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Qué santa era mi guerra

Desde las Cruzadas, las cosas no andan bien entre Occidente y Oriente Medio
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13 de diciembre de 2015 a las 05:00
Hace 920 años se inició una guerra santa que duró dos siglos. Las huestes de los bárbaros atacaron la tierra del profeta Mahoma. Iban guiados por la representación de la Cruz donde había muerto su profeta, Jesucristo.

Se les dio en llamar los Cruzados, y el eslogan era "recuperar los sitios sagrados". Esos guerreros provenían de la Europa posterior a la caída del Imperio Romano, una cultura muy primitiva, sanguinaria y cruel. En el mundo árabe se les conocía como los "frany".

La civilización era el Islam. En las tierras de Oriente Medio se vivía en un esplendor de artes y ciencias y un refinamiento imposible de intuir en el mundo occidental.

Cada vez que derribaban las murallas, esos guerreros enfundados en armaduras de hierro se dispersaban por las calles de las ciudades conquistadas con sus espadas desenvainadas, degollando a hombres, mujeres y niños, y saqueando casas y mezquitas.

Los frany no respetaban ningún acuerdo ni rendición. Sus caballeros estaban guiados por la sed de sangre y gloria y usaban la comunicación con el enemigo solo para tomar ventaja por medio de la mentira, sin que nunca existiera ningún concepto parecido al honor.

Pronto las ciudades musulmanas entendieron que rendirse no servía para nada, así que cada ciudad luchaba hasta la muerte del último de los defensores, sabedores de que en la derrota serían asesinados sin ceremonia.

Cuando empezó a quedar claro que la amenaza era terrible, el mundo árabe se aterrorizó. Las invasiones francas no daban señales de cesar y la brutalidad de sus métodos no se atenuaba.

Lejos de eso. En diciembre de 1098 los frany rodean la ciudad de Maarat, en Siria. El jefe de los invasores, Bohemundo, promete a los defensores perdonarles la vida si detienen la lucha y se retiran a ciertos edificios. Los árabes lo hacen y se produce una carnicería.

Lo que sucede a continuación supera la calificación de atrocidad. Así lo narra el cronista frany Raúl de Caén, años después: "En Maarat los nuestros cocían a paganos adultos en cazuelas, ensartaban a los niños en espetones y se los comían asados".

Los espías que mandaban las ciudades para conocer los movimientos de los sitiadores corrían el riesgo de marchar al spiedo, de forma literal.

Dos siglos duraron las invasiones francas. Finalmente el mundo árabe se unió por la sojuzgación militar, primero de Nur al Din y luego de su sobrino Salah al Din Yusuf, conocido como Saladino.

Aquellos caballeros europeos que representaban, claramente, a la barbarie, el fanatismo religioso y el terror, han sido recordados por Occidente, a través de los siglos, como héroes románticos. Así los muestra la literatura, y desde el siglo XX, también el cine.

Las Cruzadas significaron un triunfo militar de los musulmanes, que recuperaron todos los territorios que habían conquistado los franys y llegaron, bajo el estandarte de los turcos otomanos, a la conquista de la propia Europa, con la caída de Constantinopla, en 1453.

Sin embargo, la civilización árabe, que era la más avanzada del planeta, desde España hasta Irak, sufrió, después de las Cruzadas, un derrumbe lento y constante. El centro del mundo se desplazó de forma decidida hacia el oeste.

En el siglo XXI después de la Cruz, la barbarie florece en Siria, con la formación de un califato que dice representar al Estado Islámico. Ellos quieren revancha. Esperan que Occidente se vea forzado a invadir sus tierras. Interpretan las profecías de manera tal que ahora les darán la victoria definitiva, frente a un enemigo que nunca dejó de existir.

Ahora los más fanáticos están en las filas de Alá. Qué tanto durará este nuevo capítulo de la guerra santa, no lo podemos saber, pero no parece que sea cosa que se vaya a acabar ahora nomás.

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