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Visita al museo de la figurita y a la fábrica Panini

Módena, ciudad italiana de la región de Emilia Romaña, alberga dos paradas obligadas para cualquier coleccionista: la sede de la multinacional Panini, la famosa fábrica de cromos que edita el álbum oficial de los mundiales, y el Museo della Figurina
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16 de julio de 2018 a las 05:00
[Por Pedro Dutour]

Módena, de 190.000 habitantes, es conocida por ser la cuna del gran tenor de ópera Luciano Pavarotti, por el legado automovilístico especialmente representado en la Ferrari —en la zona hay dos museos dedicados a la marca del cavallino rampante— y por ser el lugar de origen del aceto balsámico, un delicioso vinagre que acompaña todo tipo de platos. Ubicada entre Bolonia, capital de la región, y Parma, existe desde antes de la llegada de los romanos y su aspecto edilicio es marcadamente medieval. En esta encantadora ciudad es que los hermanos Panini (Giuseppe, Benito, Umberto y Franco) fundaron en 1961 la fábrica estelar de figuritas que lleva su apellido, con un sólido liderazgo en el sector en la actualidad en todos los continentes. Aquí se forjó la leyenda de unas colecciones que han contado con el fútbol como eje central de sus propuestas.

Lo importante es lo de adentro


La principal planta de la firma —tiene otra en San Pablo, Brasil— está ubicada en la avenida Emilio Po y ocupa toda una manzana, cerca del parque Enzo Ferrari y de la academia militar, a un kilómetro al oeste del centro de Módena. Es un edificio bajo y extenso, pintado en terracota y sin mayor atractivo, pero que adentro guarda la magia de las producciones que tienen miles de seguidores. Un recorrido a través de sus pasillos y zonas de máquinas, con el pedido expreso de no realizar fotografías, deja traslucir el cuidado que hay detrás de todo aquello.

"Atrás de un sticker hay sustancia", asegura Carla Ruosi, gerenta de exportaciones para América Latina de Panini, al comienzo de un breve tour por las instalaciones, con la idea de subrayar que el proceso de una figurita tiene cabeza y arte detrás. Todo comienza en el sector dedicado a la materia prima. "El trabajo de los stickers empieza con hojas impresas. Dependiendo de la colección hay una, dos o tres hojas madre. Contienen la colección con todo un sistema de cálculo para compaginar los números de las figuritas. Hay muchas cosas que nos diferencian de todos porque somos únicos en lo que hacemos", enfatiza Ruosi.

Asegura que así sea una colección de 180 o de 580 cromos, todo sale a la calle, no se guardan nada, a diferencia de los competidores que pueden tener una colección de 300 figuritas y "salen con 200". Consultada por las supuestas figuritas difíciles en los álbumes, aseguró que cada cual se "dará cuenta" de si alguna es más difícil de adquirir que otras, pero aclaró que hay un criterio para cada colección. En la siguiente estación, las hojas madre pasan por unas cortadoras computarizadas, donde se dividen hasta quedar solo las figuritas, etapa previa al armado de los sobres. En las pantallas de las computadoras aparece un esquema basado en un cálculo para que todas las hojas madre y los cromos queden bien entreverados.

Las máquinas que le siguen son las llamadas líneas ensobradoras, las que mezclan y definen cuántos y qué figuritas van en cada sobre. "También es un cálculo. Secreto Panini", reafirma Ruosi. La maquinaria se asemeja a una rotativa, donde el papel de los sobres va pasando hasta llegar al lugar donde se colocan las figuritas adentro.

Nada es casual

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Esta idea viene de la experiencia de Umberto Panini en la fábrica automotriz Maserati —ubicada también en Módena— que lo llevó a idear la Fifimatic, una máquina para introducir en sobres los cromos, un aporte fundamental a la industria y magia de las figuritas. Nada es casual en el proceso, asegura la gerenta de exportaciones para América Latina de Panini. Cada operario cuenta con sus mezclas de figuritas anotadas. En el siguiente paso, el sobre va directo a la cajita que, dependiendo de la colección, estará conformada por 50 o 100 sobres, como los álbumes del Mundial o alguna otra colección masiva. Las cajas llenas de sobrecitos viajarán en el transportador para ser selladas con celofán. Así deben llegar a los locales de venta de figuritas Panini.

"Tenemos el rastreo de cada box. Y también, para garantizar que hay 50 sobres en una cajita, toda la unidad tiene un peso. Una cajita de 50 sobres pesa X, la que no pesa X queda descartada, no llega al final de la línea", explica Ruosi sobre el cuidado al detalle del procedimiento. Por último, esas cajas se dirigen a una plataforma automática y basado en el color de una cinta adhesiva se reconocerá a qué colección corresponden y así se irán ordenando los bultos, para salir de la planta hacia el "shipping". De esta manera, culmina el ciclo de producción que también alcanza a las trading cards, otro tipo de colección confeccionada con otro material. "Esto se hace aquí y en la planta gemela que tenemos en San Pablo", dice Ruosi.

Acompañada de Marcelo Depietri, otro gerente de exportación de Panini, señala que las impresiones de los álbumes se realizan "afuera" y que cuentan con empresas que les hacen ese servicio "con toda la confianza". Y especifica que las figuritas que salen para América Latina se producen en Brasil, en tanto las del resto del mundo provienen de la fábrica en Módena. "Nosotros compramos licencias. Cada imagen llega del licenciante que nos pasa todo para construir la figura con la mejor calidad. Panini no tiene una producción para los países pobres y otra para los ricos. Es una para todos. La calidad es una, es buena. Invertimos en todo, trabajamos en 50 idiomas", resaltó Ruosi. En Milán poseen un departamento de diseño conformado por 50 operarios y en la planta de Módena con otros 20, dedicados exclusivamente a la gráfica. "Antes de salir un sticker hay diez mil controles".

Uruguay nomá'

La aparición de Panini en el mundo del coleccionismo, en la década de 1960, inauguró una era en la que el producto se sofisticó. Nacieron editoriales dedicadas exclusivamente al rubro, los álbumes terminaron de popularizarse —antes, las colecciones de cromos no siempre llevaban álbumes—, y las producciones dejaron de tener un carácter didáctico para abrir paso al divertimento, a los deportes, a los dibujos animados, a las películas, a las series.

La expansión de la empresa por el mundo comenzó en la década de 1970 y se afianzó en la de 1980, América Latina incluida, con colecciones de diferentes temáticas (como Mazinger, Heidi o Las Tortugas Ninja) y con los populares álbumes de fútbol. El ostentar los derechos de imágenes de los jugadores de fútbol —imprime los álbumes oficiales de FIFA— hizo que la popularidad de su oferta calara definitivamente. El primer álbum de Panini correspondió al campeonato italiano de la temporada 1961-1962 —en una época en que las figuritas sobre ciclismo también contaban con mucho público— y el primero de una Copa del Mundo de Panini fue el de México 70.

En Uruguay, sus álbumes ganaron terreno sobre las producciones pirata —una gran preocupación de la firma italiana, "el mayor problema", según Ruosi— recién en los años de 1990 y, desde entonces, han tenido una gran adhesión y fidelidad del público. "Uruguay, gracias a Dios, en los últimos dos mundiales (Sudáfrica 2010 y Brasil 2014), y en la Copa América de 2011, ha tenido un gran nivel de crecimiento", comentó Ruosi, respecto a la dinámica del mercado uruguayo y su relación con las colecciones sobre fútbol. Lo mismo está sucediendo con el álbum de Rusia 2018, del que hay 220.000 en circulación en Uruguay.

"En ese sentido, si venden 10 millones de sobres, es como vender tres sobres por persona, y si venden 15 millones, aun más. Es un porcentaje de crecimiento muy grande, gracias también —imagino— a los resultados deportivos", añadió, aunque luego le restó importancia al hecho de que una selección esté o no clasificada respecto a la atracción que existe en torno a un álbum mundialista. "El Mundial es un fuera de serie", dijo Ruosi.

Pieza de museo

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El mundo Panini y de las figuritas en Módena no se termina con la fábrica más querida por los coleccionistas de cromos. En el centro de la urbe de Emilia Romaña también se despliega un lugar lleno de fascinación: el Museo della Figurina, que recorre, a través de las figuras de todos los tiempos, el devenir de los acontecimientos, el desarrollo de las modas, la producción y las industrias, las tendencias globales, las afinidades y los gustos del público.

La sala forma parte de un edificio más amplio, con otros museos y otro tipo de colecciones en el Corso Canalgrande. En el Palacio Santa Margarita, otrora convento, luego barraca y ahora centro cultural de la ciudad, el museo convive con la Biblioteca Delfini, la Galería Cívica y el Instituto Superior de Estudios Musicales. El Museo della Figurina se encuentra abierto al público desde diciembre de 2006 y reúne una colección muy divertida y original, muy bien ordenada, en la que los cromos cobran vida en unas placas móviles que hacen más abultada la exposición una vez que se comienza a explorar.

Este museo nació de la propia colección de Giuseppe Panini, uno de los hermanos fundadores de Panini, quien a lo largo de los años recolectó cientos de miles de pequeñas impresiones en color, que con el tiempo concretaron esta extraordinaria colección que se convirtió en un museo dentro de la compañía en 1986. En 1992, Giuseppe y la firma decidieron donar el acervo a la Municipalidad de Módena. La colección en el Museo della Figurina reúne, junto con las figuritas, pequeños grabados antiguos, cajas de fósforos, sellos postales, papel moneda, menús, calendarios y álbumes, entre otros. El museo cuenta con más de 500.000 materiales, que abarcan 150 años de historia, pero no todo está expuesto. De forma permanente hay 2.500 figuras y el resto se guarda en archivo.

Desde la cromolitografía

"Liebig fue la empresa más famosa dedicada a los cromos", comentaron Francesca Fontana y Nadia Lodi del archivo y selección de imágenes del Museo della Figurina, a sabiendas de que estaban ante un visitante uruguayo. Es que Liebig, además del negocio de la carne, emitió una amplia gama de figuras coleccionables y tiene un lugar central en la oferta del museo, con unos 44.000 materiales en la colección.

La compañía Liebig Extract of Meat Company —que toma el nombre del químico alemán Justus von Liebig— se estableció en la década de 1860 en las cercanías de Fray Bentos, sobre el río Uruguay, para la confección de extracto de carne y más tarde del famoso corned beef. A partir de 1924, la empresa pasó a propietarios británicos y se convirtió en el Anglo, hoy Patrimonio de la Humanidad.

"La empresa Liebig no solo produjo estampas, sino también cartas de menú, marcapáginas, calendarios, portavasos", detalló Fontana. "Y aquí tenemos las latas", agregó, señalando las famosas latas de extracto de carne y de corned beef, que también pueden observarse en el museo que existe hoy en el viejo frigorífico Anglo, en la capital del departamento de Río Negro.

En la sala, las primeras placas están dedicadas al nacimiento de las figuritas. "Esta sección presenta grabados de época y matrices originales. Estas imágenes han influido en la iconografía de los cromos. Son xilografías y calcografías del siglo XVII. A lo largo de los años los grabados adquirieron un carácter más laico, alejándose de la función de culto para la cual comenzaron a crearse", explicó Fontana.

Después fue inventada la cromolitografía, "la técnica que revolucionó el mundo de las artes gráficas", desde entonces los dibujos son impresos en colores. "Es un método de impresión muy importante porque hizo posible una gran producción de imágenes a bajo costo", prosiguió, para luego señalar las piedras litográficas allí expuestas, las que se utilizaban para producir imágenes. Este procedimiento resultó clave para que, en el siglo XIX, se divulgaran los cromos y el coleccionismo, en un momento en el que aún no había álbumes.

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"Las primeras figuritas nacieron en Francia en la segunda mitad del siglo XIX y luego se desparramaron rápidamente por el resto de Europa y por Estados Unidos gracias a la unión entre la publicidad y la litografía", dijo Lodi del Museo della Figurina. Las tiendas Bon Marché et Suchard de París también cuentan con un sitio privilegiado en el salón del Palacio Santa Margarita en Módena, como una de las firmas que iniciaron la emisión de estampas y cromos por aquel tiempo. En general, se trataba de dibujos coloridos y vistosos: como una estación eléctrica o una serie de niños en diferentes situaciones, paseos familiares en parques o el avistamiento del cometa Halley desde un bote con regios pasajeros, las fábulas de La Fontaine o una boda de verduras. También se ponía énfasis en diferentes oficios, en relatos históricos, en la moda, en las celebridades.

Los alemanes —como los franceses, los suizos, los belgas, los holandeses o los italianos— hicieron un gran aporte al mundo de los figuritas, con colecciones en torno a indumentarias, juegos, tiempo libre, industrias, medios de transporte, vida cotidiana y social, oficios, animales, astronomía, personajes de la época, entre otras. Pero los germanos cuentan con un capítulo negro: el tiempo de los nazis también alcanzó a las figuritas. Adolf Hitler utilizaba los álbumes para difundir propaganda nazi y desde los que clamaba a los jóvenes para que se enlistaran en el ejército. "Se mostraban todos hermosos en las figuritas, era como una forma de atraerlos", aseveró Lodi. Allí en el museo pueden verse los coleccionables con enormes cromos del Führer, de los grandes desfiles del régimen y de los Juegos Olímpicos disputados en Berlín en 1936.

El Museo della Figurina dedica un espacio especial a lo que llama la "figurita moderna", la que arribó luego de esa guerra y que tuvo como personajes claves a los hermanos Panini, por supuesto. "La era de la estampa moderna comienza en los años 1940 y 1950, y se reafirmó en 1961 con Panini", manifestó Fontana. "El deporte fue el tema principal de los primeros álbumes de la empresa. El ciclismo primero y después el fútbol", agregó. Y así hasta llegar a nuestros días y al actual Mundial de fútbol que se disputa en Rusia. La magia de la figurita no se toca.

La empresa

La compañía estuvo en manos de la familia Panini hasta alcanzar una facturación anual de 60 millones de dólares. En 1988 la empresa se vendió al Grupo Maxwell, que implementó una serie de cambios y puso la dirección en manos extranjeras. Después de años de inestabilidad financiera, en 1992 fue comprada por Bain Gallo Cuneo y De Agostini. En solo dos años se devolvió a la empresa su antiguo esplendor. Panini fue adquirida por Marvel Entertainment Group, que mantuvo el mismo equipo directivo encabezado por el argentino Aldo Hugo Sallustro.

El 8 de octubre de 1999 la firma volvió a manos italianas al ser adquirida por Fineldo Spa, la Sociedad Financiera de Vittorio Merloni, junto al equipo directivo de la sociedad de Módena, siempre bajo la guía de Sallustro, que mantuvo una parte importante del capital social.

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