Ricardo Peirano

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Cambia, todo cambia

De la velocidad de la transformación de las industrias, economías y empresas
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06 de noviembre de 2016 a las 05:00

De la velocidad de la transformación de las industrias, economías y empresas poco se puede decir, excepto para contradecir a los escépticos que piensan que el mundo se sigue moviendo a la misma velocidad que en las últimas décadas del siglo pasado. Basta mirar la tabla de posiciones que hace anualmente la revista Fortune, ordenando las empresas americanas por valor bursátil para reafirmarse acerca de la magnitud y la velocidad del cambio.

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En efecto, de las 12 empresas que encabezaban la lista de Fortune en el año 2000, solo 5 continúan estando en ese grupo selecto en 2015. Y lo sorprendente es que de las 7 restantes empresas que no figuraban en 2000, o bien algunas eran muy pequeñas (Apple antes de Ipod y del Iphone) o bien no existían (Facebook) o eran casi desconocidas (Google) o estaban en su comienzos, experimentando una y otra vez (Amazon). Además, como podrá observar el lector, de estas 7, 4 vienen del mundo de la tecnología o del software o del hardware y para las cuales internet es vital. Es decir, empresas de una nueva generación, que marcaron una época y que hicieron notables cambios en varias industrias tradicionales (la comunicación interpersonal con los celulares inteligentes, los medios de información, el comercio electrónico, la música, el cine) y van camino a dejar su huella y su impronta en muchas más industrias –entre ellas el transporte colectivo de pasajeros como estamos observado con dolores de parto en nuestro país con el ingreso de Uber, Cabify, etc.

Pero también la industria de las agencias de viaje, la de las de alquiler de hoteles (amenazadas por Arbnb), la industria de la fotografía amateur y profesional, las de compra y entrega de alimentos (donde pegan fuerte desarrollos como www.pedidosya.com) y muchas más están sujetas a intensos procesos de transformación para englobarlos con una palabra que no sea tan discutida como "disrupción", que en muchos casos es lo que está ocurriendo, pese a quien le pese.

Cambios como los que se han dado en las principales empresas del mundo no son habituales. De hecho, la modificaciones de posiciones en la lista de las 500 de Fortune era un proceso lento a lo largo de los años y las décadas. Y resultaba difícil ver cambios sustanciales en los primeros lugares. Pero algo ha cambiado en las últimas dos décadas y es producto del nacimiento de empresas que cambian paradigmas fuertemente establecidos entre empresas, clientes y proveedores. Y ello ocurre muchas veces en un abrir y cerrar de ojos.

Frente a ello caben dos actitudes: la del avestruz, que esconde la cabeza en la arena como forma de ignorar el problema y hacer como si éste no existiese, y la de esos animales con enorme capacidad de adaptación al medio ambiente y a los cambios del medio ambiente. La actitud de quien olfatea el problema y no rehúye la búsqueda de soluciones. En definitiva, son dos actitudes opuestas ante el cambio y según cual se tome, se obtendrán resultados muy distintos resumidos en la fábula de La Fontaine sobre la hormiga y la cigarra; o la diferencia entre empresarios que actúan como pioneros, que circulan sin cartas de navegación, y la empresarios que actúan como los cortesanos del rey, que buscan el apoyo del poder establecido.

Unos que dicen, "nadie me va a ayudar tengo que salir por mí mismo" y otros, mucho más cómodos e indolentes, que esperan ayudan de fuera. De alguien que le ponga una barrera de protección, que le ofrezca una ayuda, que le saque las castañas del fuego. El pionero (o la hormiga) no esperan nada que no sea de sí mismos. El cortesano (y la cigarra) esperan todo de fuera, son incapaces de moverse e, incluso, buscan un chivo expiatorio a quien echar las culpas de la actual situación.

Esto ocurre a nivel de personas, de empresas y de países. No hay nada nuevo bajo el sol. Lo que es nuevo es la velocidad y profundidad del cambio. Pero la reacción ante el cambio sigue siendo la misma: la hormiga o la cigarra, el pionero o el cortesano. Cuanto más hormigas y pioneros tenga un país, más posibilidades tendrá de salir adelante y prosperar ante el cambio. Y lo opuesto ocurrirá si ese país tiene mentalidad cortesana, que espera la ayuda del estado, o de cigarras, que esperan de las hormigas alimento en el invierno.

Por encima de los recursos materiales, lo que vale es la actitud de la gente. Y por eso me animo a afirmar que pese a las locuras de gente como Trump o la frialdad que genera gente como los Clinton, un país como Estados Unidos, que tiene Sillicon Valley en California y la Ivy League de universidades en el este, está lejos de decaer. La actitud es lo que vale y lo que ayuda a adaptarse al cambio. Y en el Este y en Oeste, la actitud es de pioneros. Y por eso cambia la tabla de Fortune y por eso cambian los paradigmas de la comportamiento y excelencia empresarial.

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