El gobierno -y muchos bielorrusos- están ansiosos por dejar atrás el peor accidente nuclear de la historia. El presidente Alexander Lukashenko, que ha sido considerado como el último dictador de Europa, ha dado prioridad a repoblar gran parte de la región afectada por Chernobyl, exceptuando las zonas más dañadas.
Los bielorrusos, muchos de ellos sumidos en la pobreza y mal informados sobre la radiación, están regresando a sus casas en poblados que aún requieren una supervisión permanente debido a que tienen niveles de radiación superiores al promedio.
Los críticos argumentan que el gobierno de esta nación de 10 millones de habitantes -a los que conduce con mano firme- se está aprovechando de la difícil situación de las personas desesperadas por encontrar un empleo para repoblar áreas que aún son peligrosas e impulsar la producción agrícola.
"Ahora debemos preocuparnos por los hijos de los niños de Chernobyl", dijo Gennady Groushevoy, director de Children of Chernobyl. "El peligro para la salud está alcanzando a una segunda generación... pero el gobierno ha adoptado una actitud de silencio, al estilo de la era soviética".
Actualmente sigue prohibido ingresar a la mayor parte de los poblados ubicados alrededor de la planta de Chernobyl, aunque algunos ucranianos están reocupándolos a pesar de las advertencias gubernamentales.
Muchos de los desalojados aún se quejan amargamente de que sus pertenencias, que dejaron en sus casas durante su apresurada huida, posteriormente aparecieron a la venta en mercados regionales, mientras ellos vivían sin nada en conjuntos de apartamentos de segunda clase.
"No siento ningún peligro, e incluso si lo percibiera, ¿qué diferencia habría?", dijo Raisa Stradayeva, de 62 años, mientras ella y su nieto, Andrusha, avanzaban fatigosamente en medio de la lluvia rumbo a su casa en Svetilovichi, un poblado justo en las afueras de la zona de exclusión, altamente contaminada.
Además, señaló, los riesgos para la salud no pueden ser tan graves porque "la gente está regresando todo el tiempo".
Los críticos dicen que los vegetales, leche y carne de las regiones contaminadas por el desastre, tales como Svetilovichi, se están vendiendo en toda Bielorrusia. Pero en una nación donde el salario promedio mensual es de aproximadamente 150 dólares, pocos tienen la opción de dar prioridad a su salud y comprar productos de importación.
(AP)