyaba a su sector, sí militó para que obtuviera el cargo. 

El mayor problema vino con la muerte de Burgueño en 1998, cuando no había llegado a completar su segundo mandato en la Intendencia de Maldonado. Varios blancos consideraban que era el tiempo de una renovación maldonadense y, sin apoyo alguno, Antía se tiró a candidato. Todavía sigue convencido de que no lo querían. “Es más, algún candidato a presidente nos condicionó a que si no nos afiliábamos a su sector no podíamos subir al estrado durante los discursos de campaña”, cuenta. 

A su grupo no le importó, armó una lista local de Maldonado y ganó las elecciones departamentales con las que fue intendente durante el gobierno de Jorge Batlle. Ganarle esa comuna al Frente Amplio fue el comienzo de un enfrentamiento primero general entre los partidos, que luego se tornó particular entre él y el que terminó siendo uno de sus principales rivales políticos, el exintendente de Maldonado Óscar de los Santos. 

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De los Santos ganó las elecciones en 2005 y 2010 y las acusaciones entre ambos fueron tales que los llevaron, incluso, a realizarse denuncias penales mutuas. Para el exintendente frenteamplista “lamentablemente es una relación muy mala” con una “desacreditación permanente” de su trabajo como jefe comunal. “Yo fui edil en el gobierno de Burgueño y tuve una relación razonable con Burgueño y tuve buena relación con gente del Partido Nacional. Hay gente que fue marcada por conflictos que no se supieron resolver bien y tenemos una visión absolutamente distinta con respecto al manejo (de la comuna)”, comentó De los Santos al ser consultado por El Observador. 

Tal vez un ejemplo claro de la rivalidad entre ambos se remonte a junio de 2009, cuando una invitación a un viaje derivó en un duro intercambio de correos electrónicos. Por esa época Antía era senador, electo por el sector de Francisco Gallinal Correntada Wilsonista, que había decidido apoyar a Luis Alberto Lacalle en las elecciones nacionales. Como intendente, De los Santos invitó a Antía a integrar una delegación para viajar a España, pero el nacionalista lo rechazó. “La razón principal se debe a la falta de confianza en usted, tanto en el plano personal como en lo referente a su gestión gubernamental”, le escribió. 

La respuesta de De los Santos fue en el mismo tono: “Las razones esgrimidas para no venir a Madrid traducen una forma de pensar que como dirigente político, y sobre todo como ciudadano de Maldonado al cual la gente le confirió responsabilidades públicas, no tengo más remedio que rechazar”. 

Algo diferente es la relación de Antía con Darío Pérez, su otro principal frenteamplista a nivel político. Si bien durante mucho tiempo, cuando se cruzaban en el Parlamento, primero Antía como diputado y luego como senador, no se dirigían la palabra, años después la cosa cambió. En 2010, fue designado director blanco de UTE y Pérez llegó a pedirle que resolviera problemas de vecinos de Maldonado. 

Pasaron cuatro años y al momento de competir por las departamentales de 2015, la cosa cambió. Ambos acordaron que ciertas metas, ganara quien ganara las elecciones, debían cumplirse en Maldonado. La votación dio como ganador a Antía y el intendente reconoce con cierto orgullo que el FA “está cumpliendo todo lo acordado” en temas para los que se necesitan mayorías especiales en la Junta Departamental.

Sin embargo, los enfrentamientos con ediles del Frente Amplio son frecuentes en esta gestión e incluso llegó a tener instancias judiciales con fallos en contra de la Intendencia de Maldonado. En enero de este año, un tribunal de apelaciones obligó a la comuna a informar a la Junta Departamental sobre el contrato por el cual pagó US$ 18 millones a una empresa israelí por la instalación de cámaras de seguridad con las que la Policía monitorea el departamento. Ese fallo revocó la sentencia de la Justicia civil de Maldonado que en primera instancia había hecho lugar al pedido de la comuna de declarar a la información “reservada”, luego de una demanda presentada por el edil frenteamplista en Maldonado Joaquín Garlo. 

“En Maldonado la intendencia se adelantó (al Ejecutivo) porque Antía considera que este es su feudo y que hace lo que quiere. Nosotros estamos para controlar esas actuaciones que no se ajustan a las normas”, dijo en esa oportunidad. Previo a la demanda, Antía había sido interpelado en la Junta en una sesión de unas 10 horas. 

El intendente también debió comparecer ante el Parlamento en la Comisión Investigadora sobre el financiamiento de campañas electorales de diputados luego de ser cuestionado porque la comuna pautó publicidad en el grupo Sanabria, en el que una de sus principales cabezas es el dueño del Cambio Nelson, Francisco Sanabria, procesado por estafa y lavado de activos. En esa oportunidad, Antía negó cualquier vinculación con el empresario. 

También generó controversia la donación de US$ 35 mil de la Intendencia de Maldonado a la organización de la regata Cipper Round the World el año pasado, organizada por el Yacht Club de Punta del Este, de la que participó su hijo, Fernando Antía, el único uruguayo que compitió.

“Yo tampoco tengo que rendir cuentas de que esa plata fue bien invertida porque figura dentro de lo normal del presupuesto municipal”, se defendió en en su momento en declaraciones a radio Carve.

Duda 

Cuando renunció en 2014 al Directorio de UTE, precisamente para hacer campaña, la duda sobre si seguir o no en la política le nació de la misma forma que había nacido su espíritu militante. “Ya eran muchos años. Pero la presión de la barra, de los compañeros, me hizo reflexionar que se podía recuperar el gobierno. El problema era que ya se habían ido los dirigentes que estaban conmigo, solo quedaban tres ediles jóvenes del grupo grande que yo tenía”, relata. Por eso, tirarse a una nueva elección después de dos gestiones consecutivas frentistas y ganar parecía toda una odisea y empezaron a ir barrio por barrio, según recuerda. 

El día de la elección fue una montaña rusa de emociones para ambos partidos. El ganador cambiaba minuto a minuto y según la encuestadora que se siguiera. 

Descanso y más política 

Las críticas a su gestión suelen escucharse y, entre tanta política, Antía necesita algo que lo despeje. 

Hasta los 35 años jugó al fútbol en cuadros  de Maldonado, como el de San Carlos, el Atlético Fernandino y el de Laguna del Sauce. Al mencionar Laguna del Sauce, a Antía se le viene a la cabeza fin de año. Desde hace años, padres, hijos, nietos, yernos y nueras se juntan a recibir el 1° de enero y suman más de 100 personas que se amontonan para pasar la noche. 

Desde hace unos años, Antía trata de caminar todos los días y aprovecha a hacerlo con su esposa. Ella ya está acostumbrada a la vida política de su marido y ahora a lo departamental le deberá sumar lo nacional, cuando comiencen sus recorridas como precandidato. 

 

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