Qué fácil que es pegarle a Astori

Es fácil pegarle a Astori. Es fácil pegarle, en realidad, a cualquier ministro de Economía que intente ser medianamente responsable y tenga que lidiar con una situación financiera como la que atraviesa Uruguay.

Las cuentas públicas no están en su peor momento, pero exigen prudencia y mesura con el gasto si se quiere evitar que la deuda aumente hasta el punto en que los inversores que hoy están dispuestos a financiar al Estado uruguayo a bajo costo, cambien de idea.

Desde la perspectiva económica, no hay dos lecturas. Pero políticamente es un asunto difícil de procesar y más aun con elecciones a la vuelta de la esquina. El Frente Amplio presiona al ministro Astori para que afloje las restricciones al gasto que busca imponer en la actual Rendición de Cuentas y si tiene que pegar, pega.

El ministro de Economía no deja pasar oportunidad para pasar un mensaje: "El gran desafío es hacer compatible compromisos que tiene el gobierno y al mismo tiempo las restricciones fiscales que son importantes. (...) Es un desafío muy importante reducir el déficit fiscal en un punto del PIB", señaló el mismo miércoles en Informativo Sarandí.

Pero cumplir con ese desafío tiene un costo desde el punto de vista político. Porque para reducir en US$ 600 millones el déficit fiscal es necesario que el gasto público se reduzca en relación a la actividad, algo que ni esta ni la anterior administración de gobierno han logrado conseguir hasta ahora.

El discurso del ministro Murro –y de todos aquellos que están en contra de profundizar el ajuste fiscal– es duro y efectivo porque es lineal, directo y sobre todo emocional. Básicamente plantea que el gasto público beneficia a la población. Si se gasta menos, se retiran beneficios a la sociedad. Por ende, lo que hay por delante es una disyuntiva: o se baja el déficit o se prioriza "la vida de la gente". Así una discusión financiera se lleva al terreno de la ética. Los buenos contra los malos. Murro es bueno y Astori es malo.

El error fundamental en este razonamiento es limitar la visión al corto plazo, como si el mundo se acabara mañana. Si el Uruguay desapareciera en 2019, quizás sí se justificaría el razonamiento. El óptimo para el bienestar social sería gastar hasta el último peso y más, todos los recursos que el gobierno pudiera conseguir.

Y pagarlos después no solo implica sacrificar bienestar futuro sino además sacrificarlo con creces, porque no solo habrá que devolver el dinero que se pidió prestado para gastar hoy, sino además pagar intereses. ¿Y qué pasa si esos intereses aumentan? Porque no es lo mismo prestarle a un país con endeudamiento alto –como el Uruguay actual–, que a uno con endeudamiento escandalosamente alto.

¿Quién será el malo llegado el momento? Cuidar el déficit fiscal no va en detrimento del bienestar social. En una situación como la actual, por el contrario, implica hacer sostenible el bienestar actual, que será mucho o poco, pero es. Pegarle a Astori es fácil y puede rendirle políticamente a algunos sectores o figuras de la izquierda.

De la capacidad de Astori para aguantar esos golpes y del respaldo que le dé el presidente Vázquez, dependerá la estabilidad financiera del país y por consiguiente el verdadero bienestar social.