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Oscurecido horizonte de empleo
La paradoja de que caiga el empleo cuando la economía crece es consecuencia de una omisión y un error de los gobiernos del Frente Amplio. La omisión fue no haber modernizado el sistema educativo para sacarlo de la mediocridad que impide formar la mano de obra calificada que requieren las empresas en forma creciente. Los efectos adversos de esta claudicación, la más grave de las tres administraciones de la alianza de izquierda, se acentuarán en los años próximos a medida que la revolución tecnológica elimine puestos de trabajo o los torne más exigentes.
El error ha sido una política laboral sesgada a favor de los sindicatos. Es obviamente deseable que los asalariados mejoren sus ingresos. Pero en busca de esa meta los últimos gobiernos perdieron el equilibrio al excederse en privilegios al movimiento sindical, facilitándole desmesura en el uso de su poderío y en desatar una constante conflictividad por causas frecuentemente injustificadas. El efecto de la política oficial ha sido un agudo aumento de los costos operativos de las empresas, lo que desalienta la contratación de personal. Incluso ya han cerrado empresas, algunas veces por errores de gestión pero otras muchas por pérdida de competitividad debido a los altos costos laborales.
Los resultados están a la vista. Mientras la economía crece a un ritmo de alrededor del 3%, los datos al cierre del primer semestre de este año muestran 10 trimestres consecutivos de caída del empleo. Se redujo a 57,8% el volumen de personas ocupadas, 0,4% menos que en igual trimestre del año pasado y bastante por debajo del máximo de 60,8% alcanzado a fin de 2014. La tasa de desempleo, por otra parte, saltó de 7,6% en el segundo semestre de 2016 a 8,1% este año, lo que significa que unas 150 mil personas buscan trabajo pero no lo encuentran. La cifra está lejos del mínimo de algo más del 6% entre 2011 y 2014, cuando la economía crecía a mayor ritmo por impacto de una década de bonanza exportadora.
La situación se agrava porque no existen perspectivas firmes de que mejore, especialmente en los sectores más intensivos en mano de obra, como la construcción y el comercio. La esperanza coyuntural de crear algunos miles de empleos con la construcción de una tercera planta de celulosa sigue lejana a medida que se dilatan las negociaciones con UPM. Las exportaciones, generadoras de puestos de trabajo, están limitadas por pérdida de competitividad en muchos de nuestros principales mercados. Y el consumo interno, otro motor del empleo, no crece pese al mayor poder adquisitivo del salario real por caída del índice de confianza de los consumidores.
El ministro de Economía, Danilo Astori, señaló que el mercado laboral muestra “resultados preocupantes” por el contraste entre el crecimiento económico y la baja del empleo. Es una preocupación tardía por imprevisión oficial, ya que el problema era previsible en sus dos aspectos. Por un lado, desde hace años los gobiernos han sido infructuosamente alertados de que el desequilibrio de la política laboral conduciría inexorablemente a menor empleo por pérdida de viabilidad de las empresas. Y por otro, 12 años de fracaso en reformar la educación aseguran el rezago del país ante el imparable avance tecnológico, con el resultado de que más uruguayos buscarán trabajo sin encontrarlo por formación insuficiente.
