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Centenariazo Stone

The Rolling Stones estuvieron a la altura de su leyenda con una noche cargada de puros éxitos y complicidad permanente entre banda y unas 55 mil personas
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17 de febrero de 2016 a las 05:00
Pocas son las oportunidades que una persona tiene de ver en vivo a una banda legendaria. Aún más escasas son las chances de ver a un grupo de estas características con sus miembros originales. Era hasta ahora impensado que esto sucediera en Uruguay, en Montevideo, en el Estadio Centenario. El show que The Rolling Stones realizó anoche será un mojón en la memoria popular local, tal como lo fueron los dos espectáculos que ofreció Paul McCartney en 2012 y 2014. Pero en este caso la ansiedad, la emoción y la alegría parecían multiplicadas por cuatro, arriba y abajo del escenario. McCartney ofreció un espectáculo de pop con algunos deslices rockeros, sillas y público en su mayoría adulto. Los Rolling Stones ofrecieron un show de rock, siguiendo al pie de la letra un manual que ellos mismos perfeccionaron. Hubo una lista imparable de éxitos, pirotecnia que golpeó en los momentos adecuados, banderas ondeando sobre el escenario, frases con jerga uruguaya y exclamaciones de agradecimiento. Y a pedido de la banda: nada de sillas. La sola presencia de esos cuatro señores en el escenario hizo estallar al estadio apenas aparecieron.


El público –que contra algunas predicciones colmó buena parte del estadio y superó las 55 mil personas– se encontró con las leyendas vivientes en su propia casa y reaccionó de manera apropiada: desatando un pogo en la cancha que se anticipaba desde minutos antes de las 21 horas. Cuando los primeros acordes de Start Me Up comenzaron, la masa, que ya hervía gracias a la elevadísima sensación térmica, explotó en varias direcciones. Los siguientes minutos fueron de emoción desenfrenada, gritos en el oído, sudor ajeno y propio. Un fracaso es un show de rock sin su pogo, y el primer show de los Rolling Stones en el país lo tuvo.

Cuando Mick Jagger comenzó a cantar el segundo verso de esa canción, la adrenalina bajó y se transformó en atención. Ver en vivo y en directo, en carne y hueso a gente que se la conoce en dos dimensiones, filmaciones o que la vio una vez en vivo hace 10 años, causa esa mezcla de incredulidad y emoción que no solo golpea a los más fanáticos, sino que también hasta al escucha más esporádico. No extraña: son personas que empedraron el camino del rock y crearon un sonido que 50 años después sigue llenando estadios. Merecían la reverencia de la ciudad.


Lo que siguió fue una sucesión de hits: It's Only Rock And Roll, Tumbling Dice y Out of Control, seguidas por la canción elegida por voto popular: She's So Cold. Hasta ese momento el cuarteto no dio descanso ni se lo tomó. Jagger no deja de sorprender por su agilidad, sus icónicos pasos de baile y el estado excelente de su voz pese a todas las inclemencias del rock y el mero paso natural del tiempo; Ronnie Wood y Keith Richards mantienen sus guitarras afiladas y como cirujanos hacen el trabajo fino de intercambiar fraseos, solos y bases. Detrás, Charlie Watts -que siempre parece estar aguantando una sonrisa para dejarla salir a último momento-, lleva a cabo a la perfección su rol de crear la plataforma rítmica sobre la cual el resto construye. No hay fallas en su estructura, lo cual es un placer de ver.

El debido y brevísimo respiro llegó con la bellísima Wild Horses. Pero el setlist siguió acelerando hasta el final: el aplaudido y coreado Paint it Black, la divertida Honky Tonk Woman y un intervalo comandado por Richards compuesto por sus propias canciones Slipping Away y Can't Be Seen, la primera más floja vocalmente que la segunda. El guitarrista también supo recibir su cuota de arengas del público, que recibió emocionado. "It's good to be here" dijo, y a pesar de que sea una frase que seguro repite a menudo, dieron ganas de creerle. Lo mismo con Jagger, que sabe encantar a su audiencia interpretando con su rudo español los modismos locales, sea el "ta" o el "bo", o hablar de rambla, chivitos y candombe.

Rolling Stones en Uruguay
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La última porción del show no permite otra cosa que sus hits más colosales. Y así cumplieron: Miss You, Gimme Shelter, con la excelente y flamante corista Sasha Allen, Sympathy For The Devil, con su debida ambientación roja y negra, el primer final Jumpin' Jack Flash y los bises: You Can't Always Get What You Want con el coro local Rapsodia y Satisfaction, ¿qué mejor tema para terminar una noche planeada para que suceda exactamente lo contrario a lo que dice esa mítica canción?

Los Stones tienen 50 años de historia y cientos de escenarios encima, pero en su primer show en Montevideo dejaron en claro que su legado sigue siendo dejar el listón alto sobre las tablas.

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