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Cámara de Diputados abre la vía al impeachment de Dilma Rousseff

Votaron a favor del juicio político y ahora el futuro de la presidenta está en manos del Senado
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18 de abril de 2016 a las 05:00
La Cámara de Diputados de Brasil aprobó ayer domingo el proyecto de impeachment (juicio político) contra la presidenta Dilma Rousseff. Sobre la medianoche los partidos de oposición superaban los 342 votos que eran necesarios cuando faltaba por conocerse algo más de 30 voluntades.

Ahora será la cámara alta la que tendrá 10 días para aprobar o rechazar el trámite por mayoría simple de los 81 senadores. En caso afirmativo, Rousseff será sometida a un juicio político que implica su separación transitoria del cargo por 180 días como máximo, y su lugar será ocupado por el vicepresidente Michel Temer.

En ese lapso el Senado deberá decidir por dos tercios de votos si Rousseff debe apartarse definitivamente del cargo de presidenta. La actual mandataria está acusada de incurrir en maniobras contables ilegales para maquillar los resultados del gobierno en 2014 y 2015, modificar presupuestos mediante decretos y acumular deudas y contratar créditos con la banca pública.

La de ayer fue una sesión movida para los diputados brasileños que por espacio de casi siete horas cruzaron argumentos a favor y en contra de una eventual destitución de Rousseff. "Está abierta la sesión bajo la protección de Dios y en nombre del pueblo brasileño", dijo el presidente de la cámara, Eduardo Cunha, a media tarde, en un ambiente de extrema agitación, con diputados que gritaban "No al golpe" o "Impeachment ya".

Incluso, antes del inicio de la sesión, un grupo de diputados que respaldan al gobierno comenzó a gritar "¡Democracia! ¡Democracia!", para tratar de tapar la voz de Cunha, que daba una rueda de prensa previa. Eso hizo que decenas de legisladores partidarios de la destitución salieron a cruzarlos, en un embate que terminó con empujones y gritos.

Previo a la votación, intervinieron los jefes de los grupos de los 27 partidos representados en la cámara baja y, en su mayoría, aunque fijaron posición, liberaron a sus parlamentarios para votar de acuerdo con sus propias convicciones. De esos 27 partidos, solo siete se manifestaron a favor de la mandataria y anunciaron su voto contra un eventual juicio.

Luego, cada uno de los 513 diputados, en alternancia entre estados del sur y del norte, fue llamado para indicar su preferencia y en 10 segundos justificarla ante un micrófono. Ese procedimiento fue cuestionado por el gobierno, por considerar que crearía una corriente inicial sumamente favorable a la oposición que domina en los estados del sur, frente a los del norte, poco poblados y que se pronunciaron recién al final.

El Partido de los Trabajadores (PT) vio en ese método una maniobra del presidente de la cámara, para crear una impresión de aluvión que podría arrastrar a los indecisos. En la mitad de la votación habían manifestado su voluntad 250 diputados y los partidarios del impeachment tenían un amplio avance, 196 votos a favor y 51 en contra, con tres abstenciones.

La sesión fue precedida por debates que comenzaron el viernes y se prolongaron en forma ininterrumpida durante casi 43 horas, en las que intervinieron 389 diputados. Antes de llegar al pleno de la cámara baja, la acusación fue analizada por una comisión especial, que aprobó un informe elaborado por el diputado instructor, Jovair Arantes, quien recomendó que se apoyara la apertura del juicio político en el Senado.

El instructor reafirmó ayer que "todos los indicios son más que suficientes" para aceptar la acusación, que presenta "hechos graves que atentan contra la Constitución, las finanzas públicas, la responsabilidad fiscal, la transparencia y contra el país".

El gobierno y la propia presidenta han calificado el proceso como un "golpe de estado" y han asegurado que esos actos, si bien pudieran sugerir alguna "falta" administrativa, no suponen un "delito de responsabilidad", que es lo que la Constitución contempla para la destitución de un mandatario.

Si el juicio político prospera podría terminar con 13 años de gobierno del PT en un país profundamente dividido. Por ello, salga quien salga vencedor del duelo entre Rousseff y Temer, no tendrá la partida fácil.

"Independientemente del resultado de hoy (por ayer), la crisis va a continuar, e incluso se agravará, porque el lado perdedor va a utilizar todos los instrumentos para boicotear a los ganadores. En cualquier caso, Brasil amanecerá peor", dijo el analista político André César.
El gobierno brasileño fue perdiendo apoyos al ritmo de una arrasadora crisis económica y una escandalosa trama de corrupción en Petrobras. Casi sin lealtades fuera del PT, Rousseff se confinó a actos partidarios y terminó acusando a Temer, su vicepresidente, de urdir un golpe de estado. Su popularidad cayó en picada desde su reelección y se sitúa alrededor de 10%.

Temer, del partido centrista PMDB, compartió fórmula con Rousseff en 2010 y 2014, pero en medio de la crisis decidió dejar la discreción que marcó su carrera política y asumió el rol de formar "un gobierno de salvación nacional". El mes pasado su partido rompió con el PT y desde esas filas ahora lo acusan de traidor y golpista. En caso de asumir la presidencia, gobernaría hasta fines de 2018, al menos que no sea a su vez objeto de un procedimiento de destitución por motivos similares a los de Rousseff.

Manifestaciones

Manifestantes de los dos bandos en las principales ciudades siguieron la votación por pantallas gigantes. En San Pablo, sobre la avenida Paulista, donde estaba reunida la oposición, los votos por el impeachment se festejaban como si fueran goles, con bocinazos, saltos y banderas al aire.

Las concentraciones eran, sin embargo, menos concurridas de lo que se anticipaba. Según el diario Folha de Sao Paulo, había concentraciones en unas 60 ciudades, que movilizaban antes del inicio de la votación a apenas unos 21 mil partidarios del gobierno y a unos 62 mil opositores.

En Brasilia se adoptó un dispositivo para recibir a 300 mil personas, separando a los partidarios y adversarios del impeachment con una valla de paneles metálicos de un kilómetro tendida a lo largo de la explanada de los ministerios. Sobre la noche había apenas 7.000 partidarios de Rousseff y 18.000 del otro bando, según estimaciones de la Policía. (Con agencias)

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