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Rusia sigue entrometiéndose en las elecciones

Putin ha descubierto que la desinformación es una manera más económica y efectiva de ejercer su influencia que enviar tanques o realizar inversiones extranjeras
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11 de febrero de 2018 a las 05:00
Por Simon Kuper

Para los europeos, el EEUU actual cumple una útil función: ser un modelo de cómo no dirigir a una sociedad. EEUU ya ha demostrado lo fácil que es caer en la plutocracia o dividir a un país en dos hostiles tribus. Ahora el país ofrece otra lección admonitoria: cómo permitir que la interferencia rusa tenga éxito al convertirla en un tema partidista. La mayoría de los republicanos actúan como si el problema no hubiera sido la intervención rusa en las elecciones de 2016, sino el manejo del Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés).

Rusia ahora tiene grandes ambiciones para Europa. En las elecciones italianas del 4 de marzo, si se suman los votos pronosticados del Movimiento 5 Estrellas (M5S, por sus siglas en italiano) pro-Kremlin y la Liga Norte, además de los del 'compañero' de Vladimir Putin, Silvio Berlusconi, se llega a cerca del 58 por ciento. Aunque posiblemente sea demasiado tarde, los funcionarios de toda Europa están frenéticamente construyendo defensas contra la intromisión del Kremlin.

A las personas que nos alertan acerca de la desinformación rusa a menudo se les acusa de sufrir de histeria, así que comenzaré con algunas salvedades. Es cierto que Rusia no fue el factor más importante en las elecciones estadounidenses. Es cierto que EEUU (como el Reino Unido) tiene un exceso de noticias falsas propias que empequeñecen la cantidad que se genera en Rusia. Es cierto que Hillary Clinton era una candidata inadecuada. Es cierto que los liberales necesitan comprender la ira popular que Donald Trump encarna.

Aun así, dado que el margen del triunfo del Sr. Trump fue de 77,744 votos distribuidos en tres estados, es probable que el acceso ilegal ruso de los correos electrónicos demócratas —difundidos por los útiles idiotas de WikiLeaks y por los periodistas convencionales— haya marcado la diferencia. Incluso si no hubiera sido así, cualquier intromisión en las elecciones por parte de un poder hostil es un asunto serio.

El Kremlin de Putin comenzó a centrarse en la desinformación en 2008, después de perder la "guerra de información" internacional en relación con su invasión de Georgia. El Kremlin aumentó el volumen de la desinformación en 2014, durante su guerra subsidiaria en Ucrania. En 2016, los países occidentales se convirtieron en su blanco principal. Un régimen que alguna vez le temiera a las redes sociales ahora las ha dominado. Rusia ha descubierto que la desinformación es una manera de influenciar más económica y probablemente más efectiva que enviar tanques o realizar inversiones extranjeras.

En términos generales, el Kremlin pretende dividir a la Unión Europea (UE) de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Una forma rápida de hacerlo es respaldando a los movimientos populistas como el Brexit o como 5 Estrellas. Así es que cada vez que hay un ataque terrorista en Europa, los medios a favor del Kremlin, los diplomáticos rusos y los trolls (provocadores del Internet) difunden teorías conspirativas que argumentan que fue organizado internamente por el gobierno local.

Algunas otras historias favoritas son: que George Soros planeó la afluencia de refugiados; que la OTAN está planeando invadir a Rusia; y que el Occidente miente acerca del dopaje y de las guerras rusas y está culpando a Rusia de todos sus problemas.

Los rusos constantemente adaptan su desinformación, dependiendo de qué funciona dónde. En los países nórdicos, los medios de comunicación Sputnik controlados por el Kremlin fracasaron y pronto cerraron, pero los troles en las redes sociales tuvieron éxito en intimidar a los nórdicos, quienes no estaban acostumbrados a su estilo de agresión verbal. A los georgianos se les dice que la UE quiere convertirlos en homosexuales o en pedófilos. Pero la focalización también puede ser a un micronivel: los soldados de la OTAN en Lituania y sus cónyuges reciben mensajes de texto de Rusia, al igual que los soldados ucranianos que luchan contra los separatistas rusos.

Angela Merkel ha desplazado a Hillary Clinton como el principal 'blanco' de la desinformación rusa, particularmente en Europa central, donde la sospecha relacionada con Alemania es fácil de provocar. Hungría, Polonia y la República Checa respectivamente albergan decenas de medios de comunicación pro-Kremlin. Numerosos bálticos obtienen sus noticias de los medios de comunicación en idioma ruso, y los dos millones de rusohablantes en Alemania también están inundados de propaganda del Kremlin. En Grecia, los oligarcas vinculados al Kremlin tienen inversiones en los medios locales.
Las figuras públicas pro-Kremlin a través de Europa (y Rusia mantiene listas) pueden amplificar los mensajes rusos. Tomemos el ejemplo del Frente Nacional (FN, por sus siglas en francés) de Francia, el cual le pidió un préstamo de €9.4 millones en 2014 al First Czech Russian Bank vinculado al Kremlin, mientras Rusia se estaba anexionando a Crimea. Según Alexandre Alaphilippe, de la organización no gubernamental Disinfolab en la UE, durante las elecciones francesas de la primavera pasada, las cuentas de Twitter a favor del Frente Nacional que difundieron ciertos rumores — como que Emmanuel Macron era homosexual — también eran las más propensas a propagar la desinformación rusa. Del mismo modo, la red de sitios web y de cuentas de redes sociales de 5 Estrellas utiliza numerosos artículos provenientes de "medios controlados por el Kremlin", informa el Consejo Atlántico (Atlantic Council).

Toda esta actividad crea la creencia psicológicamente importante de que los puntos de vista pro-Kremlin son más ampliamente compartidos por el público en general de lo que son. Y las noticias falsas generan desconfianza de todos los medios. Esto perjudica una ecósfera de información europea que, por ahora, sigue siendo más saludable que la de EEUU: la mayoría de las personas en la mayor parte de Europa occidental todavía confía en las emisoras públicas. (Es por eso que el Kremlin pretende persuadir a los británicos de que la BBC miente).

¿Qué pueden hacer los gobiernos europeos? Advertirles a las personas que deben ser escépticas acerca de lo que leen en las redes sociales o en ciertos sitios web, recomienda Stephan Lewandowsky, un psicólogo de la Universidad de Bristol. Utilizar datos masivos para rastrear qué grupos de personas son susceptibles de recibir mensajes pro-Kremlin y comunicarse con ellas primero, aconseja Michel Rademaker del Centro de Estudios Estratégicos de La Haya. Él también insta a los medios convencionales a no repetir las narrativas del Kremlin, ni siquiera para refutarlas.

El equipo de trabajo East StratCom de la Comisión Europea cuenta con alrededor de seis miembros en su personal (tres de ellos a tiempo completo) encargados de contrarrestar la desinformación rusa. Eso no representa una gran cantidad. La Agencia de Investigación del Internet vinculada al Kremlin en San Petersburgo — una "fábrica de trolls" donde constantemente se inventan noticias — acaba de triplicar su espacio de trabajo a 12,000 metros cuadrados. l

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