Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > El rock y sus tragedias

Pity Álvarez, el rockero de barrio que andaba armado por seguridad y que quería "curarse"

El músico argentino está en prisión aguardando su condena tras matar a un hombre, el punto más trágico de una historia de genialidad musical y autodestrucción personal
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18 de julio de 2018 a las 05:00

Le prestaron un remise para ir a un show sin que lo supiera el chofer –que cuando salió de su casa pensó que le habían robado el auto– y terminó buscado por la policía. Le pegó un tiro de forma accidental a un productor o, al menos, eso fue lo que declaró el baleado, porque él no declaró. Chocó con su moto. Se tiró desde una escalera y se quebró una pierna. Chocó de nuevo. Arrojó fuego por su boca durante un concierto y fue arrestado. Faltó a shows en vivo. Lo denunciaron por violencia de género. Y un día, Cristian "Pity" Álvarez fue y mató a un tipo.

Músicos que estuvieron en la cárcel hay para todos los gustos: Chuck Berry, James Brown, hasta el bondadoso Paul McCartney. Ninguno como Pity Álvarez que está ahora en un pabellón psiquiátrico, mientras espera que se resuelva a nivel legal su condena por el homicidio de Cristian Díaz. Dijo que creía que era inocente, pero testigos, cámaras y pruebas lo ubican en el lugar del ataque. Está sedado, sin poder alimentarse y en pleno proceso de desintoxicación. Un proceso delicado considerando que su cuerpo ha recibido todo tipo de sustancias en cantidades abundantes.

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"Estoy saliendo de problemas grandes con las drogas. Es un momento en el que tu cabeza tiene que hacer un clic, y nadie te puede ayudar. Esa decisión la tomás vos solo. Ninguna clínica, comunidad o granja lo va a hacer por vos, aguantas un tiempito y seguís". Eso decía el músico en 2010 en una entrevista. Se lo ve con algunos kilos recuperados, más lúcido y con ganas de enderezarse.

Esa entrevista la realizó el periodista del diario Clarín y la revista Hecho en Bs. As. Pedro Irigoyen, que conversó varias veces con Álvarez, incluso una noche cuando se lo encontró en un bar. "Lo que lo diferencia de otros rockeros y figuras de la música es que es un tipo genuino. No es un personaje. Tiene talento, es inteligente, con sus luces y sombras, pero muy transparente. Nunca negó sus problemas de drogas, siempre habló de los marcianos y de la comida en mal estado que consumía a propósito", dijo Irigoyen.

En 2015, ya tomado de nuevo por la droga, decía desde una cama de hotel en Montevideo –en entrevista con El Observador– lo siguiente: "Nunca actué ni hice el papel de loquito, aunque en algún momento parecería serlo. Soy un artista que trascendió la música. Sé chocar autos".

Cumple el estereotipo del rockero, es esa persona que muchos alguna vez soñaron ser y no pudieron. El que hace canciones buenas, dice lo que piensa y vive reventado. Comparemos con Uruguay, donde no hay, ni hubo, rockeros de ese estilo. Pity Álvarez emergió como ícono del rock barrial argentino, pero lo trascendió. Fue el genio loco más reciente. Y le agregó, como toda historia de ese tipo de figuras, una gran tragedia.

Porque –aunque trascendió el rock barrial– era un tipo de barrio, que se movía con esos códigos y valores. En una entrevista con la revista Rolling Stone en 2008, decía: "Yo me adapto a los tiempos. Me encantaría cagarme a trompadas, o que me caguen a trompadas. Pero ya pasó eso. Yo ando armado porque los demás andan armados. Con un fierro te cagan, boludo. Yo tengo que tener los mismos entrenamientos".

Cuando Irigoyen lo encontró en un bar, lo primero que hizo el artista fue poner su arma sobre la mesa. "Él vive en un barrio que se rige por otras formas sociales, que están liberados de la seguridad, que tienen sus propios sistemas de salud y educación. En ese contexto no es descabellado tener un arma, porque es un mundo donde todo el mundo anda armado", explicó el periodista.

En ese encuentro casual nocturno, Pity le dijo que tenía el arma porque las cosas se estaban "poniendo picantes", y un par de vendedores de droga lo estaban buscando. Era por seguridad.

"Sí, fui yo quien disparó. Lo maté porque era entre él y yo. Era él o yo. Él era un pibe que choreaba. Lo maté porque si no él me iba a matar", sostuvo la voz de Viejas Locas e Intoxicados cuando llegó a la seccional policial el día que se entregó.

Para Irigoyen es sorpresivo que haya matado a alguien, porque es una acción que no suele anunciarse. Pero es parte de la actitud autodestructiva de Álvarez, y del deterioro que vive con breves paréntesis desde hace quince años. "No lo justifico, es un asesinato y va a tener que pagar por él con cárcel, pero hay que ponerlo en contexto social y cultural".

Las influencias del mundo del rock, sus estímulos y el mundo donde Álvarez se movió hasta ahora tienen parte de la culpa, consideró el periodista argentino que lo considera una persona "sensible y luminosa, pero que tiene puesto encima el traje negro de la droga, que te tapa".

Ahora el músico tiene una oportunidad para dar vuelta su vida. Quizás salir de su torbellino constante. Algo que, según él mismo, busca desde hace tiempo. Porque, como declaró en 2008: "La gente sabe que yo no le voy a mentir. Yo no necesito mentirle a nadie. Por eso a veces digo cosas que no debería decir. Ya lo dije. Basta. Me quiero curar. Quiero ser feliz".

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