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Blancanieves con toreros enanos

La película española, muda y en blanco y negro, adapta el cuento clásico y lo ambienta en un país taurino
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29 de julio de 2014 a las 18:18

El mismo día en que el famoso torero Antonio Villalta recibe un par de cornadas violentísimas que lo dejan al borde de la muerte, su mujer embarazada a término, producto del shock de ver a su esposo recibir tal terrible castigo del toro empieza el trabajo de parto. Nacerá una niña pero al mismo tiempo el torero quedará viudo porque la madre morirá. La muerte y la vida juntas, enlazadas como siempre en España y, como una aguja bestial que cose ese entramado, el cuerno filoso de un toro de lidia.

Tan melodramático como plásticamente impecable es el comienzo de versión bastante original de Blancanieves dirigida por español (nacido en Bilbao) Pablo Berger.

Se trata de una adaptación libre del cuento recogido de la tradición medieval germánica por los hermanos Jacob y Wilhem Grimm, y popularizado a niveles globales por el genio y la creatividad de Walt Disney.

Berger tomó elecciones propias básicas que determinan la película: está filmada en un riguroso blanco y negro, maneja a rajatabla las reglas de un filme de la época muda, como los diálogos con intertítulos, a pesar de que posee música en toda su extensión.

El contexto histórico es la Andalucía de 1929. Y esta Blancanieves sigue al pie de la letra la estética de esa época. Hay pueblo y hay aristocracia, en el campo y la ciudad. ¿Hay un territorio en común? Por supuesto, la plaza de toros.

¿Hay una huerfanita? Claro, la niña hija del torero y la cantaora muerta en el parto, que se cría en la infancia con su abuela (una vieja y arrugada Ángela Molina). Cuando es joven el personaje lo representa Macarena García.

¿Hay una madrastra? Claro que sí. Una malvada y avarienta enfermera atiende al torero en el hospital, y logra casarse con el hombre tullido e inválido que vive en un gran establecimiento rural en medio de una gran depresión. El papel es de la siempre atractiva Maribel Verdú.

¿Hay siete enanos? Sin dudas, pero son seis y quizás en su elección resida uno de los puntos fuertes de esta historia.

En base a un argumento clásico y conocido, la adaptación de Berger recoge la mejor tradición española e incluye el descubrimiento de que la identidad está en la sangre ya que la niña se da cuenta de su padre está enseñándole mucho más que a mover la pequeña capita.

Los enanos son toreros que realizan números de humor por los pueblos como una compañía teatral.

Son seis enanos hombres pero uno de ellos se traviste en mujer. Entroncan con la tradición grotesca y deforme de los enanos de Velázquez y con la serie negra de Goya. Son lo español por antonomasia.

En esa compañía circense (flota un aire a Noche de circo de Bergman) es donde cae la joven torera. Es por su bondad de salvar a un enano que recibía castigo por un pequeño borrego que aflora su talento taurino.

Las influencias de Berger y de su fotógrafo, Kiko de la Rica, son notorias. Está presente la fotografía de la guerra civil española, está Robert Capa y Henri Cartier Bresson, pero también hay homenajes a Sangre y arena, con Rudolph Valentino. También a glorias del cine mudo, en una clave que acerca a Berger a cineasta como Quentin Tarantino, donde hay referencias constantes de fanático. El toque de Berger se nota también en el final, cuando la manzana hace su efecto y la bella es una durmiente eterna en un cajón de cristal.

Lo español y lo trágico aparecen en un filme que resuelve con entereza, contundencia y un agregado dramático una trama que creíamos saber de memoria. Cualquier taurino sabe que el momento definitorio de una buena faena es el remate.

El estoque tiene que penetrar en el lugar justo para matar al toro. Berger lo hace a la perfección y el final es como un toro tambaleante que se resiste a caer aunque se sabe muerto.

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