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Ruperto Long: "Hay que tender siempre una mano"

El escritor regresa a las librerías con La mujer que volvió del abismo, texto que denuncia la trata de mujeres en el Río de la Plata
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24 de junio de 2018 a las 05:00
Cuenta que el consejo se lo dio Carlos Maggi una tarde cualquiera que se cruzaron por casualidad: "Ruperto, dejá todo. Largá la ingeniería, largá la política. Vos sos escritor". Dice que le hizo caso en parte porque, si bien ya publicó seis libros, aún trabaja como ministro del Tribunal de Cuentas. A los 65 años Ruperto Long todavía sueña con ver un puente que conecte el Cerro y la Ciudad Vieja, que cruce la bahía de Montevideo como el Golden Gate en San Francisco. Detrás de la sonrisa y la amabilidad innata, se esconde un autor solvente que no le huye a los temas difíciles. Escribió sobre el conde de Lautréamont, sobre el poeta Horacio Ferrer, sobre una sobreviviente del holocausto y ahora sorprende con un libro sobre la trata de personas en la región. Cabalista empedernido, confiesa que se aleja de los gatos negros, la parte baja de las escaleras y los espejos rotos.

No es para cualquiera cambiar de rumbo en mitad de la corriente. ¿Por qué decidió ser escritor?

Yo escribía ya desde joven, pero eran más que nada notas y artículos de opinión que publicaba en los diarios de la época. También parte de mis trabajos como ingeniero e investigador. Ahí está la semilla, si se quiere. Pero el tránsito a la literatura es bastante concreto, fue en el año 2000, cuando me alejé de las responsabilidades políticas. El cambio fue abrupto y, si se quiere, todo un reto. Hubo que vencer muchos prejuicios, no fue fácil pasar de ser senador de la República, presidente de UTE y del LATU, a ser un escritor a secas. Fue una decisión meditada, pero yo sentía que tenía cada vez más ganas de contar algunas de las cosas que había visto a lo largo de mi vida, cosas que me entusiasmaba compartir.

¿Hay algún punto de contacto entre su libro anterior, La niña que miraba los trenes partir, y este último trabajo?

Creo que los dos libros tienen en común que detrás hay temas sociales muy fuertes. En el primer caso eran el racismo, la discriminación y la persecución de los judíos durante la segunda guerra mundial, en este la trata de mujeres y todos los temas conexos: las redes, su forma de reclutamiento y de explotación. También hay similitudes en la forma. En ambos textos recurro a un par de personajes fuertes, pero los rodeo de muchos secundarios. Se crea así una polifonía de voces que a mí me interesa mucho porque me permite transmitir en primera persona, como si cada personaje le hablara directamente al lector. Todos, además, hablan con su propio lenguaje, que puede ser el de un fiscal o el de un proxeneta.

Entre tantas opciones, ¿por qué eligió el tema de la trata de personas?

Todo empezó con un viaje que hice al sur de Argentina, a San Julián y a Río Gallegos, hace ya algunos años. Fui allá en busca de la historia de un conflicto de la armada española que ocurrió durante la época de la conquista. Viajé para escribir una novela histórica pero me encontré con una realidad inesperada que me conmovió. Recuerdo que veía asombrado pintadas en los muros que decían: "La trata es la esclavitud del siglo XXI" o "No más desaparecidas en democracia". Todo era surrealista. Aun paso de la Antártida, en el medio de la nada, prosperaban "las casitas", ese conjunto de prostíbulos que era una de las atracciones del lugar y que se promocionaba a bombo y platillo entre los turistas. Allí pasaba de todo y campaba la impunidad. Ahí fue que me decidí a tratar el tema de la trata de mujeres y dejé de lado la idea original.

¿Cómo cae una chica en esas redes delictivas?

Los casos son todos distintos, al menos los que yo encontré y que aceptaron darme su testimonio. La casuística es enorme. En el libro hay cuatro casos concretos. Stefanie es una chica que cae por razones económicas, la forma más clásica: miseria y abandono familiar. El de Lorena es un caso distinto, fue más por snobismo, por la búsqueda de aventuras, de una vida nueva. Fátima, por su parte, sufrió inicialmente violencia doméstica lo que la llevó a huir de su hogar para transitar luego por esos infiernos. María del Huerto, en cambio, cae casi por casualidad. Venía de una familia de mejor posición que las demás, de Buenos Aires, pero su casa se venía destartalando afectivamente, con un padre cada vez más ausente. En todos los casos, el factor común que yo detecto es la falta de amor familiar, el abandono a su suerte de chicas muy jóvenes.

En el libro usted menciona dos casos uruguayos: la trama de Milán de 1992 y el caso reciente de la agencia de modelos que encubría una red de prostitución vip. ¿Está el país más comprometido de lo que parece?

Esos fueron dos casos emblemáticos, también por la repercusión internacional. El caso de la red en Milán es increíble porque eran una banda de traficantes uruguayos que estaban instalados en la ciudad italiana y controlaban todo desde allá. El de la agencia de modelos, más reciente, es diferente. Las víctimas eran jóvenes modelos uruguayas que eran reclutadas para el mercado interno pero, a medida que "ascendían", eran trasladadas a Buenos Aires, donde había clientes con más poder adquisitivo. Hoy en día en Uruguay hay un auge de la prostitución de menores y casos de personas traídas del exterior para ser explotadas aquí. Como en el tema de la droga, ya no somos un país de tránsito.

La explotación de la mujer con fines económicos viene de tiempos inmemoriales. Pero, ¿cómo operan ahora los delincuentes?

El negocio ha cambiado mucho en los últimos 30 años. La imagen del cafiolo con unas pocas chicas flotando a su alrededor ya es del pasado. Ahora son verdaderas redes compuestas por muchas personas, organizaciones mafiosas con leyes internas propias, que están constantemente tratando de captar víctimas. Los métodos de reclutamiento son muchos, desde anuncios en los diarios que prometen dinero y fama hasta propuestas directas a través de las nuevas redes sociales. Siempre están buscando debilidades. Trabajan todo los días.

El libro poco a poco se convierte en un thriller porque hay una investigación profunda para rescatar a una de las protagonistas. ¿Quiso mandar un mensaje de esperanza?

Quise señalar que en estos temas no hay héroes individuales, ni detectives geniales que lo resuelven todo. Creo que el libro muestra que el camino es la colaboración entre todos los actores involucrados. Entre las organizaciones sociales, la policía, los familiares, los jueces y los fiscales. Hay que tender siempre una mano. Una jueza que leyó el libro me dijo que eran los casos exitosos de rescates lo que la hacían seguir adelante. Hay que tener coraje porque hay amenazas en muchos casos. Pero el mensaje es que se puede. Si este libro existe es porque hay mujeres a las que fue posible rescatar con éxito de esas redes de explotación. Muchas de ellas hoy llevan una vida normal, yo soy testigo.

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