Opinión > HECHO DE LA SEMANA / MIGUEL ARREGUI

Poder o muerte

La destrucción de Venezuela y el cerco internacional dejan sin salida a Nicolás Maduro y los suyos
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26 de mayo de 2018 a las 05:00

La insostenibilidad del gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, su caída de un momento a otro, es uno de los presagios más repetidos de estos tiempos. Pero por ahora él sigue arriba, tan campante, caminando entre ruinas y desafiando las leyes de la gravedad.

El mandatario socialista fue reelecto el domingo para presidir Venezuela hasta 2025, pese al boicot opositor y a la condena de buena parte de los gobiernos del mundo. Obtuvo dos de cada tres votos emitidos, con una abstención de la mayoría.

Maduro ya había ganado las elecciones de abril de 2013 con una pequeña ventaja sobre el opositor Henrique Capriles, después que el creador de la "revolución bolivariana", el teniente coronel Hugo Chávez, lo designara heredero poco antes de morir.

Maduro se asoció con los mandos militares, que cumplen un papel principal como sostén del chavismo y que acumulan un enorme poder económico y político. También se ocupó de completar el vaciamiento del sistema democrático, desfigurando las instituciones, apresando a los líderes opositores y proscribiendo sus partidos.

La centralización y burocratización de la economía, incluida la provisión de alimentos y de casi todos los servicios, le conceden un poder inmenso.

"Mientras más pobre el pueblo, más poder tiene el gobierno", resumió un vendedor ambulante el día del acto electoral. La alta abstención mostró de nuevo la desesperanza y el hastío por la crisis.

Pero Maduro es más que un charlatán de feria y un administrador disparatado. Ha sabido sostener esta variante tropical del socialismo autoritario, un engendro imposible, sin reparar en el costo humano. Y lo adaptó para sí.

El creador del "socialismo del siglo XXI", Hugo Chávez, gobernó 14 años entre golpes de efecto, una verborragia inagotable y el fervor popular. Él, en realidad, era el resultado del fracaso de la vieja oligarquía venezolana, corrompida hasta la médula. Y mientras el precio del petróleo tomó altura, entre 1999 y 2008, estatizó la mayor parte de la economía y financió amplios planes de asistencia que mejoraron el nivel de vida de las clases menos favorecidas. Pero el derrumbe del crudo acabó con la bonanza y produjo una espiral de escasez e inflación. Chávez no les había enseñado a valerse por sí mismos sino sólo a recibir.

La economía venezolana retrocedió hacia el primitivismo y el monocultivo más completo imaginable. Ahora la escasez de todo y el hambre son moneda corriente. El país produce la mitad de petróleo que 20 años atrás. El derrumbe petrolero se debe a la falta de inversión, a la fuga del personal más calificado y al desastroso gerenciamiento de la estatal Pdvsa, casi la única fuente de exportaciones.

El producto bruto (PBI) se contrajo 45% desde 2013, con una caída imparable del nivel de vida, en tanto el país ingresa en un default parcial de su deuda pública.

El gobierno cierra la brecha del presupuesto imprimiendo billetes, por lo que la inflación este año treparía a más de 13.000%. La economía está en vías de desmonetizarse: las personas simplemente recurren al trueque.

La oposición se desangró en las protestas del año pasado, que costaron al menos 125 muertos, y se dividió. Sus principales líderes están inhabilitados, como Henrique Capriles o Leopoldo López, o en el exilio.

El régimen cercó e intimidó a los medios de comunicación mediante sanciones y el control de los insumos. Muchos cerraron y otros se rindieron y vegetan.

La emigración, que se ha llevado centenares de miles de personas, es una válvula de escape. Los países vecinos comienzan a reaccionar. Estados Unidos ha aplicado sanciones financieras a Venezuela y congeló los bienes de unos 60 chavistas. Pero sigue siendo el principal cliente del petróleo venezolano y no ha roto por completo el vínculo mediante un embargo. En Washington parecen actuar bajo la convicción de que Maduro y los suyos no tienen salida salvo aferrarse al poder a cualquier precio. Cortar las amarras con ellos los arrojaría a acciones aún más desesperadas, incluido un baño de sangre. Hay miles de cubanos en Venezuela ayudándolos a diseñar el control totalitario.

Es poder o muerte. Si no, hay una fractura en la trenza gobernante, Maduro parece tener vida para rato. Pero un golpe dentro del régimen no es una hipótesis a descartar. De hecho, menudean las detenciones de oficiales de las fuerzas armadas por presuntas tentativas de motín.

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