Estilo de vida > EL ALCALDE DE LOS JUEGOS
Boris, el alcalde payaso
Con su melena rubia y batida parece un ex miembro del grupo The Police. Su humor inglés y su aspecto simulan un personaje de Benny Hill. Su lengua y su ironía parece que abrevaran en Ricky Gervais, o de alguno de sus personajes. No estamos hablando del nuevo cómico inglés, sino del alcalde de Londres, Boris Alexander Johnson. Su desfachatez definitivamente no concuerda con el grupo político al que pertenece, el Partido Conservador.
Por si fuera poco, no es alcalde por primera vez sino que fue reelecto al vencer a Ken Livingstone, alias “Ken el rojo” y laborista. Al instante, Johnson recibió un e-mail de felicitación nada menos que de Mick Jagger. Y, amante de la publicidad sobre su persona, lo reenvió a todos sus contactos.
Boris Johnson llegó para revitalizar y cambiarle la cara a una fuerza política envejecida y acorchada, y aprovechó el envión de David Cameron junto a su extroversión, para llegar al poder.
Palabrero
Aunque muchos se sorprendan, Boris nació en Nueva York en junio de 1964. Hijo de padres ingleses, su familia se mudó a las islas poco tiempo después. Johnson estudió periodismo y llegó a escribir a prueba en The Times, de donde lo expulsaron por inventar una cita en un artículo sobre su padrino, el vicecanciller de la universidad de Oxford. Fue columnista del Daily Telegraph y solo dejó ese espacio en los medios cuando se transformó en alcalde, en 2008. También es escritor e historiador, que incluso realizó documentales para televisión. Sus mechones rubios se transformaron en su marca registrada.
Ya en sus apariciones durante la campaña, era común escucharlo haciendo chistes y mofándose de sus propios defectos. Su estilo caló en la gente y ganó la elección. Luego, para confirmar, ganó de vuelta. Algunos analistas dicen que el gordinflón rubio y despeinado está para más. ¿El 10 de Downing Street quizá? Él sostiene que no, pero cuando el río suena...
Aros para Mr Johnson
Para un personaje con estas características, unos Juegos Olímpicos en su ciudad son como una enorme torta de merengue para alguien con hambre de postre.
Una de las primeras medidas que tomó fue realizar grabaciones de su voz que se emitieron en el sistema de radio del metro londinense en las que advertía a los usuarios que el tráfico estaría denso durante el evento olímpico y que la paciencia, más una abstención de utilizar el servicio público, serían la mejor arma para afrontar ese fenómeno masivo y logístico.
Enseguida recibió críticas de la oposición y de un sector de la opinión pública. “Piensen en los beneficios que todo esto trae para Londres”, decía en uno de los mensajes.
También criticó los Juegos de Beijing de 2008, diciendo que en Londres no iban a aumentar el presupuesto en Defensa para financiar los fuegos de artificio.
Pero así como le han dado la chance de gobernar por dos períodos la capital británica, su alto nivel de exposición también lo ha llevado al ridículo. El pasado 1º de agosto, Johnson se tiró desde un cable a 45 metros de altura en Victoria Park, donde se realizaban actividades culturales.
Para su desgracia, el peso del alcalde produjo que quedara a mitad de camino, agitando unas pequeñas banderitas británicas, suspendido sobre un público risueño.
