Eduardo Espina

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Nuestra farándula de cabotaje (o su real inexistencia)

Las celebridades locales no son como en el resto del mundo
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01 de junio de 2018 a las 05:00
Unos cuantos años atrás fui a cubrir para este diario el festival de cine de Punta del Este, cuyo director por entonces era un peculiar personaje argentino que realizaba muy bien su función, sobre todo porque sabía bastante del rubro que era su especialidad. Siempre tuve una relación cordial con él y fuera del protocolo común en este tipo de evento, podíamos entablar buenas conversaciones.

En la cena de apertura alguien de su entorno me dijo que iban a sentarme en una mesa donde estaban "Alfredito Etchegaray y algunas de las chicas que trabajan con él". Despistado, pregunté quién era "Alfredito Etchegaray", suponiendo, dado el diminutivo empleado, que podía ser un niño que trabajaba en alguna de las películas en exhibición. Pero no.

El tal Etchegaray, según me informaron, era un relacionista público y al parecer tenía cierta aura de celebridad, lo cual me pareció raro, ya que las celebridades que yo conocía como tales, Jack Nicholson, Meryl Streep, de ese estilo, eran celebridades conocidas por todo el mundo. Este, en cambio, era una celebridad local, de cabotaje.

Etchegaray habló toda la noche, para compensar tal vez la mudez total de las bellas jóvenes que lo acompañaban. Pensé que íbamos a hablar de cine, de las películas que iban a exhibirse, pero el locuaz interlocutor conversó de un tema que me llamó la atención: la falta de farándula que hay en Uruguay.

Siempre me ha preocupado más la falta de oportunidades laborales y de una buena educación para todos, que la falta de farándula que pueda tener el país. Alfredito, y perdón que lo llame así, aunque esa fue la única vez que lo vi en mi vida, me pareció un tipo interesante en lo suyo.

Respeto a la gente que habla con pasión de las cosas que hacen para sobrevivir, y él hablaba con convincente sinceridad del tema que parecía conocer muy bien. Tan bien, y con tan enfervorizada pasión conversaba sobre su metier, que yo no abrí la boca en toda la noche, salvo para comer los ravioles que sirvieron como plato principal. Me cuesta recordar de que estaban rellenos.

Salí de la recepción intrigado, conjeturando sobre las cosas que deberían hacer los uruguayos para que en el país haya por fin farándula, aunque al rato me olvidé del tema.

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