Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

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Una sonrisa para la cámara

El viaje de dos artistas franceses por el campo es el eje del documental Visages Villages, un hermoso relato sobre la amistad, el trabajo y el valor de las historias
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29 de abril de 2018 a las 05:00
Esta es la historia de una amistad extraña. Y, sobre todo, muy tierna. Agnès Varda es una cineasta y fotógrafa nacida en Bélgica pero que desarrolló toda su carrera en Francia. Fue pieza clave de la Nueva Ola (conocida también como nouvelle vague) francesa de los años 1950 y 1960, y a los 89 años es una eminencia artística. Nadie conoce el nombre real de JR, fotógrafo y artista francés, de 35 años, que coloca en sitios públicos imágenes gigantes, fotografías que también ejercen como grafitis e intervenciones.

La dupla, a pesar de la separación generacional, es muy unida. Deciden emprender un proyecto juntos, para reflejar su unión y también su distancia. Subidos a una camioneta –que en su caja posee una cabina fotográfica que imprime versiones gigantes de lo que capta– se dedican a recorrer múltiples puntos del campo francés fotografiando e interviniendo locaciones para mostrar cuánto ha cambiado el país, y para destacar a los que allí viven.

Y así paran, por ejemplo, en un pueblo de mineros. Las casas donde esos trabajadores vivían están a punto de ser derribadas. Solo queda una mujer cuyo rostro pasa a decorar una fachada, junto a la de algunos de los mineros que trabajaron en ese pueblo a lo largo de la historia. La mujer mira el diseño y llora.

O van a una ciudad portuaria donde apilan contenedores para colocar las versiones gigantes de las tres mujeres operarias que allí trabajan y que rompen con el estereotipo de género de obrero portuario.
La película debate, todo el tiempo, sobre el lugar de las comunidades rurales; los locatarios comparten sus experiencias con JR y Varda, ambos residentes de París que contemplan todo con el habitual filtro de cariño y paternalismo que los habitantes de las ciudades le imprimen al campo.

Luego van a Normandía. Se encuentran con un viejo búnker alemán de la segunda guerra mundial que el tiempo y el clima tiraron desde los barrancos que dominan el lugar hacia la arena. La construcción quedó enterrada de punta, como un gran monolito. Allí colocan una imagen de un amigo de la juventud de Varda, ya fallecido. La cineasta recuerda, entonces, todo lo que ha perdido a lo largo de su vida, como luego le pasa cuando intenta visitar a su colega y amigo Jean-Luc Godard.

A pesar de ser una historia sobre arte y la importancia de la clase obrera rural, su combinación de road trip, nostalgia, amistad y reflexión sobre la vida y el paso del tiempo hacen que Visages Villages tenga también un enorme peso emotivo y que sea tan encantador que puede sobresaltar. Nada parece indicar al comienzo que la película va a terminar recorriendo ese camino. La relación de Varda y JR crece y se va estrechando. Y el espectador queda ahí como testigo, contagiándose de esa alegría.

Las caras de los personajes conocidos a lo largo del camino, y los lugares que habitan interactúan de una manera que genera reflexión y emoción. Así agrega una carga extra a un título que parece solo referir a lo que uno ve en viajes por el camino.

Y la veterana artista es el eje emotivo de la historia, Visages Villages también es una especie de repaso y homenaje a su vida y su carrera, que se combinó con un premio Oscar honorario otorgado en 2017. Un año después, con la película, la artista compitió por el premio de la Academia a Mejor Documental, aunque finalmente fue Netflix, con Ícaro –un filme sobre el dopaje sistemático de atletas rusos–, el que se llevó la estatuilla.

Más allá de no ganar el Oscar, la realización fue reconocida en acontecimientos como el Festival de Cannes, donde ganó el Ojo de Oro a Mejor documental y en festivales cinematográficos de todo el mundo. También pasó por el Festival de Cinemateca más reciente, en el que fue la película de apertura.
Ahora, este relato emotivo, poderoso, divertido y sobre todo, humano, se estrena en salas comerciales. Una adición a la cartelera local que puede quedar oculta entre los superhéroes y el cine de terror, pero que ofrece algo novedoso y memorable.

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