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Trump vs Comey, cruce de acusaciones

El presidente Trump le pidió al exdirector del FBI James Comey que finalizara la investigación de Michael Flynn
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22 de mayo de 2017 a las 05:00

Fareed Zakaria, Washington Post Writers Group

Durante la mayor parte de su vida, Donald Trump encontró que las palabras son sus amigas. Las ha utilizado para construir su empresa, para exagerar sus logros y embellecer sus conquistas. Tan importante como lo anterior, las ha utilizado para poder explicar sus traspiés y para disimular sus problemas. Construyó un edificio de 58 pisos en vidrio y acero, pero a través de su juego de palabras, pasó a tener 68 pisos. En realidad es dueño de un apartamento de 1.000 metros cuadrados en Manhattan, que debido a sus relatos consta de 3.000 metros cuadrados. Trump ha utilizado las palabras de manera extravagante e inteligente para cumplir su ambición. Ha llamado a su método “verdadera hipérbole” y a menudo ni siquiera es verdad. Sin embargo, ha funcionado… hasta ahora.

La Casa Blanca comprende la gravedad de la denuncia mediante la cual el presidente Trump le pidió al exdirector del FBI James Comey que finalizara la investigación de Michael Flynn. Esa es la razón por la cual la administración negó el cargo vigorosamente. Y tal vez no sea cierto.

No obstante, el desafío para la administración es que en el tribunal de opinión pública resulta probable que esto se convierta en un caso de la palabra de uno contra la del otro, a no ser que hayan grabaciones. Por un lado se encuentra James Comey, un funcionario destacado con un historial de hablar con la verdad al poder. Mientras sus críticos sienten que ha realizado varios malos juicios en el último año, la mayoría de las personas creen que es honesto y sincero. Por otro lado, se encuentra Donald Trump.

Los periodistas del Washington Post Glenn Kessler y Michael Ye Hee Lee describen a Trump como “el político más cuestionado en sus hechos” que jamás “hayan encontrado”. Señalaron que, luego de recibir asombrosamente la calificación de 59 Cuatro Pinochos (Pinocchio rating) durante la campaña, Trump en sus primeros 100 días realizó 492 “afirmaciones falsas o engañosas”, con un promedio de 4,9 por día. Estos verificadores de hechos clarificaron que “esos números opacan la importancia de que el ritmo y el nivel de errores del presidente significa que simplemente no podemos estar al día”. Según sus cuentas, hubo solamente 10 días en los primeros 100 donde Trump no realizó una afirmación falsa o engañosa.

Además, sus mentiritas no son sobre asuntos menores. Antes de ser elegido, Trump afirmó que Barack Obama no nació en Estados Unidos; que conoció a Vladímir Putin, quien “no podría haber sido más agradable”; que se opuso a la invasión estadounidense a Irak “desde el comienzo”; que observó vitorear a los árabes en la ciudad de Nueva Jersey cuando fue atacado el World Trade Center; que la tasa de desempleo estadounidense (justo el año pasado) podría ser tan alta como el 42%; y que su tasa de asesinatos era la más alta en 45 años. Desde su elección, afirmó que su margen de voto electoral fue el más grande desde Ronald Reagan, que China dejó de manipular su moneda en respuesta a su crítica y que Obama ordenó que se pincharan los teléfonos de sus torres Trump. Cada una de estas declaraciones son categóricamente falsas y, sin embargo, Trump nunca se retractó de ninguna de ellas.

El enfoque de Trump nunca ha sido pedir perdón ya que esto no tendría sentido para él. Según el presidente, no estaba mintiendo. Tal como afirma la persona que en algún momento fue su rival y es ahora su amigo, Steve Wynn (el potentado del casino), las declaraciones de Trump en prácticamente todo “no tienen relación con la verdad o el hecho”. Trump no está realmente de acuerdo con esto. En su opinión, las palabras son el arte escénico. Se trata de lo que suena bien en el momento y le hace sobrellevar su crisis. Así que, al describir su política económica a The Economist, explicó que recién había inventado el término “cargar la bomba” unos días atrás. No importa que esta frase en realidad fuera acuñada un siglo atrás, haya sido utilizada incontables veces desde ese entonces y, de hecho, fue utilizada por Trump en muchas ocasiones el año pasado. En ese momento parecía lo correcto para decir.

Sin embargo, ahora Trump es más que un simple promotor inmobiliario comercial, que un vendedor de concesiones o una estrella de televisión. Es el presidente y está lidiando con temas como la guerra y la paz, la ley y la justicia. Las palabras tienen relevancia, y de una manera totalmente diferente que jamás haya entendido. Construyen la credibilidad nacional, frenan a los enemigos, tranquilizan a los aliados y aplican la ley. En los cargos altos, en la vida pública, las palabras no son tan diferentes de las acciones. Son todo.

Sería la gran ironía si Trump actualmente enfrenta una crisis en la cual su fortaleza de toda la vida se convierte en una debilidad fatal. Su rica y accidentada vida de comerciante, sus exageraciones, evasivas y falsedades, lo dejan en una situación en donde ahora, aunque esté en lo cierto en esto, la gente tendrá dificultad para creer que esta vez Donald Trump esté finalmente, diciendo la verdad.

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