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Agrandar la grieta

Aunque la economía aún no da señales de superación, se percibe un cambio de clima favorable al gobierno
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13 de mayo de 2017 a las 05:00
Preocupados por los precios en las góndolas de los supermercados, frustrados por una inflación que no da tregua, los argentinos están lejos de embarcarse en un clima pre electoral. Es raro encontrar a alguien hablando sobre las candidaturas para las elecciones legislativas de octubre próximo o sobre lo que marcan las encuestas.

Y sin embargo, para la clase política, el evento electoral de este año es una obsesión. Hay en el ambiente un convencimiento de que será un punto de inflexión que puede marcar la tónica de varios años por delante.

El gobierno está convencido de que un buen resultado lo pone en la "pole position" para la reelección de Mauricio Macri en 2019 o, en su defecto, para la postulación de María Eugenia Vidal, la popular gobernadora bonaerense.

En cambio, una derrota oficialista no sólo abre las puertas para un retorno peronista en 2019 sino que dispararía el temido efecto del "pato rengo" que restaría fuerza política y respaldo legislativo en la segunda mitad del mandato de Macri. Se entiende entonces que los dirigentes macristas hablen todo el tiempo de estas elecciones.

El presidente cree que ese es el mensaje que el mercado necesitará escuchar. Le quedó en claro en cada foro empresarial y en cada viaje al exterior, donde más que preguntarle por la inflación, el déficit fiscal y el dólar, las principales dudas de los inversores tienen que ver con cuán sólido es su proyecto político y si hay posibilidades de que un gobierno populista del estilo de Cristina Kirchner vuelva al poder.

Incluso se llegó a correr una versión en el sentido de que, durante su último viaje a España, hubo empresarios y funcionarios que dijeron que no habría inversiones hasta que no se hubiera concretado la detención de Cristina Fernández de Kirchner.

La expresidenta, procesada en tres causas judiciales, mantiene una base de apoyo político que algunos encuestadores ubican en el entorno de 30% a nivel nacional y más aún en el crucial distrito del conurbano bonaerense.

Ante esa situación, Macri abandonó el manual clásico de los presidentes que dicen que no les preocupa lo electoral sino la gestión, y empezó a hablar abiertamente sobre sus chances de triunfar en los comicios. Entrevistado por la cadena BBC, dijo que no le conformaría un segundo puesto honroso detrás del peronismo, sino que considerará "un fracaso" cualquier resultado que no sea una victoria.
Luego, al inaugurar una obra pública en la provincia de Santa Fe, dejó una frase sugestiva cuando le preguntaron sobre cuándo estaría terminado el nuevo aeropuerto provincial: "Espero verlo en mi segundo mandato".

Una apuesta a la política

El interrogante, en situaciones como esta, es si ese triunfalismo es una expresión de fortaleza genuina o, por el contrario, un intento de revertir de debilidad.

Mirando las encuestas, todavía es difícil dilucidarlo, porque se nota una fuerte dispersión entre las consultoras y, sobre todo, porque al no estar definidas las candidaturas, el público está lejos de tomar una definición.

Sin embargo, hay otros factores que permiten ver un cambio de clima favorable al gobierno. El gran punto de inflexión fue la marcha del 1° de abril en apoyo a Macri y, sobre todo, en rechazo a las expresiones de "desestabilización" surgidas desde sectores kirchneristas.

Esa marcha dejó en claro que, contrariamente a lo que se pensaba, el macrismo también tenía poder de convocatoria callejera y que, a pesar de la lentitud con la que se ven los resultados del plan económico, hay una base de apoyo popular que está dispuesta a apoyar al gobierno.

Este sentimiento fue luego refrendado en mediciones de opinión pública. Por ejemplo, la consultora Aresco marca que 30% del electorado macrista está dispuesto a acompañarlo incluso aunque la economía continuara estancada, porque su objetivo primordial es un cambio en la cultura política, con mayor respeto por las instituciones. En otras palabras, lo votarían más por un afán de impedir la vuelta del peronismo que por otra cosa.

Para el resto del electorado dudoso, el macrismo confía en que los tiempos electorales "calzarán" con los económicos, porque se espera que en el tercer trimestre del año –ya en plena campaña– será cuando se notará la mayor caída de la inflación y el mayor rebote de la actividad en las industrias que habían sufrido la recesión.

Lo cierto es que, después de la marcha del 1A, el clima político cambió. A partir de allí, el gobierno cosechó victorias políticas, como por ejemplo el fracaso del paro general convocado por la CGT, en el cual no sólo la adhesión fue floja sino que hasta el gobierno salió fortalecido por su actitud firme ante los piquetes que bloqueaban accesos a Buenos Aires.

Luego de eso, Macri mostró cierta astucia política al exhibir un aliado sindical como Gerónimo "Momo" Venegas, el líder del sindicato de trabajadores rurales, quien organizó un acto en el estadio de Ferro donde Macri hizo anuncios. Ese le permitió "copar" el acto del 1° de mayo y restarle protagonismo a la CGT y a la izquierda.

En tanto, conflictos gremiales duros, como el de los maestros, se fueron desgastando, mientras el gobierno avanzó con acuerdos sectoriales en los sectores más afectados por la pérdida de competitividad.

Al tiempo que las encuestas marcaban un rechazo hacia los paros sindicales y las expresiones de la oposición, la imagen de Macri se recuperó, hasta una evaluación positiva del 58% en las encuestas.

En ese contexto, las manifestaciones de optimismo electoral por parte del gobierno ya no provocan comentarios sarcásticos sino, por el contrario, movimientos defensivos en el peronismo.

Resulta por demás sintomático que la expresideenta, en una reciente reunión con dirigentes de su sector, haya dado su aval para un acuerdo amplio que incluyera a dirigentes con los cuales se había distanciado, como el ex ministro de transporte, Florencio Randazzo, el ex gobernador de San Luis, Alberto Rodríguez Saa, e incluso con el líder del Frente Renovador, Sergio Massa.

Un llamado a la unidad opositora por parte de Cristina, famosa por su personalidad rencorosa, resulta ilustrativo respecto de que considera que no es imposible un avance electoral del macrismo.

"Favores" electorales

En el "bunker" de campaña macrista no tienen dudas sobre cuál es su mejor argumento electoral: están jugados a agitar el fantasma de un posible regreso de Cristina Kirchner. No por casualidad, la palabra más repetida en todos los análisis políticos es "polarización".

Hasta ahora, la estrategia viene dando grandes resultados. Fueron los actos reivindicativos de la guerrilla de loa década de 1970 los que generaron el clima para la marcha de apoyo a Macri.

La difusión, en las redes de internet, de imágenes de las marchas que mostraban a militantes kirtchneristas enarbolando helicópteros de cartón, tuvo un efecto de dimensiones insospechadas.

Ocurre que en Argentina –luego del dramático final del gobierno de Fernando de la Rúa en 2001– el helicóptero se transformó en sinónimo de un presidente que no puede terminar su mandato en los términos constitucionales estipulados y debe abandonar el poder en medio de un descontento popular.

Ese tipo de actitudes, interpretadas como de "ánimo destituyente", lograron que incluso parte del electorado de clase media que se muestra descontento con Macri por la falta de resultados económicos, saliera a respaldarlo por temor a un regreso del kirchnerismo.

De hecho, cada expresión de un dirigente kirchnerista connotado le agrega votos a Macri. Por ejemplo, el ex jefe de inteligencia, Oscar Parrilli, dijo respecto de la crisis venezolana que "a (Nicolás) Maduro lo critican no por lo que hizo mal sino por lo que hizo bien, como nos pasaba a nosotros".

Defender al chavismo en este contexto de miseria y represión y, además, asimilarlo a la gestión kirchnerista debe ser, posiblemente, la peor estrategia electoral de todos los tiempos.

La propia expresidenta es bien conciente de esa situación, y no por casualidad, cuando explotó la crisis social en la provincia de Santa Cruz –gobernada por su cuñada Alicia Kirchner– acusó a Macri de querer asfixiar financieramente a la provincia para crear la imagen de que es "la Venezuela argentina".

Pero a Cristina, hoy más preocupada por el acoso judicial que por los detalles cotidianos de la política, le resulta difícil controlar todo lo que dicen sus seguidores.

Queda por revelar la mayor incógnita de esta elección: si Cristina finalmente será candidata. Para el macrismo, totalmente jugado a la "polarización", sería una situación ideal.

Ella insinuó que preferirá mantenerse al margen de la contienda, aunque muchos ponen en duda esa situación, dado que resultar electa podría ayudarla a garantizar su inmunidad parlamentaria. En todo caso, la estrategia macrista es polarizar, con o sin Cristina candidata.

Como les ocurrió a muchos gobiernos argentinos anteriores, su fortaleza política reside no tanto en exaltar las propias virtudes como en recordar los peores defectos del predecesor.

El dólar también en modo electoral

El gobierno macrista está convencido de que si algo lo ayudará en las próximas elecciones será el clima político y no la economía.

Claro que los funcionarios del área hacen todos los días pronósticos optimistas sobre los "brotes verdes" en la actividad de diferentes industrias, pero lo cierto es que los resultados aparecen con más lentitud que lo previsto.

El Relevamiento de Expectativas Económicas que realiza el Banco Central entre un listado de consultoras nacionales y extranjeras arroja una creciente desconfianza por parte del mercado.

Así, el crecimiento, que funcionarios se entusiasman en ubicar cerca del 4%, ya fue rebajado por los economistas privados a 2,7% para el año.

En tanto, la inflación esperada para el año es de 21%, es decir 4 puntos por encima de la meta oficial de 17%. Hay, de todas formas, un factor que a todos preocupa pero que ha demostrado tradicionalmente su eficacia electoral: el dólar "planchado".

Cristina mira encuestas y juega al misterio

El rol de Cristina Fernández de Kirchner es "la madre de todas las interrogantes" en la elección legislativa. Las encuestas muestran cómo el panorama cambia drásticamente si participa o si se mantiene al margen.

En caso de postularse por su natal provincia de Buenos Aires –la más grande del país, con 38% del electorado- donde el peronismo tiene su gran caudal de votos, entonces la oposición mejora su chance.

Las encuestas marcan que el kirchnerismo, con Cristina al frente, podría llegar a 35% de los votos, y subir hasta 40% en el conurbano bonaerense. En ese caso, el que más sufriría sería Sergio Massa, el líder del peronismo renovador.

En cambio, si el kirchnerismo llevara como candidatos a Daniel Scioli o a Florencio Randazzo, sus chances podrían caer más de cinco puntos. Cristina insinuó días atrás que prefiere mantenerse al margen de la contienda pero la última palabra no está dicha.

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