Pasó David Byrne y dio vuelta el Teatro de Verano con un show muy particular

Precedido por un divertido show de la argentina Juana Molina, Byrne salió a escena 20 minutos después de las 21 y se sentó ante un pupitre en el que reposaba un cerebro de plástico. Lo tomó en sus manos y comenzó a cantar Here, el tema que cierra su disco más nuevo (American Utopia) lanzado hace dos semanas y la razón que lo trajo a Uruguay.

Esa novedad discográfica estuvo representada en siete de las 21 canciones que Byrne interpretó prácticamente sin descanso, solo para soltar algún "Gracias, ¡wooo!" y recordar su visita pasada a Uruguay, en 2004, cuando se presentó en el Teatro Plaza el día en que además se proyectaba película de Los Picapiedras. "El cartel decía David Byrne y Picapiedras", contó riendo, siempre en prolijo español.

Y ni Byrne ni los 11 músicos que lo acompañaban en escena pararon en ningún momento. Algunos entraron, otros salieron, pero todos recorrieron con precisión el escenario. Ningún movimiento fue al azar en un show que combinó música con teatro, baile y performance, para confeccionar una cruza peculiar de recital y obra musical de Broadway.

Apenas una cortina ocupaba el escenario del Ramón Collazo, pero los movimientos de la docena de artistas, y recursos como una lámpara que proyectaba la sombra del ex Talking Heads u otra que Byrne tomó en su mano mientras cantó Bullet, daban variedad. Cuando parecía que ya no les quedaba nada por hacer, sobre el final sacaron una pelota de fútbol y se pusieron a jugar con ella mientras tocaban.

De riguroso traje gris y descalzos, tanto el cantante (que tomó ocasionalmente la guitarra), sus dos coristas y bailarines, el tecladista, el bajista, la guitarrista y los seis percusionistas que cambiaban todo el tiempo de instrumento bailaron, caminaron, gesticularon y cantaron. Se ve que el fanatismo de Byrne por la bicicleta le hizo muy bien, porque a sus 65 años no dejó nunca de sacudirse. Y eso que venía de tocar en Chile y en el Gran Rex argentino. Y si no se hubiera suspendido la tercera jornada del Lollapalooza en Buenos Aires habría hecho cuatro shows en cuatro días consecutivos.

El público tampoco dejó de moverse durante todo el show, bailando y sacudiéndose al ritmo de la inclasificable música de David Byrne. Porque es rock, es pop, es samba, salsa y cha cha chá. Es disco, punk y funk. Pero nada de eso a la vez. Lo que hace Byrne es música y punto. Pero es imposible no mover los pies, la cadera, la cabeza o los brazos cuando suenan los tambores. Las ovaciones fueron eternas para Byrne, de parte de un público que reunía a múltiples integrantes de bandas roqueras locales.

El resto del repertorio lo ocuparon canciones de los Talking Heads, incluyendo algunas de sus canciones más conocidas como Burning down the house o Once in a lifetime, apenas cuatro de sus temas propios, y un cierre con un cover de Hell you Talmabout, de la cantante Janelle Monae.