Sergio Massa, Alberto Fernández y Cristina Fernández
Romina Manguel

Romina Manguel

Periodista de El Observador Argentina

Actualidad > Política argentina

¿Y si te lo digo en inglés?

Mientras en Estados Unidos demócratas y republicanos llegaron a un acuerdo para evitar el colapso financiero, Argentina sigue en la pelea personalista a corto plazo. Ante el inminente cierre de listas, sobran internas y faltan certezas. Y sobre todo, voluntad de acuerdo en los espacios de poder del oficialismo y la oposición
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05 de junio de 2023 a las 13:04

El paso del tiempo es inexorable y adquiere una dinámica propia frente a objetivos concretos, sobre todo cuando se aproxima la fecha de poder cumplirlos. O no. Pasa en la Argentina ante la inminencia del cierre de listas para definir quienes serán los candidatos a competir en las primarias obligatorias que le pondrán cara a los hombres y mujeres que competirán por ocupar la presidencia los próximos cuatro años. 

Y pasa en la otra punta del hemisferio, en los Estados Unidos ante la crisis económica que necesita de un acuerdo para aumentar el techo de la deuda y, en criollo, no caer en el temido default.

Pocas veces quedaron tan expuestas las diferencias a la hora de planificar sobre la crisis un esquema que permita surfearla hasta llegar a mares más calmos. Dos idiosincrasias antagónicas. Dos estilos de dirigencia, de pensar el futuro, los intereses del país y de quienes viven en él. Estados Unidos y Argentina. En términos operativos, descontando el volumen y el poder global de uno y otro, que cada día parecen quedar todavía mucho más lejos de los cinco mil kilómetros que separan las dos capitales.

Joe Biden, el presidente demócrata que llegó a la Casa Blanca después del huracán Trump y ahora podría tener que competir con él, negoció a contra reloj para evitar llegar al límite de la deuda que puede contraer Estados Unidos. Avejentado, golpeado por los índices de popularidad, pero airoso, dio un discurso desde la Oficina Oval en el que además de explayarse sobre lo obvio, el logro de haber evitado el colapso económico, reivindicó lo que entiende como la base de la democracia bipartidista. Destacó una y mil veces la buena voluntad de sus adversarios republicanos para negociar sin mezquindades y destacó el rol del Congreso como ámbito de convivencia por excelencia donde “encontrar un consenso más allá de las diferencias partidistas es difícil. La unidad es difícil, pero nunca debemos dejar de intentar”. Y sin dar demasiadas vueltas aseguró que si buscan la respuesta al progreso norteamericano está ahí, en la negociación que busca la solución colectiva y no los logros individuales. 

Tampoco la aparición del octogenario presidente se vivió como una película de Disney donde sonaba el himno y flameaba la bandera mientras los unos y los otros se abrazaban cual los nuevos padres fundadores de la nación. ¿Pero hubo un final feliz? Si. ¿Desde los sectores más duros de los republicanos representados en el Congreso hasta los demócratas que cuestionaban las capacidades de negociación de un presidente mayor pusieron de su parte para lograr el objetivo? Si. ¿Tuvieron que enfrentarse a los sectores más radicalizados de cada partido y forzar la moderación de los moderados? Si. ¿Compartieron protagonismo, foto y notas el propio presidente con el republicano Kevin McCarthy? Si. Si y sí.

¿Y hubo, como tanto le gusta a la épica norteamericana una frase pochoclera antes del the end o justamente para evitar el the end?  Si. 

“Ninguno consiguió todo lo que quería, pero el pueblo estadounidense consiguió lo que necesitaba”. Ahora sí, que cada uno musicalice este final como quiera.
Dato no menor:  el proyecto de ley para suspender el límite de deuda de la nación y evitar el primer incumplimiento de pago es hasta el 1 de enero de 2025. O sea, cualquiera podría estar en la Casa Blanca.

¿Y por casa como andamos? Después de una serie de elecciones donde se impuso el oficialismo, donde la Corte Suprema intervino jurídica y políticamente para suspender elecciones en Tucumán y San Juan, en medio de la discusión por las reelecciones indefinidas y las PASO versus candidato único, ni el oficialismo ni la oposición parecen ordenarse. Siguen jugando a la chiquita, se impone el cortoplacismo, la desorientación y, ante todo, la falta de acuerdos hacia adentro y hacia afuera. 

El jefe de gabinete Agustín Rossi, jefe de Gabinete de Alberto Fernández y devenido también en uno de los hasta ahora precandidatos del sector oficialista provoca con una pregunta de difícil respuesta: “¿Cómo se explica que lo que consideran el peor gobierno de todos, el nuestro, lleve como candidatos a los hombres más importantes en cada una de las gestiones?”. Eduardo “Dado” de Pedro ministro del Interior, hombre de CFK a quién ella no termina de ungirlo, pero quien manejó estos años el poder de articular nada más y nada menos que con los gobernadores. Daniel Scioli, el representante político del país ante Brasil, el socio más importante de la región, el propio jefe de gabinete y por supuesto, el ministro de Economía, el hombre de la papa caliente, Sergio Massa a quien sorprendentemente la narrativa lo ubica como el único que se le animó a lanzarse sobre la granada y no al responsable del fracaso de políticas clave como el control de la inflación. Difícil en este contexto que aparezca un tapado. Una sorpresa. La última, la de Alberto Fernández presidente no salió bien. Ya no se discute. Poca pelea les dio a sus sueños reeleccionistas. Enojado, repite entre los pocos propios que le quedan que a las siete plagas de Egipto tiene que sumarle el boicot de la vicepresidenta a su gestión.

El calendario corre. Los calendarios corren. El 14 de junio, ya, ahora, en medio del desconcierto cierran las listas para presentar candidatos. Massa espera los resultados del viaje a China y apuesta al desembolso anticipado del FMI. Pero a diferencia de los norteamericanos, el desorden en las propias filas complica cualquier dialogo con los adversarios. Y si hay alguien que lo tiene claro es él. Por eso su enojo, malestar poco disimulado y ganas de patear el tablero: le juegan en contra los propios. O por lo menos eso percibe él.
La presidenta de la Cámara de Diputados, mujer fuerte del Frente Renovador y señora de carácter, no espero que el avión dejara de carretear para tuitear sus primeras sensaciones tras la gira en la que acompaño a Massa: “Terminamos una gira por China muy fructífera para Argentina, con logros como el swap con uso abierto y obras claves para nuestro país…Pero da pena llegar y ver que propios y extraños, que generaron la crisis que hace necesaria la estabilización, están acá jugando a los soldaditos mientras tendrían que estar cumpliendo sus obligaciones. Dos caras de una misma moneda”. No pasaron dos minutos hasta que se supo a quiénes iba dirigido el tiro por elevación. Quienes jugaban a los soldaditos: el embajador en Brasil Daniel Scioli y el canciller y hombre de máxima confianza del presidente, Santiago Cafiero.

En la oposición una vez más las cosas no están mejor. El nuevo debate a días del cierre de listas vuelve a enfrentar a los dos candidatos presidenciales: Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich. Y una vez más, el ex presidente Mauricio Macri se niega a ser prescindente y aparece su mano negra. ¿Vamos a ser una secta o un rejunte? Se preguntan en torno a la ampliación del espacio con las incorporaciones del gobernador de Córdoba Juan Schiaretti, el liberal José Luis Espert y Margarita Stolbizer. La bomba es el cordobés. ¿Juntos por el cambio resiste tanto cambio? Todos se dudan. Larreta hace por lo menos dos años plantea hacer algo distinto. ¿Una nueva coalición y algunos puntos de acuerdo? ¿Macri juega a romper? Si alguien faltaba en este escenario enrevesado donde ningún mecanismo parece aceitarse era Elisa Carrio: “El lado oscuro de Mauricio Macri está jugando para que Juntos por el Cambio pierda… tiene demasiada ambición y eso no le permite dejarles lugar a otros”. 

Todo lejos, muy lejos, demasiado lejos del discurso de Biden que por lo menos, para el relato más romántico hizo primar el pragmatismo evitando el colapso. Y claro, obvio, real hasta el absurdo, no lo hizo solo. 

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