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Tratando de entender

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28 de julio de 2015 a las 05:00

En dos reuniones recientes, muy diversas entre sí y con personas distintas, junto con un amigo nos encontramos en una curiosa pero común situación. Había un diálogo fluido entre las partes pero nos era imposible entender cuál era la posición de nuestros interlocutores y cuáles eran las razones de esa posición que, al menos a nosotros, no se nos antojaba en línea con lo que se venía proponiendo. Parecía que hubiera habido un cambio de idioma o un cambio de actitud o un cambio de lenguaje.

Cayó en mis manos por entonces una frase del famoso escritor Stephen Covey, autor del libro Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, publicado en 1989, traducido a 38 idiomas y con una venta total de 25 millones de ejemplares. Decía Covey: “Muy poca gente escucha con la intención de entender; solo escuchan con la intención de responder”. Me pareció muy acertada dicha frase y le propuse a mi amigo ir a las reuniones con la mejor “intención de entender”.

A mí, y creo que a mi amigo también, nos sirvió de mucho esa actitud: Tratar de entender. Efectivamente, a veces íbamos a las reuniones sin “tratar de entender” la posición de los otros. Pero vimos que en las reuniones se cumplía inexorablemente lo que decía Covey: la gente escucha con la intención de responder. Y así fue. En una reunión posterior dijimos una serie de cosas breves y en mi opinión bastante claras, y la respuesta que recibimos demostró que nuestro interlocutor no se había detenido ni un minuto a considerar nuestra argumentación y repitió exactamente lo mismo que en la reunión anterior. Fue como si le hubiéramos hablado a la pared. Nuestro interlocutor escuchó con atención, no se distrajo pero indudablemente tenía su respuesta ya preparada y tan pronto terminamos de hablar, nos la expresó con amabilidad pero sin intención de explicarse. No hizo esfuerzo de entender, solo le interesaba responder. En la segunda reunión pasó lo mismo. Pregunta, respuesta nuestra y respuesta del interlocutor como si nada se hubiera dicho. Podría haber dado la respuesta sin necesidad de escuchar la nuestra. No le interesaba escuchar.

El esfuerzo por tratar de entender al otro siempre rendirá frutos, aun cuando en el momento parezca tiempo perdido

Si analizamos muchas reuniones o diálogos nos vamos a encontrar con esta situación que describe Covey y que es causante de malas interpretaciones, de enojos, de rupturas o simplemente de desentendimientos. Pero sin duda es algo que no favorece la buena marcha de las empresas o de las organizaciones ni la buena relación de las personas, aunque tengan legítimamente ideas diferentes.

Por ello Covey en el Quinto hábito del libro Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva señala: “Procure primero comprender y después ser comprendido. Es quizá el más difícil de practicar, casi siempre pasamos más tiempo hablando que escuchando y creemos que las cosas solo pueden ser de la manera en la que nosotros las miramos”.

En ese sentido, unos siglos antes que Covey, un proverbio sioux nos llevaba en la misma dirección: “No juzgues a nadie hasta no haber caminado cuatro lunas con sus mocasines”. Es la vieja posición de ponerse en la piel del otro, tratar de entenderlo antes de juzgarlo, denostarlo o despreciarlo. Cuanto mejor entendamos la posición de nuestros interlocutores, al menos podremos llevar a cabo un diálogo constructivo y positivo. Luego podremos llegar o no a un acuerdo, pero, en caso de que no lleguemos, al menos será un desacuerdo desde una postura lógica y positiva y no desde la negación. El esfuerzo por tratar de entender al otro siempre rendirá frutos, aun cuando en el momento parezca tiempo perdido. Muchos conflictos se solucionarían si las partes fueran con la intención de escuchar y de entender más que de responder. Y, aunque más no sea, nos ahorraremos tiempo y malhumor.



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