Los habitantes de Mocoa, en el sur de
Colombia, buscan desesperadamente a sus familiares, algunos bebés, mientras se hace cada vez más difícil encontrar personas vivas debajo del lodo, tras el alud que dejó un saldo de 254 muertos y más de 200 heridos.
Dos días después de la catástrofe causada por el desborde de tres ríos en la capital del departamento sureño de Putumayo, muchos que lograron salvarse del "mar de lodo" se aglomeraban ayer en el hospital de Mocoa o frente al cementerio para saber algo sobre familiares perdidos.
Con el barro no totalmente seco, "sigue la labor de búsqueda para encontrar sobrevivientes; aún estamos dentro de la ventana de las 72 horas posteriores a un desastre así", dijo a AFP un portavoz de la
Cruz Roja Colombiana. Algunos no encontraban consuelo tras perder a un ser querido; otros luchaban por sus vidas luego de tragar, respirar y hundirse en el lodo.
"Estaba muriendo por falta de aire, ¿qué hice?. Me metí el dedo a la boca, vomité harto barro, me seguí metiendo el dedo a la boca, vomité más barro. Estornudaba barro, todo era barro, hasta que pude volver a respirar otra vez", contó Carlos Acosta, en un refugio donde se recupera de decenas de cortadas y golpes.
Pero el dolor no es solo físico. La noche del viernes, este hombre de 25 años dormía con su hijo de tres años a su lado, cuando de pronto despertó porque el
agua inundaba con fuerza su casa. "Alcancé a tomar a mi bebé del brazo, pero nos arrastró el agua y luego me golpearon mucho las piedras", contó. Quedó inconsciente y cuando volvió en sí, no había rastro del niño. El hombre se abrazó a un palo y salvó su vida. Pero el lodo se llevó al pequeño.
Según dijo el domingo el presidente Juan Manuel Santos, la avalancha dejó 203 heridos, "muchos de gravedad" que son atendidos en hospitales de Mocoa y otras ciudades. "Sé que expreso el deseo de todos los colombianos por su plena recuperación", aseguró el mandatario, que el fin de semana supervisó las labores de rescate.
Casi todo es escombros en la capital del Putumayo: hay muñecos y zapatos de todos los tamaños que sobresalen en el lodo y algunos colchones sirven de puentes a rescatistas y curiosos. Algunas pocas casas quedaron en pie. Por ejemplo, Henry Orado, de 45 años, no podría ni siquiera plantearse la idea de volver a su hogar, en el que quedó un cuadro colgado sobre una pared verde y poco más. "Perdimos todo, todo, todo", dijo, apesadumbrado.
Persiste el temor sobre nuevo alud
El miedo a otra avalancha crece con la menor llovizna pese a que la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres desmintió que haya peligro inminente. Las autoridades “realizaron un sobrevuelo por la zona afectada, con el fin de identificar posibles represamientos en ríos que puedan generar una nueva emergencia, confirmando que no existe una nueva amenaza de avalancha para el municipio”, dijo en un comunicado.
El alud, que generó solidaridad mundial, supera al último gran desastre natural de Colombia, un deslave en Salgar, que dejó 92 muertos en mayo de 2015. Las fuertes lluvias en Sudamérica no solo afectaron a Colombia; también a Perú, con 101 muertos y más de un millón de damnificados; y a Ecuador, con 21 muertos desde enero.