Mundo > Un año de la presidencia

Trump: de escándalo en escándalo pero con buenos resultados económicos

Trump convirtió la política presidencial de Estados Unidos en un reality show
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20 de enero de 2018 a las 05:00
Los primeros 365 días de Donald Trump al frente de la Casa Blanca han sido el primer año más escandaloso y repleto de polémicas del que se tenga registro para un presidente de Estados Unidos.

La asunción del magnate inmobiliario y estrella de la televisión devenido en el hombre más poderoso del planeta ha tenido unas consecuencias inéditas para la política de la primera potencia y del mundo en general.

Trump convirtió la política presidencial de Estados Unidos en un reality show, suscitando todo tipo de líos y polémicas –prácticamente cada semana– con sus exabruptos y salidas de tono, sean estas en la forma de declaraciones públicas convencionales o desde su cuenta de Twitter, que no encuentra sosiego.

Y el cierre de sus primeros 12 meses como inquilino de la mansión de la avenida Pensilvania al 1600 no iba a ser la excepción: durante una reunión con legisladores la última semana, el presidente calificó como "países de mierda" a varias naciones que envían emigrantes a Estados Unidos.

La ramplonería provocó la indignación generalizada y desató un terremoto político en Washington que hasta hoy continúa removiendo las agitadas aguas del Potomac.

En general ese ha sido su principal problema, y el motivo de tanta resistencia y animosidad que debió enfrentar: el tono de sus expresiones, que son percibidas como xenófobas y, por muchos, directamente como del racismo más puro y duro.

Algo que viene de bastante antes de su asunción hace un año; de hecho, desde el día mismo en que lanzara su campaña presidencial en junio de 2015 al tildar de delincuentes, violadores y narcotraficantes a la mayoría de los emigrantes mexicanos.

Esa característica dividió las aguas entre la opinión pública como nunca desde la guerra de Secesión. El presidente es odiado y amado con igual pasión. Esto genera un clima tóxico entre sus seguidores y detractores.

Y es que para muchos estadounidenses la victoria de Trump ha sido una experiencia traumática, lo que incluso redundó en una cobertura contaminada de los medios de comunicación, con los que Trump sostiene una guerra aparte desde el primer día.

Precisamente las políticas que más polvareda levantaron en estos 12 meses han sido aquellas relacionadas con sus declaraciones más polémicas.

Inauguró su agenda presidencial tratando de cumplir sus promesas de campaña sobre el ríspido tema migratorio. Esto lo llevó de arranque a un enfrentamiento con los jueces, cuando firmó un decreto presidencial que prohibía la entrada a Estados Unidos a ciudadanos de siete países musulmanes.

Luego endureció los controles migratorios, y chocó con las autoridades de varios estados federales al intentar remover ciertas garantías que estos conceden a los inmigrantes indocumentados. Y hasta ahora sigue enfrascado en una lucha por eliminar programas migratorios.

Trump quiere poner fin a la llamada "lotería de visas" con que Estados Unidos entrega 50 mil green cards de residencia al año, así como al programa de reunificación familiar (que el presidente llama "migración en cadena"), a cambio de su apoyo a un tercer programa que tuvo gran repercusión: el popular DACA –legado del expresidente demócrata, Barack Obama–, que regulariza la situación de cientos de miles de inmigrantes que ingresaron a Estados Unidos de manera ilegal cuando eran niños.

El muro que prometiera en campaña aún no lo construyó, ni cuenta con el apoyo suficiente para hacerlo; y el número de deportaciones disminuyó desde el fin del gobierno de Obama.

Pero la estridencia de Trump y sus desafueros verbales sobre este tema han enrarecido el clima de convivencia.

Por otro lado, el cumplimiento de la agenda antiglobalización que lo llevó al poder también le genera tensiones con varios de sus aliados en el exterior.

En su segundo día de tareas en la Oficina Oval, el flamante presidente firmó un decreto para retirar a Estados Unidos de la Alianza del Pacífico (conocida como TPP por su sigla en inglés), un acuerdo de 11 países que Obama había promovido como estrategia para disputarle influencia comercial a China en esa parte del mundo.

Y aún está pendiente su anunciada renegociación del Nafta, lo que genera incertidumbre entre sus dos vecinos y principales socios comerciales: México y Canadá.

Política exterior

Del mismo modo, Trump ha conseguido incordiar a sus tradicionales aliados europeos de la OTAN, a quienes increpó por no hacerse cargo de sus gastos de defensa.

Y la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París contra el cambio climático constituyó el epítome de esa política aislacionista de Trump de la que tanto recela el establishment europeo.

En Medio Oriente, el mandatario estadounidense mantuvo las principales alianzas con Arabia Saudita e Israel; pero abandonó las políticas de Obama (promovidas por los neoconservadores y la llamada comunidad de inteligencia) del "cambio de régimen" en Siria y la intervención indirecta en otros países, dejando a la Rusia de Vladímir Putin consolidar su influencia en la región.

Esto condujo a la derrota del temido Estado Islámico y a ordenar un poco el caos que asolaba la región a la salida de Obama.

Pero al mismo tiempo, la creciente influencia de Irán y Moscú genera resquemor en Arabia Saudita y otras monarquías sunitas del Golfo; lo que implica un caldo de cultivo no menor para potenciales conflictos mayores.

Trump secunda a Arabia Saudita y a Israel en sus esfuerzos por contener a Irán. Pero su política errática por lo pronto llevó al octogenario rey saudita Salman bin Abdulaziz al Saud a entronizar prematuramente a su joven heredero, el príncipe Mohamed bin Salman, para enfrentar con mayor vigor la expansión iraní.

Así, los siempre volátiles equilibrios en esa parte del mundo se han trastocado un poco. Y la decisión de Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel le ha valido el repudio extendido en toda la región.

En América Latina, Trump ha tratado de profundizar la relación con los gobiernos de Argentina, Perú y Colombia, al tiempo que endureció el discurso contra Venezuela y Cuba.

Si bien no puso fin al restablecimiento de las relaciones con Cuba (como había prometido en campaña), restringió los viajes a la isla.

Y prohibió todas las relaciones comerciales con empresas apoderadas del régimen cubano.

Desafíos en el frente interno

En lo que Trump brilló con luz propia ha sido, sin duda, en el desempeño de la economía. Prácticamente todos los indicadores económicos de 2017 excedieron con creces las expectativas: Wall Street está a las puertas de un nuevo boom y se espera que para 2018 la economía supere su ya acelerado ritmo de crecimiento.

Sin embargo, en el plano político, grandes nubarrones le asoman en el horizonte.

Nunca se había hablado tanto de impeachment en Estados Unidos durante el año de debut de un presidente, lo que normalmente se toma como un período de luna de miel.

Y en ello "la trama rusa" podría llevarlo, eventualmente, por el doloroso camino de Richard Nixon y Bill Clinton.

Su gobierno es investigado por el fiscal especial Robert Mueller a cuenta de las acusaciones de que la campaña de Trump colaboró con Moscú. Mueller –a cargo de la investigación desde mayo pasado– ya logró el procesamiento de varios altos colaboradores de Trump; entre ellos su presidente de campaña, Paul Manafort, y su exasesor de seguridad nacional Michael Flynn.

En diciembre, Flynn se declaró culpable de haber mentido al FBI, al no reconocer ante los agentes federales una reunión que había sostenido con el embajador ruso Sergey Kislyak un mes después de la elección.

¿Qué prueba esto? Nada; y tampoco sería la primera vez que jerarcas norteamericanos se reunieran con un embajador ruso.

Pero la predisposición de muchos en la prensa estadounidense, que sueñan con la caída de Trump, aunado a la tendencia incorregible del presidente por desatar constantes escándalos, podría precipitar las cosas a un punto de no retorno.

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