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Atacama: un desierto cercano

Calles de tierra y casas de adobe, culturas ancestrales y paisajes sobrecogedores son algunos de los atractivos de este maravilloso lugar en el norte de Chile
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07 de enero de 2017 a las 05:00
Los lugareños lo presentan como uno de los desiertos más secos y antiguos del planeta. Dos colores predominan en el paisaje: el amarillo y el turquesa. Uno de los cielos más impresionantes que se puedan observar, la gran bóveda inundada de estrellas hace que sea uno de los destinos más visitados por astrónomos y observadores de todas partes del mundo. Y en contraste con la propuesta, el horizonte del lado este se encuentra coronado por picos nevados, varios de ellos volcanes. Nieves que alimentan valles, oasis y lagunas de sal brindaron sustento a las poblaciones originarias de hace miles de años, y que todavía existen.

Se ingresa a San Pedro de Atacama por el aeropuerto de Calama (una de las principales ciudades mineras de Chile), a una hora y media del pueblo en auto, camioneta o en ómnibus.

San Pedro se encuentra a 2.400 metros sobre el nivel del mar. Por ello, es conveniente tomarse el día de la llegada con calma, y dejar las actividades de más altura, como los géiseres del Tatio (se llega a los 4.000 metros) para el final de la estadía.

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La vista del horizonte y el cielo estrellado a la noche en el desierto de Atacama
La vista del horizonte y el cielo estrellado a la noche en el desierto de Atacama

El líquido es muy importante y cuidado en este lugar, donde lo que abunda es la sequedad. Mantenerse hidratado de manera constante es clave, así como también los bálsamos para labios y las cremas y emulsiones para el cuerpo, luego de arduos días de caminatas bajo el sol y sobre la tierra.

San Pedro

El pueblo de San Pedro alberga a unos 5.000 habitantes, la mayoría dedicados a brindar los servicios necesarios para que turistas de todas partes del mundo acudan a disfrutar de su belleza.

La calle Caracoles es la principal arteria, peatonal, y de acceso a negocios de artesanías, gastronomía, agencias de viajes, casas de cambio y todo lo necesario para el turista. Es una calle angosta, de tierra y casas bajas de adobe, respetando una uniformidad cromática muy característica de la zona. Sobre el final de la calle Caracoles se llega a la plaza de Armas donde también está la iglesia, la gendarmería, el mercado artesanal, la universidad, el museo, y demás edificios públicos, que se suman a lugares donde comer o tomarse un café.

Como salido de un sueño

El volcán Licancabur, con sus 5.900 metros de altura, es el "guardián" de San Pedro de Atacama y guarda para sí parte de la historia del mundo. La laguna que se alimenta de sus nieves eternas, la Cejar, es el lugar elegido por los flamencos rosados que parecen transportados desde una zona tropical y depositados aquí de manera artificial.

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La laguna Chaxa está en la zona más baja del salar, a 2.300 metros de altura, donde se concentra la mayor cantidad de minerales. El salar de Atacama es considerado una de las reservas mundiales de litio, mineral necesario para la producción de baterías para autos y dispositivos electrónicos.

En camino se puede visitar el pueblito de Toconao, donde presenciar la hibridación de la cultura atacameña originaria en pobladores que aun hablan la lengua original: kunza, con todos los elementos de la colonización española (contraste presente a lo largo de toda América).

Cerca, se extiende la laguna Piedra, famosa por su concentración de sal –dicen que mayor que la del mar Muerto– y donde todo cuerpo flota.

Una tarde en la Luna

Para la tarde, el paseo ideal es visitar el Valle de la Luna. Enclavado en plena Cordillera de la Sal, este lugar parece una gigante escultura tallada en piedra, pero no fue un artista quien lo hizo, sino los elementos que, a lo largo de millones de años, erosionaron el paisaje y fueron formando un crisol de colores y texturas.

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Cuevas misteriosas, túneles entre las rocas y formaciones naturales como Las Tres Marías y El Pacman son las estrellas de las fotografías de todos. Más lejos está el Valle de la Muerte que, en su inmensidad árida, muestra una paleta de rojos y ocres, y el soplido del viento como único sonido.

El final del día es en el mirador de Cari, luego de atravesar el Valle de la Paciencia, para ver un atardecer de 360º fuera de todo entendimiento y descripción.

Siete colores de piedra

Pararse ante piedras gigantes y de diferentes colores es algo impensado. Sin embargo, en este Valle de los Siete Colores (también llamado del Arcoíris) se pueden distinguir esa paleta de colores en un milagro de la naturaleza no conocido por muchos.

El valle se encuentra a unos 80 kilómetros de San Pedro de Atacama, y si se opta por contratar un tour se puede visitar junto con los petroglifos de Yerbas Buenas, el lugar más destacado de arte rupestre de la zona, con representaciones de animales y personas en gran cantidad rocas.

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Los atardeceres en el desierto de Atacama son únicos
Los atardeceres en el desierto de Atacama son únicos


En esta original manera de arte rupestre no se usaron pinturas sino que se erosionó la piedra, y se estima que tienen unos 10 mil años de antigüedad.

Para el final

Géiseres del Tatio

Paseo que conviene dejar para el final de la estadía, por lo impresionante pero también por lo extremo en cuanto a la altura. Los géiseres están a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar. La aventura debe comenzar por la madrugada, con temperaturas bajo cero, y lleva unas dos horas y varios tés de coca llegar hasta géiseres subiendo la montaña.

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Se debe llegar a la cumbre cuando todavía no amanece, porque es el momento en el que las "fumarolas" (el vapor que sale de la tierra) puede llegar hasta los 50 metros. El abrigo es fundamental en este momento del paseo. A medida que el sol va saliendo, los humos se van amainando hasta extinguirse.

En medio del espectáculo, se puede desayunar con vista a los géiseres. Son más de 100 en un predio de unos diez kilómetros cuadrados, que despiden vapor (y los más grandes agua que supera los 85 °C).

Cuando amanece (la temperatura cambia radicalmente) muchos visitantes se sumergen en las aguas de El Pozón, una piscina natural donde se permite realizar baños de inmersión, y cuyo barro volcánico posee propiedades requeridas por su gran riqueza mineral. En el Pozón se pueden ver desde niños hasta ancianos, todos disfrutando por igual el contraste de sacarse la ropa en temperaturas muy frías y meterse al agua caliente por un buen rato.

Los géiseres del Tatio son el resumen de lo que sucede cuando se visita el desierto de Atacama, una sorpresa tras otra y muchas bocas abiertas en el más absoluto estupor.

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