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Refugiados: una crisis sin fin

El drama azota a Europa como un boomerang de las políticas de EEUU en Medio Oriente
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29 de julio de 2017 a las 05:00
La crisis de los refugiados en Europa y Medio Oriente se convirtió en la peor tragedia humana de los últimos setenta años. Según cifras de Acnur (la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados), el número de desplazados superó en los últimos años las 60 millones de personas; vale decir, más de los que hubo después de la Segunda Guerra Mundial, el peor y más crudo conflicto en la historia de la humanidad.

Desde 2011, olas de refugiados desbordaron las fronteras de Europa y algunos países de Oriente Medio, huyendo de los conflictos armados, el avance del terrorismo, la miseria y el hambre. La mayoría de los refugiados proviene de Afganistán, Siria, Irak y los países del África Subsahariana.

Parece claro, pues, que el principal detonante de toda esta sangría continuada fueron las políticas belicistas de Estados Unidos y la OTAN en Medio Oriente y el norte de África, con su desastrosa pero increíblemente vigente doctrina del "cambio de régimen".

La invasión a Irak, la guerra en Afganistán, la llamada primavera árabe, la alimentación del conflicto sirio (y el consecuente advenimiento del Estado Islámico) y la intervención en Libia crearon las condiciones para una región en llamas que todos los días expulsa fuego y gente.

Podría pensarse que de todos estos conflictos, los de Irak, Siria y Afganistán son los que más contribuyeron a la actual crisis de los refugiados. Sin embargo, una mirada más atenta revela que las consecuencias de la intervención en Libia, en 2011, con el fin de remover a Muamar Gadafi del poder, fueron las más nefastas. Sobre todo, para Europa y sus fronteras.

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) había contabilizado en 2017, hasta el 9 de julio, la llegada a Europa de casi 103 mil refugiados y emigrantes provenientes de Medio Oriente y África.

Casi todos lo hacen por vía marítima, al cruzar el Mediterráneo. Pero el dato más revelador es que el 85% de ellos llegó a Italia desde Libia. Y el más descorazonador es que 2.353 personas murieron durante la riesgosa travesía.

Según el informe de la OIM, este número está por debajo de las muertes registradas en el mismo período del año pasado (2.964); sin embargo, "marca el cuarto año consecutivo en que las muertes en el Mediterráneo han sobrepasado las 2.350".

Y es que la enorme mayoría viaja en barcazas muy precarias, que a menudo naufragan o zozobran a la deriva hasta cobrarse la vida de muchos a bordo.

Otros son víctimas o quedan rehenes del caos que impera en Libia luego del derrocamiento y ejecución de Gadafi. La trata de personas, los centros de detención ilegales y hasta la esclavitud se convirtieron en el negocio más rentable para las violentas mafias y "señores de la guerra" que hoy controlan Libia de facto.

En el último año se redujo el número de refugiados y emigrantes a Europa provenientes de Siria, Irak y Afganistán, al tiempo que aumenta la cantidad de nigerianos, eritreos, guineanos y marfileños que llegan a las costas de Europa, todos a través de Libia.

¿Qué ocurrió? ¿Quiere decir eso que los conflictos en esos tres países expulsan ahora menos gente? No, probablemente sea hoy peor.

Lo que ocurrió es que tras el Acuerdo entre Turquía y la Unión Europea en marzo de 2016, la enorme mayoría de los refugiados sirios, iraquíes y afganos permanecen ahora en suelo turco, o son enviados a Jordania o al Líbano.

Y así, mientras las rutas de ingreso a Europa por los Balcanes y otros países de Europa Oriental se desahogaron un poco, los ingresos a Italia desde Libia se incrementaron en un 120%.

En tiempos de Gadafi, Libia fue durante décadas un atractivo tapón para los emigrantes del África Subsahariana, que ni se planteaba llegar a Europa.

Desde 1969, la revolución que derrocó al rey Idris e instauró la dictadura de la Gran República Árabe Libia Popular y Socialista presidida por Gadafi, había convertido a Libia en un país próspero y, gracias a los negocios del petróleo y la inversión extranjera, con un alto nivel de vida, impensado para cualquier africano del otro lado del desierto.

Gadafi era, en efecto, un tirano personalista, a veces cruel; pero durante su reinado, millones de africanos se establecieron en su país para trabajar en la construcción y en la agricultura. ¿Para qué iban a querer llegar a Europa si tenían a Libia?

Removido y muerto Gadafi, empero, removido y derribado fue también el último muro de contención para la emigración hacia Europa.

Y lo que es peor, el caos y la barbarie que sobrevinieron convirtieron a Libia en el epicentro de esta crisis de los refugiados, y cabeza de playa para el crimen organizado y los grupos armados que cometen todo tipo de atrocidades y violaciones a los derechos humanos en su contra.

Análisis: La posverdad comenzó en Irak

Por lo general, no se ven demasiadas de estas historias en la prensa occidental. Y es que no puede ser bien contada una tragedia humana que es consecuencia directa de conflictos mal contados por esos mismos medios.

Cualquier mirada medianamente objetiva de los acontecimientos de los últimos 15 años concluiría que la prensa occidental (sobre todo en Estados Unidos) ingresó en una crisis de propaganda sin precedentes.

En general, las coberturas de la invasión a Irak, la primavera árabe, la intervención en Libia y la guerra civil en Siria pueden considerarse el peor ejemplo de periodismo que alguien podría imaginar. De hecho, un ejemplo de todo lo que no se debe hacer.

La tan mentada "posverdad", que no es otra cosa que la vieja propaganda rebautizada, no empezó con Donald Trump y el auge de los populismos en Europa.

La posverdad como fenómeno de desinformación sistematizada empezó en 2003 con la invasión a Irak y su cobertura. Podría mencionarse, incluso, al pecado original en la total omisión de investigar y preguntar sobre la supuesta existencia de las famosas "armas de destrucción masiva".

No puede esperarse entonces una buena cobertura de esta crisis de los refugiados.

Sin embargo, como en todo, hay honrosas excepciones. El fotógrafo mexicano Narciso Contreras expuso la crisis humanitaria libia en su impresionante reportaje 'Lybia: A Human Marketplace', que se exhibió hasta hace poco en la Galería Saatchi de Londres.

En la obra, Contreras, quien en 2013 ganó el Pulitzer por su cobertura del conflicto sirio, muestra una realidad libia espeluznante, donde la compraventa de emigrantes, la esclavitud y las detenciones ilegales en condiciones infrahumanas se realizan con total impunidad a plena luz del día.

"Libia no es solamente un punto de tránsito para los emigrantes; Libia es un centro de tráfico humano y de esclavitud, donde los emigrantes se venden y se compran a lo largo de las rutas del tráfico", explicó Contreras en una reciente entrevista con la agencia Notimex, en la que aseguró haber entrevistado a varios esclavos y presenciado el infierno que viven los cerca de un millón de refugiados que hoy están atrapados en el país norafricano.

Es cierto que en números redondos la llegada de refugiados a Europa disminuyó desde 2015, el año en que más hubo, con más de un millón de arribos. Hoy la cifra se ubica en el entorno de los 350 mil por año, con cerca de 5.000 muertos.

Pero eso no quiere decir que el problema se haya solucionado, sino más bien redistribuido.

Las políticas de Estados Unidos en Medio Oriente continúan siendo las mismas, con el "cambio de régimen" y las pulseadas con la Rusia de Vladimir Putin como ejes centrales. Eso no lo maneja Trump, sino el Departamento de Estado y la llamada "comunidad de inteligencia"; lo que se conoce como el "estado profundo", dominado por los servicios de inteligencia y algunas agencias que adquirieron un enorme poder en las sombras durante los gobiernos de George W. Bush y Barack Obama.

El establishment responde a esos dictados. La visión geopolítica de los neo conservadores (los halcones) logró imponerse.

El "pantano de Washington", que Trump en campaña prometía drenar, tiene hoy mayor densidad que nunca.

Según esa visión, deshacerse de las dictaduras de Saddam Hussein, Gadafi y Bachar al Assad mediante un cambio de régimen sigue siendo un acierto, y una estrategia que debe ser llevada a su fin. Nada va a cambiar.

Cuando todo se empiece a analizar con perspectiva más histórica, sin embargo, será vista como la doctrina más funesta que Estados Unidos haya abrazado en su historia. Y todos esos muertos de hoy en el Mediterráneo serán un siniestro recuerdo de ello.


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