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Todos hablan de Melconian como candidato a "reparar" el plan económico argentino

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21 de marzo de 2018 a las 05:00
El rumor de mayor rating en el ámbito económico argentino es, en estos días, el regreso de Carlos Melconian como nuevo “hombre fuerte”. El funcionario, desde hace años asesor de Mauricio Macri, parecía número puesto para ser ministro de economía en 2015 pero sorpresivamente fue designado como titular del Banco Nación, del cual debió irse un año después por desavenencias con la “mesa chica” del presidente.

Y ahora, cuando las alarmas por los problemas del programa económico se hacen cada vez más frecuentes, su nombre volvió a sonar con insistencia.

Lo cierto es que él mismo parece estar embarcado en una fuerte campaña de autopostulación, al realizar un raid mediático en el cual afirma tener listo un plan para hacerle los ajustes necesarios al modelo y, al mismo tiempo, mejorar el humor social, de manera que Macri pueda lograr su reelección en 2019. Tituló su estrategia como “Plan Perdurar”.

En el gobierno han negado los rumores de cambios de nombres y sobre todo, de que se abandone el actual esquema descentralizado de conducción económica para volver al protagonismo de un “superministro”.

Pero, ante la aparición de cada mala noticia –como la inflación de 2,4% de febrero, o los problemas del Banco Central para mantener al dólar debajo de los 21 pesos argentinos- los rumores se reanudan con más fuerza.

Pero acaso la cuestión de fondo, más allá de si Melconian regresará o no, es que estos rumores se han convertido en un síntoma de que el mercado está nervioso y percibe la necesidad de un “relanzamiento” del programa económico.

Así lo atestiguan los urgentes llamados, tanto en la City porteña como en Wall Street, a quienes manejan portafolios de inversión. Así lo demuestra el continuo castigo a los bonos de deuda soberana -que continúa cayendo en el mercado secundario- y la rebeldía del dólar –que vuelve a subir cada vez que el Central se retira de la plaza-.

En ese marco de nerviosismo, cualquier versión sobre cambios de nombres se torna inmediatamente creíble. Y más si se dan las siguientes condiciones:

1 Empiezan a atenderse con más atención las críticas de quienes piden un “ministro fuerte”. Tras la salida de Alfonso Prat Gay, parecía impuesto el criterio macrista de “trabajo en equipo” que en realidad concebía a los funcionarios del equipo económico como técnicos con poco margen de decisión propia y que siguen lineamientos fijados desde la “mesa chica” de la conducción política. A medida que los indicadores se tornaron desfavorables y no se percibió una línea clara para modificar el rumbo, varios economistas veteranos con influencia en la City y en el ámbito político empezaron a extrañar los tiempos en que había una figura protagónica que centralizara las decisiones.

2 Pérdida acelerada de prestigio y credibilidad de Federico Sturzenenegger, el funcionario que hasta fin del año pasado fungía como “garantía” de seguridad para el mercado financiero. Tras el recorte a la autonomía del BCRA provocado en diciembre, no sólo se desdibujó la meta inflacionaria, sino que el mercado empezó a percibir que la política de tasas y la intervención en el mercado cambiario están perdiendo su criterio técnico y pasaron a seguir indicaciones políticas.

3 Descrédito generalizado de las proyecciones del equipo económico. Es algo que reconoce el propio Banco Central a la hora de justificar su política de tasas: hay una brecha entre la meta de inflación y lo que el mercado, mediante el Relevamiento de Expectativas de Mercado, dice que va a ocurrir.

4 Aparece un nombre, de esos que figura en la lista de los clásicos “ministeriables”, con jerarquía técnica, experiencia en la función pública, dotes de buen comunicador, declarada fidelidad al presidente, suficiente personalidad y ego como para querer asumir el rol de superministro.

Disparen contra el gradualismo

En su batalla por contestarle a los economistas críticos, el gobierno se anotó una pequeña victoria a aleccionar a Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), para que elogiara la política gradualista de equilibrio fiscal.

Pero los economistas locales no parecen muy conmovidos al respecto. De hecho, el clima de estos días ya dejó de ser el de una crítica amigable sobre cómo lograr la sintonía fina del modelo, y empezó a ser una dura advertencia sobre el camino errado.

Los más escépticos afirman que el gradualismo está agotado y que, en el afán de tolerar cierto nivel de inflación para no cortar el crecimiento de la actividad, se entró en un escenario en el que no se conseguirá ni lo uno ni lo otro.

Los ejemplos de visiones críticas son cotidianos y sobran. Por caso, Juan Carlos de Pablo afirma que jamás fue creíble la meta inflacionaria, ni la anterior de 10% ni la actual de 15%.

“La credibilidad tiene que basarse en cosas plausibles, no es simplemente un enunciado. Cuando uno no sabe lo que va a pasar en un país como Argentina primero se cubre y después hablamos. Hoy no una señal clara por parte del gobierno”, afirmó.

Más duro aun, Aldo Abram, director de la fundación Libertad y Progreso, sostuvo que “lamentablemente, la prioridad del Banco Central ya no es cumplir con las metas de inflación”.

Y refutó el argumento de que la suba del dólar es lo que acelera la inflación, sino que el orden causal es inverso. Apunta que el problema irresuelto es el exceso de gasto público “y entonces emiten pesos para financiar al Estado, 150.000 millones de pesos argentinos el año pasado, y eso se hace dándole a la maquinita”.

Tal vez las críticas más lapidarias sobre el tema sean las que provienen de la consultora Economía & Regiones, paradójicamente una usina fundada por Rogelio Frigerio, actual ministro del Interior.

Dirigida con una mirada radicalmente liberal por Diego Giacomini, esta consultora afirma que el programa económico se está revelando como un fracaso, porque sacrificó la meta inflacionaria con la esperanza de que así se reactivara la economía, y no va a conseguir ninguno de los dos objetivos.

Su crítica al gradualismo tiene, sobre todo, una argumentación en el plano fiscal. Señala que el déficit consolidado –cuando se suma los correspondientes a Nación, provincias y al Banco Central- es del orden de 10 puntos del PIN, a pesar de una presión tributaria récord de 34,7% del PIB.

Melconian, pros y contras

La gran pregunta es si, en este contexto, Melconian puede ser el hombre indicado para dar un golpe de timón y devolver credibilidad a la economía. Melconian siempre estuvo enrolado en la lista de los economistas preocupados por el desborde fiscal y que ponen el foco en los costos ocultos del gradualismo para realizar los ajustes.

En ese sentido, se podría suponer que su llegada dejaría contenta al ala más liberal u ortodoxa del gremio de los economistas, esa que hoy está haciendo advertencias cada vez más duras sobre las posibilidades de un “choque” del modelo y un descontrol en el frente de la deuda pública.

Sin embargo, el nuevo discurso de Melconian para apoyar su autopostulación ya no luce tan “halcón” como podía suponerse.

Su alusión a un “Plan Perdurar” apunta a que no habría que esperar cambios estructurales profundos antes de la eventual reelección de Macri y que recién en 2020 vendría el plan de reformas de porte. Que el actual sendero de suba de dólar y tarifas es bueno porque lleva gradualmente a los precios a sus niveles de equilibrio tras la distorsión provocada durante el kirchenrismo por los atrasos cambiario y tarifario.

No parece, a primera vista, una planteo que entusiasme a quienes hoy están más asustados por la marcha del modelo económico.

Y sin embargo, es el nombre en el cual se ponen más fichas en la City porteña.

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