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Así es "No respires", la nueva película de Fede Álvarez

Junto al guionista Rodo Sayagués nuevamente se destacan en el estreno más esperado del año, que llega el próximo jueves
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02 de septiembre de 2016 a las 18:20
Por Matías Castro - Especial para El Observador

El director Fede Álvarez, el guionista Rodo Sayagués y el director de fotografía Pedro Luque demostraron que no es necesario contar con un presupuesto multimillonario para hacer una buena película de género. La demostración no es exclusiva de ellos, claro, porque el cine de terror tiene la virtud de hacerlo cada tanto cuando aparecen ejemplos como Te sigue, Cuando las luces se apagan, La casa muda, La bruja o, más atrás en el tiempo, El proyecto Blair Witch.

Álvarez y Sayagués, responsables del proyecto desde su concepción, apelaron a una premisa sencilla y ganchera: tres jóvenes se meten a robar en la casa de un ciego, en lo que resulta ser la peor equivocación de sus vidas. Lo interesante es que esa sencillez esconde unos cuantos vericuetos y reveses que hacen que la historia acelere desde los primeros minutos aún más que Posesión infernal, la anterior película de ambos uruguayos. No parece casual que hayan elegido filmar otra historia en una sola casa y protagonizada por la misma actriz, Jane Levy, con la que perfectamente podrían completar una trilogía sobre heroínas improbables.

Durante el tiempo que llevan en Hollywood, Álvarez y Sayagués han pasado cerca de los dos grandes caminos por los que suele transitar el género, que son las remakes y secuelas por un lado y las historias originales por otro. Otras dos vertientes en las que se suele dividir esto son las de tripa y sangre, y las del suspenso y terror más limpio. Históricamente, las películas que más presupuesto tienen (porque también cosechan más dinero en las boleterías), son las secuelas; el tema de la elegancia versus las tripas depende más bien de las modas y tendencias. Posesión infernal, que era generosa en sangre, fue en parte una nueva versión y en parte una secuela de Evil dead, y seguramente tendrá continuación. No respires es una historia original, jugada al suspenso y a las piruetas de guión y con más violencia que sangre. Para el sistema de producción y financiación de Hollywood este es un riesgo creativo bastante alto.

Cada año se estrenan decenas de películas de terror, tantas que al espectador a veces le cuesta distinguir entre una y otra por las similitudes de sus argumentos y lugares comunes a los que recurren los directores para asustar. Posesiones, fantasmas, familias que se mudan a casas malditas por crímenes horrendos, demonios... son elementos que se suman a recursos argumentales repetidos de una película a otra. Uno de esos es el típico del fantasma o demonio que pierde el tiempo moviendo cosas menores y espera inexplicablemente para atacar recién en el último tercio de la película.


Es cierto que el género se define por sus convenciones, como puede ocurrir con la ciencia ficción o el policial, pero esto no quiere decir que tamaña repetición de ideas esté bien. Lo que ocurre, en el fondo, es que el terror atrae principalmente a un público joven que disfruta del sobresalto y no suele hacer comparaciones históricas. Ese público, además, se renueva semana a semana y año a año, por lo que los productores tienen constantemente nuevos ojos frente a las pantallas.

Las únicas dos convenciones que mantiene No respires son las de la unidad de lugar y tiempo que de hecho es antiquísima y excede al cine –cosa que le da intensidad de principio a fin–; y la de la heroína inesperada, al estilo de Ripley en Alien. En eso se la podría comparar con El descenso, aunque aquí la trama pega constantes reveses y se sostiene con lógica y sentido sin que el espectador se pregunte "¿por qué siguen en la casa, en lugar de salir corriendo como un ser humano normal?". En la mayoría de las películas de terror, la respuesta a por qué los personajes se meten en los rincones oscuros cuando saben que ahí hay algo malo, es que si hicieran lo contrario se terminaría la película.

Aquí hay película porque los personajes se equivocan y la situación que generan se los lleva puestos. Gracias a eso, Sayagués y Álvarez construyen durante el primer tercio personajes creíbles a quienes después les pasa algo increíble. Eso, aunque suene extraño, da credibilidad a toda la historia, incluso a lo que podría ser inverosímil. Salvando las distancias, ya que No respires no tiene un gramo de fantasía, algo similar pasó con Lost, una serie que sostuvo sus misterios rocambolescos durante años gracias a que invirtió muchísimas horas de sus primeras dos temporadas en desarrollar personajes e historias verosímiles (que no es lo mismo que realistas).

Además de las constantes sorpresas y giros que tiene, No respires también debe su efectividad al trabajo del sonido y a la fotografía de Pedro Luque. Este uruguayo, que tiene años de trabajo en publicidad, casi por casualidad se ha convertido en un fotógrafo especializado en el terror ambientado en lugares cerrados y con atmósferas sucias. La casa muda y Dios local son dos ejemplos de esto, aunque Miss Tacuarembó exhibe otro costado de su capacidad. Su modo de seguir a los personajes por los estrechos pasillos de la casa para mostrar o sugerir lo que quiere y cuándo quiere, es una de las herramientas fundamentales que usó Álvarez para atrapar al espectador.

Tanto en sus apariciones como en sus ausencias, el sonido es casi un personaje más. Precisamente por esto vale la pena disfrutar esta película en una sala bien equipada (hacerlo en un televisor en estéreo es un desperdicio, y en un celular, una atrocidad). Es otro gran logro de la dupla uruguaya: demostrar que hay otras razones por las que ir a una sala de cine, más allá del 3D y de las superproducciones de efectos especiales. l

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