Opinión > HECHO DE LA SEMANA/ REMOCIONES EN ASSE

Tragando a sus propios hijos

El sistema público de salud parece condensar los peores vicios del Estado uruguayo
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18 de febrero de 2018 a las 05:00
En los pueblos del interior, donde casi todo se sabe, las chorrerías al sector público y el nepotismo tienen nombre y apellido. El tráfico de influencias, las licitaciones digitadas, las compras directas y el empleo a cambio de servicios políticos son parte esencial de la lubricación del sistema. En Montevideo y en el Estado central esas prácticas, a mayor escala, también son muy conocidas, aunque resulta más difícil ver el mapa en su conjunto.

Pero la tolerancia social a esas formas de corrupción, que durante mucho tiempo fueron vistas con cierta naturalidad o al menos con resignación, se ha reducido drásticamente.

Este miércoles de Carnaval el presidente Tabaré Vázquez destituyó (o dejó ir, depende de la versión) a todo el directorio político de ASSE, que administra los servicios de salud del Estado, por la falta de uno de sus miembros, que contrató como secretaria a la novia de su hijo. Solo sobrevivieron la representante de los usuarios y el representante sindical, quien está allí porque el anterior, Alfredo Silva, poseído por la euforia del poder, cometió toda clase de arbitrariedades y corruptelas.

Este traspié es solo uno más en una larga cadena de fracasos, implicancias y sospechas.

Con su recambio general, Tabaré Vázquez se sacó de encima a la presidenta del organismo, Susana Muñiz, quien parecía más fiel al Partido Comunista que al gobierno; reivindicó su liderazgo sobre las distintas facciones enfrentadas de la izquierda; y, de paso, trata de dejar en evidencia al Partido Nacional, pues algunas de sus intendencias del interior desbordan de parientes, amigos y punteros políticos.

Pero enderezar al sistema público de salud es bastante más difícil que eso. Allí hay tanto dinero como atonía técnica y burocrática. En realidad ASSE es un aparato monstruoso e inmanejable. Su presupuesto ronda los US$ 1.000 millones por año. Administra casi 80 centros de salud, desde hospitales a policlínicas, que atienden a más de 1 millón de personas. Emplea decenas de miles de funcionarios, entre ellos muchos médicos y técnicos, y a través del sistema de "comisión de apoyo" realiza infinidad de contratos personales directos.

Funciona en base a una enorme variedad de acuerdos con el sector privado, muchas veces con empresas formadas por los propios médicos u otros empleados públicos, o asociadas con médicos, que así actúan a ambos lados del mostrador. Algunos administradores de centros hospitalarios parecen favorecer a socios clandestinos, con los que se distribuyen la sobrefacturación o la compra de servicios hasta el infinito. Como si fuera poco, en febrero de 2017 se informó de una enorme estafa contra el Fonasa, que se realizaba al menos desde 2011.

Todo el sistema se llueve. El Fonasa sufre grandes déficits desde su implementación. El Estado central debe verter cada año más recursos que el anterior.

El ministro de Economía, Danilo Astori, dijo en diciembre al diario El País que "el próximo gobierno tendrá serios problemas para equilibrar sus cuentas públicas, porque el gasto endógeno es tremendo por la forma en que está evolucionando, y lo más importante del gasto endógeno son la seguridad social y la salud".

Luego está el problema de la calidad del gasto: el sistema es profundamente desigual y muestra atrofias y agujeros por todos lados.

El sistema público de salud también padece las querellas entre facciones. En el directorio de ASSE se sientan representantes de distintos partidos de la coalición Frente Amplio, que a veces compiten entre sí o libran batallas abiertas. Pero también disputan las empresas médicas, los médicos, los especialistas, la masonería, las corporaciones gremiales y sindicales. Personajes minúsculos pueden provocar zafarranchos gigantescos, como acontece en buena parte del Estado uruguayo.

Ahora, para encabezar el directorio de ASSE, Tabaré Vázquez procura a Marcos Carámbula, un médico de vasta experiencia gremial, política y administrativa, excomunista, que sin embargo probablemente responda más al presidente que a su antiguo partido.

Pero las fallas no son solo personales: también son sistémicas. La salud pública uruguaya muchas veces parece un engendro imposible que, como la Revolución francesa, devora a sus propios hijos.

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