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Punta Ballena, la comarca del arte

Por sus paisajes, sus contrastes y la energía del lugar, el balneario se ha convertido en un enclave fértil para artistas locales e internacionales
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20 de enero de 2018 a las 05:00
Es amor. Para ellos es amor.

Amor por los verdes, la playa tranquila, el cobre de sus atardeceres y el viento furioso contra el lomo de la Ballena, donde las olas rompen desde hace muchísimos años. Es amor por las temporadas agitadas, cuando el balneario se llena de turistas ocasionales que llegan encandilados por la calma del ese pedacito apartado del este. Pero también por los inviernos vacíos, helados. Por el frío que cala los huesos y por las heladas mañaneras que cubren cada rincón.

Para algunos, el amor por Punta Ballena es generacional. Le pasa a los Del Castillo, por ejemplo. A Héctor y a su hija Serrana. Para otros, es un enamoramiento tardío. Llegaron un día, vieron lo que los esperaba y no se fueron más. O al menos, si no se quedaron viviendo allí, vuelven cada año cuando sube la temperatura.

Punta Ballena está a tan pocos kilómetros de Punta del Este y son tan diferentes entre sí que sorprende. De un lado, el balneario furibundo que supura autos, fiestas, turistas. Del otro, el pueblo de lujo, la calma, la urbanización espaciada que planificó el arquitecto catalán Antonio Bonet. Son dos enclaves de Maldonado con identidades tan distintas como las personas que los pueblan y los visitan.

Desde hace décadas la zona de Punta Ballena está consolidada como un paraje de artistas que persiguen la inspiración, y que la encuentran respirando su aire de mar.

Desde Antonio Lussich, que llegó de Montevideo en 1886 y comenzó con la compra y la plantación de árboles en la región, hasta la instalación de la mundialmente famosa Casapueblo de Carlos Páez Vilaró, Punta Ballena es un rescoldo para el arte local en todas sus facetas. Hoy la escultura, la pintura, el mosaiquismo, la fotografía y el trabajo con materias primas están representados en el balneario y, durante el verano, se genera un circuito especial que permite visitar y conocer las obras y los artistas cada noche, cada sábado.

Cada uno de esos artistas –locales y extranjeros– siente y quiere a Punta Ballena de manera diferente, pero siempre están de acuerdo en que allí su arte encontró un espacio para quedarse.

Herencia de sangre

La sangre de los Del Castillo tira. Reclama. La respuesta a esa atracción puede encontrarse en las ramas de su árbol genealógico. Héctor nació allí, en 1943, y es bisnieto del propio Antonio Lussich. "Creo que jamás me perdí un verano acá", cuenta mientras rememora algunos de los cuentos de su abuela. Aquel que, por ejemplo, resalta la emoción de su antepasado a la vuelta de uno de sus tantos viajes. "Vuelvo a mi paraíso", cuentan que dijo Lussich, cuando su barco Huracán tocó las costas de Portezuelo después de meses en el mar.

Desde hace décadas la zona de Punta Ballena está consolidada como un paraje de artistas que persiguen la inspiración, y que la encuentran respirando su aire de mar.

"Para mí, Punta Ballena es mi casa, mi hogar, mi comarca. Me es difícil imaginar la vida fuera de ella. Y claro, todo eso influyó en el arte ¿Dónde voy a encontrar atardeceres como los que hay acá?".

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Héctor y Serrana del Castillo en su taller y centro de exposiciones de Punta Ballena
Héctor y Serrana del Castillo en su taller y centro de exposiciones de Punta Ballena

Del Castillo mantiene junto a su hija Serrana el Atelier del Castillo, una casa colonial que funciona como taller y centro de exposiciones para los trabajos de ambos. Allí se presentan las pinturas, que reflejan paisajes del balneario, pero también costumbres gauchas e imágenes de algunos de los escritos que Lussich publicó en vida.

"Acá vemos un Uruguay muy rico en colores, con atardeceres increíbles, con una fauna y una flora única y también en costumbres. Todo eso lo hemos reflejado con mi padre en nuestro arte", explicó Serrana del Castillo.

Su padre expone en el lugar desde la década de 1960 y es uno de los artistas pioneros de la zona. A la vez, es quien impulsó –junto a la argentina Juana Guaraglia– la conjunción y comunicación de los artistas de la zona en las Gallery Nights (ver recuadro).

Punto energético

Punta Ballena es un útero. Como colofón de dos cadenas montañosas que terminan en su lomo, la Ballena funciona como una suerte de caldero donde hierven las creencias de los charrúas, sus ánimas y también una interesante y clave disposición mineral. Así, al menos, lo define Juana Guaraglia, una artista argentina que desde hace 25 años llega todas las temporadas al balneario.

"Estamos sobre tierra sagrada. Desde Minas hasta donde estamos parados, los charrúas enterraban a sus ancestros porque sabían que era un sitio sagrado. Venían de todo el territorio. Acá dejaban sus almas, sus ánimas, y eso le da un plus energético que todos los que llegan lo sienten", dice Guaraglia, mientras desde el parador Olaf, sobre la playa, mira sus obras. La artista trabaja la técnica del mosaiquismo y presenta sus obras en un espacio de exposición cerca de Chihuahua llamado Dalarna. Y también allí, a orillas del mar.

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Juana Guaraglia vuelve a Punta Ballena desde hace 25 años
Juana Guaraglia vuelve a Punta Ballena desde hace 25 años

"El lugar tiene también una relación de metales muy original, una vinculación geológica excepcional. Eso hace que la gente se sienta tremendamente acogida. Y después también, geográficamente, sucede que estas dos bahías que te encierran de alguna manera provocan un efecto de isla interesante".

Como todos, Guaraglia repite: la belleza del lugar. El arte se nutre de las emociones que los artistas luego traducen en sus obras. Allí, en Punta Ballena, el ambiente colabora y mucho. "La multiplicidad de las situaciones en este lugar hacen que la gente elija el espacio para pintarlo, para conectarse, para el estímulo", afirma.

"Para mí, Punta Ballena es mi casa, mi hogar, mi comarca. Me es difícil imaginar la vida fuera de ella. Y claro, todo eso influyó en el arte ¿Dónde voy a encontrar atardeceres como los que hay acá?".

Entre aquellos ajenos al sitio que lo eligieron de manera posterior, como Guaraglia, está también Karin Piwnica, una artista radicada en la zona desde hace 20 años que utiliza maderas recicladas y acrílico para crear. Piwnica participó en varias ferias internacionales en Estados Unidos y Europa mostrando sus trabajos, pero ahora cualquiera puede verlos expuestos en el fondo de su casa.

"Es el ambiente intimista que todos buscamos. No se necesita nada más para crear", dice.

La infancia, el invierno

Los Steffenino son cuatro hermanos, pero fueron Federico y Leopoldo quienes quisieron extender aún más sus raíces con el balneario a través de La Caja. El espacio, que está sobre el camino vecinal paralelo a la ruta, es una propuesta triple: un café, una galería fotográfica y un refugio para los amantes del ciclismo.

Para Federico –que expone sus fotografías en un container acondicionado en el local– volver a Punta Ballena siempre fue especial. Como ingeniero civil, recorrió el mundo y durante un par de años vivió en Abu Dabi, un ecosistema totalmente opuesto a los verdes que conoció desde niño en Maldonado. Y sin olores.

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Federico Steffenino es uno de los propietarios de La Caja
Federico Steffenino es uno de los propietarios de La Caja

"Cuando volvía, lo que más me sorprendía era la cantidad de olores que sentía. Porque en el desierto no hay. Como mucho hay olor a tierra neutro. Yo acá caminaba e iba detectando la lavanda, el eucalipto, todo estaba en el aire. Caminar hasta la casa de mis viejos era un festival de aromas espectacular", cuenta Steffenino bajo la sombra de su café. El emprendimiento es nuevo y supone una novedad para la zona, que hasta el momento no contaba con muchas opciones de ese estilo.

Steffenino encontró en el helado y ventoso invierno de Punta Ballena la inspiración para crear sus series fotográficas favoritas: Baja temporada. "Cuando volví de mis viajes noté que Punta Ballena había cambiado, no era el que había dejado. Por eso quise hacer Baja temporada, para que el resto de las personas pueda ver esos inviernos con los que yo convivía antes". En esas imágenes pueden verse playas inhóspitas, bosques desolados, paisajes grises, congelados.

"Hay mucho amor por la zona. De Punta Ballena te puedo decir tantas cosas. Que soy un enamorado de sus árboles, por ejemplo. También que la urbanización de Bonet es la mejor que hay en Maldonado, porque respeta el medioambiente, porque democratiza los espacios públicos, es realmente armónica", asegura Steffenino.

La armonía que menciona el fotógrafo parece dominar cada sector de Punta Ballena. Desde el orden tácito dentro del arboretum, hasta la amalgama idílica que existe entre la naturaleza y la urbanización, el balneario ofrece todo por lo que un artista puede sentirse conmovido. La elección, en ese sentido, resulta casi obvia.

¿Qué pintor no querría reflejar los tonos increíbles de sus crepúsculos? ¿Qué fotógrafo puede evitar capturar la niebla de la madrugada colándose entre los árboles? ¿Hay algún escritor que no se sienta inspirado por esas playas, esas aguas? Ninguno de estos artistas pudo escapar de las garras del balneario y seguro su vida seguirá vinculada a él hasta el final. Al igual que Lussich, los charrúas y tantos otros, Punta Ballena los reclama. Y ellos, como han hecho desde hace décadas, seguirán respondiendo e inspirándose en uno de los parajes más hermosos de la costa uruguaya.

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Dentro del Arboretum Lussich
Dentro del Arboretum Lussich


Un baño de bosque

La última vez que la fotógrafa Tali Kimelman había pisado el arboretum era una niña. Muchos años después, buscando la naturaleza correcta para un proyecto personal, se topó con el lugar, una vez más. Y quedó encantada. Durante varias semanas viajó al bosque de Lussich y fotografió detalles, planos muy abiertos, todo lo que el lugar le proporcionaba. Y con ese proyecto ganó los Fondos Concursables, algo que le permitirá presentar sus trabajos en una muestra a fin de año.

"Me sorprendió darme cuenta de que las semanas que no iba me sentía diferente, más cansada. Después me crucé con el concepto japonés de 'baño de bosque' y entendí. Allí es una práctica que se hace de forma más ordenada, pero acá uno puede recargar energías cuando quiera. Y me sorprende la poca gente que lo ha visitado, aun viviendo tan cerca". Por eso, Baño de bosque será el nombre de su proyecto fotográfico.

Las fotos de Kimelman están disponibles en su web (www.talikimelman.com) y en la web de su proyecto (www.bosque.com.uy).

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Arte nocturno en Punta Ballena

Desde hace tres años los artistas de Punta Ballena se nuclearon en las Gallery Nights, un ciclo de exposiciones que reúne varias galerías y talleres del balneario. Cada uno de los entrevistados para esta nota forma parte de ese movimiento, que fue apadrinado por Héctor del Castillo y Juana Guaraglia. Cada año, más artistas se suman a la movida que plantea abrir esos recintos artísticos al público las noches de los sábado de verano. La intención es que quienes llegan al lugar puedan dialogar con las obras y con los artistas, y entender las decisiones que los llevaron a crear esas piezas. Además, quienes quieran pueden adquirir las obras allí.

"Nuestro objetivo también es que la gente venga a Punta Ballena, que como paseo ha quedado un poco relegado por la multiplicidad de eventos en el este. Este es un lugar mágico", explica Serrana del Castillo, quien se encarga de gran parte de la administración del evento.

Los horarios y las ubicaciones de los talleres y centros de exposiciones se pueden encontrar en www.gallerynights.com.uy

Gauderia

Serrana del Castillo creó hace poco una marca propia de pañuelos llamada Gauderia. Presentan distintos tamaños y todos tienen diseños creados por su padre y ella, que representan facetas del balneario.Los diseños están disponibles en www.gauderia.com.uy

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Uno de los diseños de Gauderia
Uno de los diseños de Gauderia

El pionero

Antonio Lussich nació en 1848 en Montevideo y en 1896 compró 1800 hectáreas en Punta Ballena, para comenzar un proyecto que terminó siendo el arboretum del lugar.

El balneario

Punta Ballena está a 115 kilómetros de Montevideo y a 14 de Punta del Este. Las playas de Portezuelo y Solanas son dos de sus atractivos naturales más destacados, así como el arboretum Lussich.

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