El coronel Escayola

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Un trozo de una historia bien uruguaya

"El padre de Gardel" de Ricardo Casas recorre casi un siglo de la historia del país al tiempo que recrea una figura mítica que no es la del legendario cantante
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06 de mayo de 2014 a las 17:39

¿Uruguayo? ¿Argentino? ¿Francés? La eterna discusión acerca de la nacionalidad de Carlos Gardel no ocupa lugar en el documental de Ricardo Casas, El padre de Gardel, que asume el natalicio del cantante en Tacuarembó y a otra cosa. Como su nombre lo indica, esta es la historia de su padre, el coronel Carlos Escayola, su ascenso y su caída.

El punto de inicio elegido para esta historia es el año 1838, cuando dos hermanos Escayola, miembros de una pudiente familia catalana, viajan a Uruguay en busca de oportunidades y terminan instalándose en Durazno. Uno de ellos no tardará en vincularse con Andrés Latorre, y su hijo, Carlos, terminará oficiándole de escribiente a Venancio Flores. Así comienza la azarosa vida de Carlos Escayola, un hombre que, tal como lo pinta la película, será un representante de este siglo XIX y en sí mismo una manera de retratar la vida en el interior del país, particularmente en la zona de Tacuarembó, donde se instalaría desde edad muy temprana.

Afortunadamente, la película de Casas es ambiciosa y, al seguir el periplo de Escayola –quien no tarda en aliarse políticamente con el Partido Colorado y termina por transformarse en el hombre fuerte del dictador Máximo Santos al norte del Río Negro–, recorre los avatares de Uruguay durante estos años.

Escayola, quien pronto es nombrado coronel en designación directa del propio Santos, oficia casi que de señor feudal en la zona de Tacuarembó.

Escayola tenía una personalidad muy contradictoria: se le atribuyeron asesinatos, apropiaciones y fraudes, entre otros, así como méritos entre los que se hallan el ser el fundador de uno de los primeros teatros del país y que en su época le disputaba al porteño Teatro Colón las mejores zarzuelas y óperas. Era un hombre que tenía su propio torreón con grilletes para sus opositores políticos (muy a la usanza de su amigo Santos), pero que era un conocido melómano, practicante de piano, guitarra y flauta, recitador de versos, director de un conjunto de carnaval y una larga lista de etcéteras.

La figura de Escayola se asocia directamente a la historia de Tacuarembó. Y su vida familiar es el núcleo del documental. Una vida familiar tan peculiar como puede ser la de un hombre que se casó con tres hermanas de la misma familia y con las que tuvo hijos de manera cruzada, incluso antes de casarse con la que correspondía. A Escayola se le cuentan no menos de 50 hijos naturales desperdigados por toda la zona.

La vida del coronel se construye a partir de testimonios varios. Primero, los de su propia familia y descendencia, compuesta por sobrinos, nietos, sobrinos nietos, bisnietos e incluso una tataranieta. Estos testimonios –más emotivos si se quiere– se complementan con los de historiadores y sociólogos que marcan los datos fríos en el camino del Uruguay bárbaro al disciplinado, según la teoría del historiador José Pedro Barrán.

Como voz narradora de todo el documental, se alternan tres protagonistas de lujo: los tacuaremboenses Tomás de Mattos, Washington Benavides (estos dos en una entretenida charla de entrecasa, mate de por medio) y Susana Cabrera, autora del libro Los secretos del coronel, quien es en cierta medida el nexo que da continuidad a todo lo que se cuenta. Estos testimonios se alternan con completa naturalidad y respaldados por abundante material de archivo en un ritmo entretenido y muy ágil.

¿Y Gardel? Pues aparece promediando el documental y, con él, algunas anécdotas se vuelven difusas o polémicas, fiel a la costumbre que rodea al cantante. Entre las historias se narra un encuentro de Gardel con su padre, que terminó en disparos, así como el escándalo que significó su nacimiento, si es que fue producto de un incesto o no. Pero, aunque parece amenazar hacerlo por un momento, no es Gardel el centro de esta historia, sino su padre, Carlos Escayola. Y así como se contó su ascenso, el documental cuenta su caída, que se condice con el cierre de las minas de Cuñapirú en el norte.

La pobreza en la que el coronel vive su vejez, su mudanza a Montevideo y la soledad de sus últimos días son algunos de los momentos que marcan su caída.

Con el retrato de Escayola como centro, Casas narra un trocito de la historia de Uruguay, la vida de una familia del siglo XIX, del progreso y decadencia del interior del país. El documental cuenta una compleja trama y sale bien librado en todas sus puntas, al mismo tiempo que entretiene.

La exhibición

Merece unas palabras aparte la exhibición del filme. La producción de El padre de Gardel cuenta con el apoyo del Instituto del Cine y Audiovisual del Uruguay (ICAU) y de Montevideo Desarrolla, por lo que cabe intuir que existe un especial interés en su exhibición. Lo intrigante es cómo puede lograrse este objetivo si la película se proyecta en un único horario (17.45) y tan solo en dos salas capitalinas. Es un misterio aun más grande de lo que fue la nacionalidad de Gardel durante años

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