Agua que no has de beber…

El Día Mundial del Agua, que acaba de celebrarse, encontró a Uruguay enfrentado al riesgo de deteriorar su recurso natural más valioso. A diferencia de zonas del planeta como partes de África y Medio Oriente, donde una canilla o un pozo abastecen a todo un pueblo o que directamente carecen de agua potable, en el país damos por sentado el permanente acceso irrestricto al agua de buena calidad. La utilizamos sin mayor cautela hasta para llenar piscinas y a veces la vemos correr durante horas por las calles debido a alguna cañería rota. Pero fue un llamado a la realidad el reciente episodio de agua con mal sabor y olor por acumulación de algas en la cuenca del río Santa Lucía, que abastece de agua potabilizada a las dos terceras partes de la población.

Por más que OSE aseguró que su consumo no conllevaba riesgo para la salud, lo ocurrido propulsó al primer plano un choque de intereses, igualmente legítimos pero a los que se prestaba poca atención hasta ahora, entre la disponibilidad de agua bebible y el creciente desarrollo tecnificado del agro desde hace una década. Los fertilizantes que utiliza son esenciales para los plantíos. Pero parte de sus componentes químicos que no son totalmente absorbidos por el suelo, como el fósforo y el nitrógeno, fluyen hacia vías de agua y las contaminan con la formación de cianobacterias o algas.

Como obviamente el desarrollo agrícola no puede detenerse, la solución a esta crisis potencial está en combatir sus efectos contaminantes en arroyos y ríos de donde OSE extrae y procesa el agua que consume la población. El gobierno ha creado una Comisión de Cuenca del Río Santa Lucía, integrada por instituciones públicas, productores rurales y otros grupos involucrados en el tema, para frenar la contaminación. Pero la comisión ni siquiera ha empezado todavía a funcionar, pese a la urgencia de un problema que puede convertirse en una crisis de graves proporciones. Algo más efectiva ha sido la Asociación Nacional de Productores de Leche, que congrega a 3.000 productores. Diseñó un plan para que el agua con fertilizantes que utilizan los tambos vaya a piletas para luego reutilizarla en los establecimientos, en vez de volcarla al Santa Lucía, como se hace actualmente. Pero, por un lado, el plan aún no se aplica, a la espera de asistencia económica del gobierno. Y por otro, solo cubre una parte del espectro productor del agro que utiliza fertilizantes.

El territorio uruguayo tiene el privilegio de estar asentado sobre el acuífero Guaraní, una de las mayores reservas de agua dulce del mundo. De poco servirá, sin embargo, si los ríos y arroyos que proveen a la población de agua potable se contaminan en forma creciente, como está ocurriendo, por los residuos de fertilizantes que las lluvias arrastran al sistema fluvial. El gobierno parece haber registrado la urgencia de establecer mecanismos de control, aunque todavía no aparecen acciones concretas que tomen en cuenta la ominosa advertencia del ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro, que aseguró que la ausencia de un plan alternativo para mantener la calidad del suministro de agua potable puede conducir a “la peor catástrofe” en la historia del país. Por reforma constitucional del 2004, el agua y su manejo pasó a ser estatal. Pero eso no asegura su buena calidad y distribución. Es preciso estar bien atentos a cómo maneja el Estado el agua que se le ha dado. l