La Unión Europea (UE) dio dos semanas al Reino Unido para clarificar sus compromisos, en especial financieros, en las negociaciones sobre el
brexit, al término de una sexta ronda de negociaciones que no registró ningún progreso decisivo.
Esas conversaciones, que solamente duraron día y medio en
Bruselas, hicieron en cambio emerger otro escollo con el caso irlandés, ya que
Londres y Bruselas discrepan sobre la forma de evitar el retorno de una frontera "dura" con Irlanda.
El negociador jefe de la UE, Michel Barnier, confirmó que los europeos exigían respuestas urgentes, con compromisos "claros y sinceros" del gobierno británico. Preguntado sobre si Reino Unido debe responder en dos semanas, Barnier dijo "sí", durante una rueda de prensa con su par británico, David Davis, al término de esa sexta ronda de discusiones.
"Esto es absolutamente vital si queremos lograr progresos suficientes en diciembre. Es solo una cuestión de hacer cuentas", agregó el negociador. Responsables de la UE consideran que el monto a pagar por Londres por sus compromisos adquiridos como miembro se elevaría a € 60.000 millones. Solamente si se cumple esta condición, los europeos podrán aceptar, durante la cumbre de la UE prevista los 14 y 15 de diciembre, abrir una segunda fase de negociaciones. Esta fase, a diferencia de la actual, incluiría la relación futura con Londres, que espera poder lanzar negociaciones comerciales para el período posterior al brexit.
"Ahora debemos progresar para pasar a nuestras negociaciones sobre nuestra futura relación", declaró por su parte David Davis. Pero Barnier insistió: primero hay que hallar "un acuerdo sobre esta secuencia de retirada ordenada del Reino Unido. Es nuestra prioridad absoluta".
Las prioridades iniciales
La factura a pagar por Londres forma parte de las tres prioridades iniciales de la negociación, junto a la situación de los derechos de los ciudadanos europeos en Reino Unido tras el brexit y la cuestión de la frontera entre Irlanda y la provincia británica de Irlanda del Norte. La frontera entre ambos territorios, que viven un frágil proceso de paz desde los Acuerdos de Viernes Santo de 1998, será la única de Reino Unido con la UE y la reintroducción de nuevos controles podría provocar tensiones. La UE querría además que, tras el brexit, la británica Irlanda del Norte –separada del resto de Reino Unido por el Canal del Norte– continuara formando parte de la unión aduanera para evitar la reintroducción de una frontera "dura" en la isla, según fuentes europeas.
El negociador británico advirtió que no aceptarán la creación de una "nueva frontera en el interior de Reino Unido", aunque dijo reconocer "la necesidad de soluciones específicas por las circunstancias únicas de Irlanda del Norte".